Diego Peretti: cannabis, política, plataformas, su debut como director y el esperado regreso de Los Simuladores

Mientras aguarda por el regreso de Los Simuladores, el actor que formó parte de los más grandes éxitos del cine y la televisión se confiesa con El Planeta Urbano: la cultura cannábica, su pensamiento político, el rol de las plataformas de streaming y su debut como director.

El anuncio del regreso de Los Simuladores nutrió a gran parte de los argentinos de un entusiasmo comparable al fervor mundialista. El retorno de los cinco magníficos –es decir, los cuatro intérpretes originales (Diego Peretti, Federico D’Elía, Alejandro Fiore, Martín Seefeld) y el creador Damián Szifron– se asemeja a la reunión de una banda clásica que decide volver a los escenarios con todos sus miembros fundadores.

Buscando al primero de ellos, nos comentan que lo vieron caminar por Las Cañitas, que varias noches por semana frecuenta la calle Corrientes. Una mañana lo sorprendieron volviendo de una radio por Palermo y otro día lo encontraron entrenándose al aire libre. ¿Podrá estar Peretti en todas partes? ¿O tiene un doppelgänger digno de un relato fantástico?

Posiblemente, el operativo de Los Simuladores ya se haya puesto en movimiento y el control esté a cargo de Emilio Ravenna, experto en disfraces y caracterizaciones, acompañado por su alter ego, Máximo Cozzetti.

Eso explica que, por un lado, Diego Peretti protagonice con Adrián Suar el éxito teatral del año, Inmaduros, siempre con entradas agotadas, y al mismo tiempo encuentre espacio para filmar la segunda parte de El reino y estrenar tres películas en una misma temporada: Ecos de un crimen, La ira de Dios y Más respeto que soy tu madre.

Por si fuera poco, ya arrancó el rodaje de El gran fabulador y tiene en carpeta su debut como director cinematográfico de la mano de Hernán Casciari. 

Tras mucho investigar, fuentes confiables aseguran que todo se trata de la obra de un mismo hombre. Cuesta creerlo. Para esclarecer la cuestión, café de por medio, Diego Peretti accede a dialogar a solas con El Planeta Urbano.

–Que Inmaduros sea semejante exitazo se debe, en parte, a las ganas que tiene el público de ver a los actores en vivo, después de tantas series y películas que se consumieron durante el encierro, ¿no?

–Es impresionante, yo creo que el teatro históricamente tiene una supervivencia por el fenómeno del vivo. Ver a los actores interpretar sobre un escenario es como mirar un partido de básquet en la cancha en vez de mirarlo por la tele. Compartir con los actores la historia, la puesta, la identificación con los personajes y verlos transformarse frente a tus ojos es muy atractivo como espectador. Sobre todo para una primera salida después de lo que sufrimos.

–Ya que lo mencionás, ¿qué mirada te dejó la pandemia? 

–Me parece que quizás la sociedad argentina es inmadura en estos términos: siempre hago la analogía con un adolescente muy dramático que vive sus primeras frustraciones con una carga tremenda. Todo da mucha bronca, todo es blanco o negro. Eso habla del poco sentido nacional y mucha cuestión coyuntural, poca conciencia política y mucha sectita individual. No sé si sociológicamente se puede establecer la analogía con lo que es en psicología la inmadurez, pero a pesar de la guerras, los genocidios, los desaparecidos, pareciera que no aprendemos, nos cuesta tener concepto de país. Se sigue hablando estúpidamente de “la mitad de la sociedad me da asco”, y esas cosas que se dicen…

–Te referís a la grieta.

–Sí, pero yo veo que la grieta está fogoneada por los mismos políticos, y ese fenómeno se traduce en los medios de comunicación, porque debe ser una herramienta de subsistencia. Creo que no se dan cuenta de que el negocio pasaría más por la unión en este momento. Para mí, vendería más algo armónico. Está todo tan deshilachado que un mensaje de paz, bien construido dentro del juego democrático, nos haría avanzar. Habría que variar el foco y pensar: “¡Pará, llevamos veinte años peleándonos!”. La solución no puede estar sin el otro, ¿no se entiende eso? 

–Estas ideas que manifestás, ¿ya las tenías cuando militabas en el Partido Intransigente?

–Tenés un punto ahí. Voy a decir algo que no es novedoso, pero cuando uno es adolescente no tiene una real opinión formada, estás absorbiendo el mundo, y en ese abanico de posturas empezás a elegir las tuyas. Cuando era adolescente pensaba en el quilombo que teníamos, en el FMI, el imperialismo, y todo eso me dio muchas respuestas para ubicarme en la vida. Yo soy una persona que prefiere pensar en los demás para poder vivir bien. No me banco el “yo hago la mía, cazo mi fortuna y que lo otro no me afecte”. Todo ese camino me llevó a ser una persona con sensibilidad social, y empecé a ver a los Estados Unidos y a Occidente como una cosa muy degradada. También vi en el marxismo, en el trotskismo, en las causas más radicales que estaban en boga en esa época, algunas otras cuestiones. El mundo cambió, pero si trazás una línea transversal, aquella era la Guerra Fría y esta, si querés, es la guerra social, que se repite infinitamente. 

–Cambiando de tema, hace muy poco te vimos en Más respeto que soy tu madre.

–Película que me encanta, yo sé que es controvertida, pero me encanta. 

