Flor Tellado, la sombrerera que inventó las máscaras y barbijos más originales de la pandemia
Le puso fantasía a los protocolos sanitarios y convirtió la crisis en oportunidad. Tras cumplir 17 años como vestuarista en publicidad y colaborar con personalidades tan disímiles como Natalia Oreiro, la primera dama Fabiola Yañez y Marilyn Manson, se consolida como una artista sin techo.
“Ahora estoy en la de despegar de la pandemia porque fue increíble el éxito de las máscaras pero también quiero dejar de usar el barbijo.” El deseo inquieto de Flor Tellado, que convirtió la crisis en oportunidad y lo catastrófico en creatividad, hace que ahora ya esté pensando “en el verano” y en otras formas de volcar sus ideas en nuevas piezas de arte.
Es que su oficio de sombrerera al mando de la ejecución de barbijos y máscaras anticovid la llevó a convertirse en la responsable de ponerles fantasía a los protocolos sanitarios. Sus exóticos tapabocas y pantallas protectoras de diseño vistieron a personajes tan disímiles como Natalia Oreiro –para quien diseñó más de una docena de creaciones exclusivas–, Marilyn Manson, Shirley Manson (de Garbage), Róisín Murphy y la primera dama argentina, Fabiola Yañez.
“Trato de no ponerme presión pensando en una próxima colección, pero igual hay que ordenar lo que se diseña, siempre”, cuenta desde su taller palermitano (donde también alquila vestuario) la diseñadora que admite que el caos es parte de su forma de hacer.

Volviendo a la ansiedad, revela, esos episodios la acompañaron en toda época. “Uno siempre espera hacer algo mejor, pero sinceramente hago lo que me gusta para mí, y después está el otro que lo quiere y lo acepta”, sostiene. Es que ahora, en plena pandemia, analiza: “Cuando todos estaban bajando un cambio por el covid, yo estaba más arriba que nunca”. Es ese mismo subidón que ahora la puso a pensar con qué seguir y reconocer: “Este es uno de los trabajos más sacrificados que existen, siempre hay que entregar para ayer”.
“Nunca me organicé, y uno tiene que aceptarse como es”, explica Tellado, que corta, cose y pega géneros como paños, tweed, raso, seda y sargas en primera persona y casi sin ayuda. Increíblemente, lo artesanal la puso en un camino de confección personalizada de forma tal que aún se niega a tener una tienda online. Su veta anticovid con la que relanzó su marca de sombreros comenzó “de modo natural”, cuando pensó que los barbijos que estaba viendo “eran todos horribles”.
Ahí fue que empezó a fabricar con su propio sello los tapabocas que terminaban enlazados como moños en la cabeza (bautizados “Mortal Kombat”) y que el año pasado le pidió vestir la primera dama argentina. “No pensé que la gente lo fuera a comprar. Yo hago un sombrero y lo subo; no es que estoy pensando en vender”, dispara, genuina.
Esa pieza usada por Yañez, casi como en un movimiento a lo Halston –con su creación para Jackie Kennedy en 1967–, la llevó a trascender su propio sistema y a ponerla en boca (y cabeza) de todos. “Ahí le das a todo el pueblo y lo ven en todos los países”, afirma. “Fabiola me pidió el barbijo porque lo quería, no es algo de marketing”, insiste. Tanto es así que se sorprendió cuando la compañera de Alberto Fernández le envió ella misma las fotos luciendo su pieza.
“A veces es a la persona a la que le ponés tus cosas. Salvo Marilyn Manson, siempre me piden. Yo no suelo enviar mis trabajos, por lo general me eligen, como Nati Oreiro, con quien terminé conectando como artista. Porque es muy importante quién lleva mis diseños”, sentencia. Y enseguida responde cómo se dio el contacto con el músico estadounidense: “Nadie me la cree. Empecé a seguir a la mujer una madrugada y comenzamos a hablar porque me escribió y me dijo que le encantaba mi trabajo. Así que le envíe veinte sombreros a la casa, en dos tandas”.
Así fue cómo Florencia, que lleva tatuado a Manson en el homóplato desde los quince (“pero es horrible”), comenzó a trabajar con él. “Al final son todos re tangibles, los ídolos también. Es la magia de Instagram”, reflexiona. Y suma: “Además después me chateaba siempre y me ponía ‘gracias por tu arte’ o me saludaba para mi cumpleaños”. Una cosa de pellizcarse y seguir, grafica.
“A veces un poco bajonea querer siempre más y pensar que ya no va a haber más nada”, dice cuando explica el difícil proceso de renovar la motivación. “Sigo haciendo todo el tiempo, mientras cuido a mi hija de dos años”, se explaya quien hizo su primer comercial como vestuarista a los 17 años. Era asistente de Caro Aubele y trabajó con ella en una campaña de Coca-Cola. “Estuve horas en un sótano limpiando las suelas de los zapatos. Tenían que estar impecables porque iban a volar por el aire. Imaginate que los tenía que dejar como si fueran unos Gucci”, recuerda.

Sus comienzos como aprendiz con el sombrerero Noel Stewart, que trabajó en maisons como Givenchy y Valentino, la marcaron para siempre. “Lo seguía en Facebook y empezamos a hablar. Como necesitaba una interna, viajé a Londres a trabajar con él durante tres meses. Fue en 2014”, relata. Y enfatiza: “Trabajando es como más se aprende. Fue como hacer un máster. Vi cómo funcionaba la venta de esos productos y cómo se podía vivir de eso, pero en ese entonces yo lo hacía sólo por amor”. Bajo sus órdenes, cuenta, aprendió a “ser responsable, no descansar nunca, entregar sí o sí y cómo es la disciplina del hacer”.
En 2009, rememora, su firma se llamaba De Porcelana Handmade, con la que recuerda haber hecho una primera criatura “horrible”. Una suerte de fascinator “con un círculo, plumas y flores”. El oficio por lo artesanal lo complementó estudiando con una sombrera que trabajaba en el Colón y más tarde con Laura Noetinger, su mentora, maestra y ahora amiga.
Respecto de la fantasía de vestir a la realeza, dice: “No tengo la necesidad. Laura ya le hizo sombreros a Máxima. Yo veo la sombrerería desde otro lado, me gusta bajarla a la calle y que no sea algo inalcanzable, para una sola clase”. Sus piezas ready to wear pero de alta costura, indica para cerrar, “no son para eventos como el Royal Ascot, son para vivirlos y luego tirarlos en el auto y que no les pase nada”.

La extravagante colección de máscaras anticovid hechas para Natalia Oreiro
“Tengo amor eterno por ella”, dice cuando habla de la colección exclusiva que le hizo a Natalia Oreiro para sus apariciones televisivas y especialmente para los envíos de Got Talent Uruguay. “Hay mucha inspiración del futurismo de los sesenta en todo mi trabajo pandémico”, puntualiza, y revela que desde que la actriz uruguaya conoció sus máscaras, siempre le pidió “algo distinto”.
“Busqué un concepto que las uniera a todas, que tuvieran el estilo de Nati, que conservaran mi diseño, que protegieran y que fueran modernas”, cuenta la creadora, a quien le llevó “un total de veinte días sin dormir” cumplir con la entrega. “Lo que lleva más tiempo es pensar en la moldería y en toda la ingeniería para que se sostengan”, cierra.
Fotos: Alejandro Calderone