Rosario Ortega • CERCA DE LA REVOLUCIÓN

Testigo privilegiada de las páginas doradas del rock argentino, la joven cantante creció en una de las casas donde se empezó a escribir su historia. Años más tarde salió de gira con Charly García y nunca más lo abandonó. Hoy, con un segundo disco solista publicado, lucha día tras día por la visibilización de la mujer en la música local.


Rosario siempre estuvo cerca. Incluso desde antes de nacer, allá por 1985 en la soleada y más latina de las ciudades yanquis, Miami. Su vida estuvo atravesada transversalmente por la vida del rock argentino. Siempre estuvo ahí. Fue testigo privilegiada de los inicios de este nuevo soundtrack criollo. Como en una cámara Gesell, la hija más chica de Palito Ortega y Evangelina Salazar observaba de cerca lo que sucedía, los encuentros culturales que se daban en su casa y los sonidos que se desprendían desde aquel umbral.

Hasta que en 2011, y tras un paso fugaz pero calado como vocalista de Entre Ríos, la banda que sembró en estas tierras la semilla del pop electrónico a principios del mileno, una jovencísima Rosario Ortega recibió la invitación de Charly García para salir de gira con su última locura, The Prostitution. La bendición del maestro. El viaje aún continúa, aunque, claro, interrumpido por la turbulenta pandemia.

De todas estas maderas está hecha la cuna de Rosario Ortega. Se deja ver en su reciente trabajo solista, Otro lado, el segundo de su propia autoría, y a diferencia del primero, Viento y sombra (2012), anclado más en el pop y el soul que en el folk. “Otro lado es una secuencia de canciones que fueron naciendo del encuentro con diferentes músicos y productores de la Argentina y México que admiro mucho. Cada una tiene su propia impronta y viene de lados diferentes”, dispara Rosario.

“Me tocó vivir la historia del rock argentino muy desde adentro, pero cobra otro sentido cuando la cuenta Charly García.”

–¿De qué lados?

–Después de Viento y sombra empecé en la búsqueda de un nuevo disco que por diferentes proyectos, más todo lo de Charly, se fue retrasando. Desde 2016 comenzaron a salir las canciones y fueron sufriendo diferentes etapas y transformaciones. Este año de encierro me sirvió para sentarme y terminar lo que ya casi tenía listo, hice tres canciones nuevas y le di la forma definitiva. Cerré el círculo, digamos.

–¿Cuál fue la búsqueda a diferencia del primero?

–Mi primer álbum se hizo en dos semanas, producido por una sola persona, y de ahí, la sonoridad. En este busqué trabajar con diferentes compositores, músicos y productores. Incluso hasta una misma canción se produjo por más de una persona. Lo que quería era ampliar los sonidos, tener otra identidad sonora no tan enfocada en el folk sino con más influencias del pop y el soul. El disco tiene también una buena mezcla de instrumentos acústicos con sintetizadores y programadores, terminó siendo mucho más diverso.

–¿Y desde las letras?

–Mucho no se puede elegir sobre la composición lírica, está muy atravesada por las cosas que te van pasando. No se puede programar una letra, está muy anclado con lo que te ocurre adentro, salvo que vos quieras hablar específicamente sobre un tema. Pero creo que cada canción tiene su propia impronta en cuanto a las letras y a los sonidos. Por lo general, primero salió la música y después me trajo palabras.

–¿Cómo influyó la pandemia en este proceso?

­–Creo que mucho; el encierro me hizo mirar más hacia adentro. Las canciones “Agua de río”, “Con vos” y “Tardes de verano” hablan un poco de eso. Están empapadas del hecho de estar encerrados, y en “Agua de río”, sobre todo, hay referencias sobre el tiempo que teníamos antes.

–¿Te enseñó algo?

