Iara Kaumann Madelaire: las múltiples pieles de una artista que juega con los límites
Una de las artistas jóvenes y multidisciplinarias más originales de su generación, hija de la modelo y diseñadora Miuki Madelaire, utiliza su amplificación en Instagram para replicar la importancia de que las mujeres “se quieran a sí mismas”. Una manera de revelarse al mundo de la moda que había heredado.
Impresión. Asco. Miedo. Esa no era la reacción que buscaba Iara Kaumann Madelaire cuando creó las esculturas de su muestra Pieles, exhibida en 2018 en Barcelona. “No entendía por qué decían eso, no fue buscado. Al principio me enojé. Fue como: ‘¿Qué le pasa a esta gente?’”, dice la artista de 27 años una tarde de invierno en Ungallery, la galería del centro porteño en la que se pueden ver algunas de sus obras.
Vuelven esas cabezas peladas hiperrealistas, con iteraciones de rasgos que parecen ser los suyos, pero no tanto. Están pintadas y son distintas: pieles rosas, con pecas, blancas, negras, con vitiligo, rosácea y diferentes condiciones de la piel. “OK, sí, ahora lo entiendo”, sonríe, mientras descubre algunas para esta nota en el depósito de la galería. “No hay nada peor que haya una obra y la gente pase de largo. Me hice cargo de ese rechazo o de que se vea cierta fealdad y lo estoy usando ahora como un recurso. Busco ese límite entre lo bello y lo feo, lo que para algunos puede ser grotesco y desagradable y para otros erotizante. Me parece interesante esta dualidad.”
La inauguración de Nocturnias, su muestra más reciente, que también incluye sus espectaculares pinturas de mujeres de figuras voluptuosas, estaba prevista para 2020, pero se demoró un año. Finalmente, no hubo un gran evento sino varios, en los que desfilaron los distintos públicos cautivados por el arte de Iara. “Vinieron coleccionistas y gente del mundo del arte, y vendí bastante, lo cual está buenísimo”, dice. “Pero también mucha gente joven, y sobre todo mujeres que quizás no van a otras muestras pero se acercaron a mí por Instagram. Eso me encanta.”
“Se suponía que tenía que ser performer, siento que me criaron para eso, pero no bien me llegó la adolescencia me puse cada vez más tímida y me alejé.”
Iara nació en Misiones en 1993. Su madre, la modelo y diseñadora Miuki Madelaire, emblemática del mundo arty de los 90, quiso que naciera allá, pero la crio entre Buenos Aires y Miami, con su entonces pareja, el músico David Kaumann. Esto sumado al linaje de su abuela Nélida, celebridad de la TV misionera (“Es la Mirtha Legrand de allá”, dice Iara), las clases de canto lírico y ballet desde chiquita, le configuraban un destino en los escenarios.
“Se suponía que tenía que ser performer, siento que me criaron para eso, pero no bien me llegó la adolescencia me puse cada vez más tímida y me alejé.” Mientras que el legado de las tablas parece haberlo llevado su hermana Imán, que hoy es modelo y cantante, Iara profundizó el hobby infantil del dibujo y la pintura. “Todos pintamos en la primaria, la diferencia es que yo nunca lo dejé”, suele decir.
Lo cierto es que desde siempre mostró un talento y una visión artística precisa. Expuso a los 16 años por primera vez, y reforzó su técnica en diferentes talleres. Estudió fotografía de moda y empezó a ejercer, pero encontraba el rubro creativamente limitante. “Finalmente, me fue útil porque hoy pinto con base en puestas en escena que primero fotografío”, dice.
El camino de Iara al encontrar el contenido está ligado al de su descubrimiento como mujer y en diálogo con la conversación social sobre cuestiones de género y el feminismo. Le producen rechazo las obras de su primera época, de mujeres “débiles, delgadas, muy trash”.
“Hay unos cuadros que ahora no los puedo ni ver. Eran lo contrario a lo que quiero transmitir. Hoy entiendo que tiene que ver con que no me sentía bien conmigo misma. Hoy quiero transmitir el quererse a uno mismo, la voluptuosidad”, dice. “Toda esa influencia del mundo de la moda y del espectáculo viene con estereotipos, y yo vengo de ahí. Esto que hago ahora es un poco revelarme contra eso y contra ese mandato familiar implícito.”

Incluso con su obra en conversación con el presente, Iara todavía se siente un bicho raro. Cuando el Gobierno de la Ciudad la invitó a participar de una exposición para el 8M, no puedo evitar notar que su obra, una silueta desnuda de una de sus chicas voluptuosas, fue incómoda para los organizadores. “Un poco la quisieron censurar, pero sólo la terminaron poniendo atrás para que no se viera. No era para tanto, le hice pezones de corazón, ni siquiera era realista. Me sorprendió esto de que casi me la censuran siendo que era algo tan natural, y el Día de la Mujer, justo.”
Este año, Iara participó de la campaña de una marca de ropa (Portsaid). “Lo hice porque buscaban modelos reales y me gustó la idea.” Dice que le gustaría probar hacer el diseño de una línea en colaboración, tal vez de accesorios. Todavía no puso fecha, pero ya piensa en el casamiento con su novio, el artista visual Juan Jiant, con quien se comprometió en la semana de marzo de 2020 en la que se anunciaron los cierres por la pandemia (tuvieron una muestra juntos en 2019, Biolúminis).
Mientras piensa en sus siguientes pasos, apunta a llegar un poco más a esa mitad de la gente que la sigue desde afuera del mundo del arte, con cuadernos ilustrados con sus pinturas y pequeñas esculturas de cerámica con versiones simplificadas de sus famosas cabezas. “Me gusta poder ofrecer algo a la gente que le gusta lo que hago”, dice. “Hay mujeres que se sienten representadas por mi obra.”
Texto: Gabriel Orqueda
Fotos: William Kano
Producción: Camila Mariani