PARTE DEL AIRE
Spotify lanzó una iniciativa que descubre a diferentes usuarios alrededor del mundo escuchando una misma canción en tiempo real, resaltando así el poder del sonido y trazando un puente de unión en época de aislamiento.
Cualquiera sea la canción que estés escuchando en este momento, es probable que no seas el único. Se estima que más de 30 mil personas en todo el mundo presionan play en la misma pista. Spotify te muestra en qué país y ciudad se encuentra tu alma gemela musical a partir de un mapa virtual de nuestro planeta. Además, referentes de la industria, como Dolly Parton, Selena Gomez y Anitta, se sumaron a esta iniciativa creando sus propias playlists en función de las actividades que realizan en sus hogares. Con esta campaña global, Spotify celebra los enlaces melódicos y pone especial atención en los efectos que tiene la música en las personas, pero ¿cuáles serían y cómo nos afectan?
La frecuencia que vemos
En el documental Inner Worlds, Outer Worlds, de Daniel Schmidt, explican lo que es la cimática, también conocida como el estudio del sonido visible. Uno de los primeros científicos occidentales que se ocupó de este fenómeno fue Ernst Chladni, músico y físico alemán, que descubrió que al colocar arena en placas de metal, esta podía organizarse en patrones cuando se las hacía vibrar con un arco de violín. Es decir que los granos de arena se juntaban formando diferentes figuras dependiendo de la vibración recibida. Y lo mismo ocurriría con el agua: dependiendo de la frecuencia de la onda que emitamos, aparecen diferentes patrones. Cuanto más elevada sea la frecuencia, más complejo será el patrón. Entonces, si el agua que recibe y retiene la vibración responde a todos los tipos de ondas acústicas, ¿cómo afectan los sonidos –y, por consiguiente, las canciones– en nuestro cuerpo si también somos agua?
Distintas opiniones, distintas libertades
Platón opinaba acerca de la buena educación en función de la virtud y pensaba que había que formarse con la disciplina de la música para cultivar el alma. Jim Morrison, cantautor y poeta, habló en una entrevista para la TV sobre los efectos que la música en vivo le producía: “Se convierte en un río de sonido hipnótico que me libera para crear cualquier cosa que se me venga a la cabeza en ese momento. Me gustan las canciones, pero la performance es la parte que más disfruto porque tengo la oportunidad de captar las vibraciones de la música y de la audiencia y seguirlas a donde quiera que vayan. La música te deja libre para que aflore el inconsciente”. Aldous Huxley, escritor y filósofo, autor del ensayo Las puertas de la percepción –en el cual Morrison se inspiró para nombrar “The Doors” a su banda–, escribió que, después del silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable es la música. Cuando el músico y guitarrista Rory Gallagher hacía mención a lo que le ocurría en el cuerpo al escuchar a sus influencias del blues, decía: “No hago una distinción de si es música de negros o blancos; cuando tenés diez años y escuchás la radio sólo sentís lo que suena, no importa lo que hay detrás. Es ‘eso’ que te llega a través de los oídos”.
Si el agua que recibe y retiene la vibración responde a todos los tipos de ondas acústicas, ¿cómo afectan los sonidos –y, por consiguiente, las canciones– en nuestro cuerpo si también somos agua?
Reflexión local
El sonido, entonces, tiene su origen en una vibración, es decir, en un movimiento asociado a una energía que se transforma y nosotros la decodificamos y percibimos. Las melodías emiten diferentes frecuencias que nos generan, conscientes o no, distintas emociones. Cuando le consultaron por una definición de música, Luis Alberto Spinetta dijo: “Es muy importante seguir develando lo que significa. No es la primera vez que se piensa qué es. Y lo inabarcable de aquello que es nos tienta a seguir formulando ideas. Una idea clave es que es un alimento auditivo fabuloso para la felicidad, el drama, el choque de fuerzas del ser que se interroga con la música en momentos muy fuertes. Así también ese alimento es, como la comida es para el estómago, la música es para el alma”. Y agrega: “Un buen alimento en el espíritu es la base de la música. Se supone que es para el crecimiento, que es para soñar, que es para la felicidad, para no atarse. Vuela por encima de nuestras manías, malas y buenas costumbres, musicales y de las otras. Que siempre represente el brío, el swing, la polenta de todos nosotros y que contagie ese amor y esa fidelidad a la creatividad total, siempre, sin concesiones”.