–Sí, ni hablar. Me enfocó, por sobre todas las cosas. Me quito los “peros”, no había excusas, porque las otras cosas no se podían hacer. Todo el tiempo que tuve para mí lo utilicé para hacerme cargo de mis propios desafíos. Salteé obstáculos invisibles para llegar al objetivo. Uno piensa que tiene que hacer ciertas cosas pero en realidad uno es dueño de su propio tiempo. De repente pudimos sentarnos a leer, mirar muchas películas y documentales o escuchar discos enteros. Mucha y muy buena información para luego producir.

–A veces hasta demasiada información, ¿no?

–Sí, las redes sociales se encargaron de eso. Creo que la pandemia nos sirvió también para darnos cuenta del tiempo que les dedicábamos a estos medios. En realidad, el tiempo productivo que les dedicábamos a las redes. Los primeros meses nos marearon con tanta información y nos volvió adictos a lo que estaba pasando minuto a minuto. Después nos dimos cuenta de que era siempre lo mismo, así que de ahora en más voy a elegir y filtrar lo que entra en mi cabeza. Pude hacer como una curaduría de lo que quiero publicar y lo que deseo ver.

“Si bien las cosas están cambiando, todavía hay desmerecimiento hacia las mujeres porque muchos de los puestos de poder y toma de decisiones siguen siendo de los hombres.”

–¿Cómo te llevás con la música por streaming?

–Me parece que está bueno; no es la misma sensación del vivo, obviamente. A veces te da la sensación de estar viendo un videoclip, es difícil palpitar que eso es en directo. Pero, bueno, funcionó también como un ingreso para los artistas mientras el rubro estaba bastante quieto.

–Entre tu primer trabajo como solista y este, además de una madurez musical y natural, está tu camino con Charly García. ¿Qué pudiste implementar de esa experiencia?

–Charly me involucró mucho más en consumir música nacional, en redescubrir artistas que ya no escuchaba. Me tocó vivir la historia del rock argentino muy desde adentro, pero cobra otro sentido cuando la cuenta Charly García. Es la historia viva. Me dio muchísima experiencia a nivel profesional, me llevó a tocar a lugares que siempre soñé, y hacerlo al lado de él es una experiencia única. Es muy difícil que aparezca otra persona así.

–No sé si viste Rompan todo, el documental de Netflix, pero es muy curioso porque cuenta la evolución del rock en español y primero aparece tu papá, llega a lo más alto con García y termina con el fuerte presente de las mujeres en la música. En cierto modo, la historia te atraviesa.

–Sí, justamente lo vi con mi papá. El rock nacional empezó agarrando algo de afuera y después logró conseguir una identidad. Esa parte de la historia la tengo muy presente. Es un flash que mi papá haya estado en los inicios de esto y después yo esté cantando con Charly. Y ahora, encima, estar viviendo tan de cerca el desarrollo de las mujeres dentro de la música. Si bien siempre estuvimos (Celeste Carballo, Fabi, por nombrar algunas), ahora se nos está dando el lugar que merecemos.

–Muchas artistas de aquella época coincidían en que no se sentían postergadas o discriminadas en relación a sus colegas sino por parte de periodistas y empresarios de la industria. ¿Sentís que de a poco eso está cambiando?

–Hay machismo dentro de la música: pasó, pasa hoy en día y creo que va a faltar mucho para que no pase más. Si bien las cosas están cambiando, todavía hay desmerecimiento porque muchos de los puestos de poder y toma de decisiones siguen siendo de los hombres. Luchamos para que salgan programadoras de festivales, productoras musicales, ejecutivas. La mujer no sólo tiene que ocupar lugar al frente del micrófono sino también en la industria. Los medios y los festivales les están reconociendo de a poco mayor visibilidad a las mujeres y eso hace que muchas otras se animen a formar una banda o a agarrar una guitarra. Es muy lindo ser parte de esta transición. Siempre uno fantasea con haber vivido otra parte de la historia de la música, no sé, los sesenta, pero lo que está pasando ahora con esta “revolución” respecto de los derechos de la mujer es muy emocionante. Es lindo estar acá, también, en 2021.

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