–Ahí el nonno es un gran fumador de marihuana, y Fernando Araujo, el personaje que interpretaste en El robo del siglo, también. ¿Sentís que te están transformando en un representante actoral de la cultura cannábica?

–Nahhh (se ríe), ¡pero Luque también me hacía fumar en Tiempo de valientes! Siento que la cultura cannábica se va viendo de una manera menos tenebrosa, ya no es eso de “la puerta de entrada a la droga”. Durante mucho tiempo se habló del cannabis como un escalón que, si lo subías y seguías avanzando, podías terminar como un morfina dependiente. Y no es así, mi experiencia cannábica es diferente, no soy una persona con una condición adictiva importante. Hay gente que sí, la adicción es la falta de palabra, y cuando no hay una conexión con el lenguaje o ausencia de expectativas, si te gana la ansiedad, estás en un lugar de niebla. Cuando aparece algo de claridad en esa nebulosa es monumental, y si eso es producto de drogas que generan adicción orgánica y biológica, entonces necesitás consumir cada vez más para volver a ese primer estado de claridad. Eso es muy peligroso, no es mi caso. Al cannabis lo utilizo siempre recreativamente, no como un lugar de evasión. En el guion de Tiempo de valientes alguien decía: “No hay que evadirse del mundo mediante la droga, pero que el mundo haga algo para que no tengas que llegar hasta ahí, dale”. Porque, si no, todo es culpa del drogón, dejate de joder. 

“El cine tiene algo especial. Yo en casa tengo home theatre, me abro una birra, prendo un porrito, estoy genial; pero el cine sigue siendo mejor.”

–Te vi hablando junto con Casciari de la película que vas a dirigir, La muerte de un comediante. ¿No es medio spoiler el título?

–¿Por? Ah, claro (se ríe), puede ser. Pero como será una película muy entretenida, eso no importa. Es una especie de comedia de suspenso existencial. ¿Viste El luchador, de Aronofsky? Está contada en primera persona y el personaje está en todos los planos con su perspectiva. Va a ser así el mecanismo de la película, pero dentro de un contexto de aventura. No es contemplativa como un drama, es la historia de alguien que quiere contestarse una pregunta cerca del final de su vida sobre su esencia, que es: “Si debo poner el cuerpo en una acción heroica, ¿seré capaz de hacerlo?”. Lo hizo mil veces en la ficción, pero la realidad es otra cosa. Para eso viaja a Bruselas, que es el epicentro del cómic y de la política diplomática occidental, a buscar la respuesta.

–Vas a ir a Bruselas a filmar, así que imaginemos esto: si allá te cruzás con alguien que no sabe que sos actor, ¿qué tres películas tuyas le recomendarías?

–Yo tengo una suerte monumental, porque no hay proyecto al que le guarde rencor. De la primera época, diría La reconstrucción, Tiempo de valientes… Tengo unas cuantas, dejame decir cuatro o cinco. El robo del siglo; La noche mágica, con Natalia Oreiro, que fue el debut como director de Gastón Portal, e Iniciales SG, que no tuvo gran masividad pero pude trabajar con una actriz como Julianne Nicholson. Ella estaba ahí arriba en la industria estadounidense y laburaba como una actriz de teatro independiente, era tremenda. Con alguien así te encontrás enseguida.

–No me van a creer que te entrevisté si no hago una pregunta sobre Los Simuladores. ¿Ya viste el guion de la película?

–¿Sabés que no? Damián lo tiene guardadito, pero seguro ya lo tiene. Porque cuando levantaron el teléfono y dijeron: “Chicos, se puede hacer, ¿están dispuestos?”, Szifron dijo que sí. Me comentó que cuando terminara su película en Canadá íbamos a juntarnos para mostrarme lo que tiene. Estamos en eso, pero todavía no lo vi. En el segundo semestre de 2023 deberíamos empezar a filmar, o sea que en poco tiempo vamos a tener una idea. Seguramente no nos dejarán decir nada, pero por lo menos lo habré leído.

“¡A la gente le gusta tanto Los Simuladores! Siempre dijimos que volvíamos todos o no se hacía.”

–Hay muchas fantasías detrás de todo esto, como cuando se vuelve a juntar una banda mítica. ¿Por qué decidieron hacerlo ahora? ¿Es un tema económico, artístico, de ganas personales?

–Económico no, pero vamos a ganar bien (se ríe) . Los cuatro estamos… no diría salvados, pero encarrilados en la vida. Siempre dijimos que volvíamos todos o no se hacía. Creo que se dio la madurez para lograrlo y también una cuestión cronológica, porque si seguía pasando el tiempo, en diez años más iba a ser imposible juntarnos. ¡A la gente le gusta tanto Los Simuladores! Atraviesa a varias generaciones y tiene una llegada como Los Simpson. A eso hay que darle bolilla también, entonces, dale, ¿cómo no lo voy a hacer? Imaginate a Damián con Los Simuladores en el cine, va a ser una película espectacular. Tiene que ser enorme, andá a saber qué problema arreglaremos. Se va a dar primero en salas y después va a salir en Paramount+. El cine tiene algo especial. Yo en casa tengo home theatre, me abro una birra, prendo un porrito, estoy genial; pero el cine sigue siendo mejor.

Fotos: Alejandro Calderone Caviglia

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