Salud mental y deporte: la otra cara de los atletas de alto rendimiento

Por primera vez, los atletas se animan a hablar de trastornos de ansiedad, pánico y depresión sin sentir vergüenza. Desde Simone Biles y Naomi Osaka hasta Mardy Fish y Delfina Pignatiello. A qué se debe la presión de la industria competitiva y qué rol ejerce la sociedad a la hora de afrontar el problema.


Cierra los ojos, mira hacia un costado, respira. No quiere estar ahí. Salta, aterriza, se tropieza, rebota. Contiene las ganas de llorar. “¿Qué le pasa a Simone Biles? ¿Qué creen que le pasa a Simone Biles?”, dice el relator a cargo de la transmisión de los Juegos Olímpicos. Nadie entiende bien por qué la mejor gimnasta de la historia, dueña de 25 medallas en campeonatos mundiales y 19 títulos de campeona mundial a sus 24 años, repite la mala actuación que tuvo en la clasificación a Tokio 2020. Saluda a su cuerpo técnico, reúne a sus compañeras estadounidenses y anuncia su retiro de la final por equipos. Burnout para la estrella. 

“Desde que entro en el tapiz estoy sola con mi cabeza, tratando con demonios en mi cabeza. Debo hacer lo que es bueno para mí y concentrarme en mi salud mental”, explicó minutos más tarde a la prensa. Hacer deporte es fundamental para la salud mental, es cierto. Pero también es fundamental cuidar la salud mental a la hora de practicarlo.

La tenista japonesa Naomi Osaka también era candidata al oro. Elegida, con 23 años, para encender el pebetero olímpico, la hasta entonces número dos del mundo en el ranking WTA quedó eliminada en la tercera ronda de la competencia contra la checa Markéta Vondrousová, 42ª del ranking. Cuando habló de las razones de su derrota, fue precisa: “No he sabido afrontar la presión de estos Juegos”. Venía de retirarse de Roland Garros por el mismo motivo. 

Si bien Biles y Osaka pusieron el tema sobre la mesa, los problemas de salud mental no son una novedad en el alto rendimiento. Según el “Informe epidemiológico de salud mental en el deporte”, realizado por las empresas Euromericas Sport Marketing y Sport Hub Innovation Center, cuatro de cada diez deportistas padecen ansiedad, mientras que dos de cada diez revelaron sufrir depresión en algún momento de su carrera. Los datos son alarmantes si se tiene en cuenta la fecha del informe: marzo de 2020. Es decir, hoy las cifras pueden ser mayores debido a las afectaciones a la salud mental que provocó la pandemia.

La pregunta del millón (de los millones, mejor dicho) es cómo llegamos a este punto. Y la respuesta tiene que ver con varias cuestiones: el dinero, una de ellas. La industria deportiva como la conocemos al día de hoy tuvo su auge en los años 90, con el fenómeno de la globalización. Los medios de comunicación abrieron sus primeros canales televisivos dedicados exclusivamente al deporte, y las organizaciones deportivas (como clubes, federaciones, comités olímpicos, entre otros) rotaron sus estructuras hacia un enfoque empresarial. Con rendimientos valuados en medallas, rankings, contratos y patrocinios que aseguran que “nada es imposible”, los atletas comenzaron a sentir la presión que ejerce el negocio. Algo que se profundizó con la llegada masiva de internet y las redes sociales: el rendimiento ahora también se mide en followers y posteos semanales. 

Pero, además, las redes agigantaron la violencia contra los deportistas. La nadadora argentina Delfina Pignatiello optó por eliminar sus cuentas de Twitter, YouTube y Twitch después de recibir numerosos ataques por sus malos resultados en Tokio 2020. “La gente es muy cruel, y por más que la ignore, quiero cuidar mi salud mental por sobre todas las cosas”, escribió antes de hacerlo. La joven de 21 años obtuvo tres medallas de oro en los Juegos Panamericanos de 2019, pero el cierre de las piscinas durante la cuarentena la obligó a entrenar en el jardín de su casa y no pudo mantener su rutina. Mientras, del otro lado del mundo, sus rivales le sacaban ventaja a grandes brazadas. 

“La gestión de la salud mental ha sido desatendida por la industria deportiva, especialmente en Latinoamérica, básicamente porque han desatendido a los deportistas como individuos”, aseguró Sergio Díaz, médico fundador de The Mind Institute, que trabaja en la gestión mental de medallistas olímpicos, como la colombiana Caterine Ibargüen, a BBC Mundo. Los atletas de elite son deshumanizados y vistos como superhéroes, una presión difícil de sobrellevar si se tiene en cuenta lo que dijo la tenista Nadia Podoroska: “Somos personas que sentimos y sufrimos como el resto”. ¿Todavía hace falta aclararlo?

Hasta ahora, los deportistas obviaron el tema por varias razones. Primero, porque no querían que los vieran débiles; también, porque muchas veces no sabían identificar qué estaba pasando. El tenista estadounidense Mardy Fish lo explica a la perfección en la serie documental Al descubierto: Punto de break, disponible en Netflix: “Estaba por jugar el partido más importante de mi carrera. Iba a competir contra el mejor del mundo para llegar al Abierto de los Estados Unidos. Me había entrenado física, mental y emocionalmente durante toda mi vida para este partido. De camino al Estadio Arthur Ashe, estaba pensando en mil cosas a la vez.

Y, de repente, bum. Una tormenta de pensamientos. Se me aceleró el corazón, respiré profundo. Busqué en Google: trastornos de ansiedad, trastornos de pánico, salud mental. Revisé charlas en YouTube sobre cómo lidiar con ellos, y pensé: ‘¿Cómo superaré esto?’. Estaba desesperado, no sabía qué hacer”. Su camino para llegar a ser el número uno de su país incluyó entrenamientos de hasta triple turno y dietas superestrictas, y fue moldeado por uno de los primeros consejos que recibió cuando era niño: “Para ganar, se necesita un cien por ciento de esfuerzo. Eso significa no llorar, quejarse ni rendirse”. A veces, la cabeza no aguanta. 

Además de las presiones de la industria, problemas sociales como el racismo, la homofobia, el sexismo y los abusos de poder también afectan de manera directa a los deportistas. Mucho más a los sectores históricamente desfavorecidos, como las mujeres y las disidencias. Simone Biles es un ejemplo de ello. En 2018 denunció al ex médico del equipo de gimnasia de los Estados Unidos, Larry Nassar, por abuso sexual durante su gestión. Nassar fue acusado por 156 mujeres, y tras hallarle 35 mil archivos de pornografía infantil, fue condenado a 175 años de prisión. En su última declaración en el Senado, Biles expresó: “Como única competidora en los recientes Juegos de Tokio que fue una superviviente de este horror, puedo asegurar que los impactos de los abusos de este hombre no han terminado ni se han olvidado”. ¿Qué le pasa a Simone Biles? Eso mismo le pasa a Simone Biles. 

Sus palabras no sólo le quitaron el tabú al tema de la gestión mental en el ámbito deportivo, también provocaron un efecto dominó en las sociedades en general. Por primera vez, las personas se animan a hablar de trastornos de ansiedad, pánico y depresión sin sentir vergüenza. Hablar siempre es sanador. Pedir ayuda también. Los tiempos cambiaron. 

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