Pedro Saborido, el último héroe conurbano: "A la realidad se la cuenta guionándola"

Es director, escritor, humorista, actor y productor por prepotencia de trabajo, pero él elige definirse como guionista. Mientras se reedita su libro sobre peronismo y despide otro exitoso ciclo de La kermés de Saborido en el Teatro Caras y Caretas, la voz inconfundible de Peter Capusotto y sus videos reivindica el estilo que lo distingue en la escena de la comedia actual: “Que sea absurdo no significa que carezca de sentido”, asegura.

Piensa cada una de sus palabras y a cada pregunta responde con una reflexión profunda. Nada mal considerando que el interlocutor se siente a gusto haciendo humor absurdo. Así se conversa con Pedro Saborido, quien se autodefine como guionista, cuando en realidad también se destaca como actor y escritor.

¿Qué es lo que hay detrás de la exitosísima sociedad que consolidó con Diego Capusotto? Un universo de ideas, proyectos y deseos. Los más recientes: la reedición de sus dos libros, donde describe su mirada del mundo a través del peronismo, el capitalismo y, fundamentalmente, sus orígenes y la recuperación del espíritu festivo de la Kermés en la sala Caras y Caretas 2037, una propuesta que incluye un encuentro en la terraza del teatro con juegos, una gitana con su rueda de la fortuna, magia, un altar para casarse, murga y percusión.

A continuación, una vez en el recinto de la calle Sarmiento al 2037, Saborino hace lo que mejor sabe: un monólogo que da inicio al vaudeville que reúne artistas como Axel Krygier en el piano y el humor de Los Sutottos; Tenaza; Ximena Banús y Bla Bla & Cía. “La idea siempre es invitar a una reunión antidomingo. A partir de ahí, se trata de cruzar públicos, recuperar un espíritu de kermés donde la gente participa sabiendo que algo de todo lo que vea le va a gustar. Cuando vas a una kermés, no hay un solo juego, hay muchos y en alguno seguramente, te vas a encontrar. La gente se transforma cuando juega”, reflexiona Saborido, valga la redundancia.

Mientras se reedita su libro sobre peronismo y despide otro exitoso ciclo de La kermés de Saborido en el Teatro Caras y Caretas, la voz inconfundible de Peter Capusotto y sus videos reivindica el estilo que lo distingue en la escena de la comedia actual: “Que sea absurdo no significa que carezca de sentido”, asegura.

–¿Hay una garantía de disfrute en la kermés?

–La idea es que la expectativa no se frustre, no es algo menor porque esa anticipación funciona como un motor. Al tratarse de una sucesión de momentos la cosa se hace más tolerable, a partir de ahí, la gente asiste a espectáculos que quizás jamás vería con la seguridad de que algo de todo lo que ve le va a gustar. ¿Quién iría un domingo al centro de la Ciudad de Buenos Aires a pasar un mal momento? Como diría George Harrison: "Si no vas a ningún lugar, todos los caminos te llevan”. El espíritu es ir a encontrarse con algo. Jugar y comer es mejor que esperar haciendo una fila.

–¿Es una apuesta a recuperar las relaciones humanas?

–Podría decirse que sí, porque al jugar nos relacionamos con el otro, puede ser un amigo, un familiar o alguien desconocido.

–¿Sería volver a la infancia?

–No sé si tiene que ver con volver al pasado, es algo que siempre está presente, pero pareciera que no lo está; se siguen haciendo kermeses en barrios, clubes o parroquias, el vaudeville también. Quizás no aparezca como una práctica sistematizada en este espacio-tiempo; pensar en ir un domingo a la tarde a la UMET, que es una universidad (el teatro Caras y Caretas se encuentra en el edificio de la Universidad Metropolitana de los trabajadores), sin duda transforma todo. Hay una supuesta jerarquización cuando se traslada una práctica de los suburbios a un punto neurálgico y yo no creo en eso.

“Siempre se parte de una idea, que sea absurdo no significa que carezca de sentido. Uno siempre está anclado un poco sobre la locura y otro poco en un lugar en el que hay entendimiento porque de lo contrario no se puede decodificar.”

–¿Tienen que competir con actividades establecidas, como el fútbol?

–Hay una coincidencia, pero no la veo como competitiva. Es una propuesta distinta y, como tal, necesita ser explicada. Si vas al cine a ver una de Marvel, tenés la confianza de que más o menos sabés con qué te vas a encontrar. Por eso existen los géneros.

–¿La kermés en este caso rompe convenciones?

–En cierta manera, sí. Estamos llevando a un claustro universitario una práctica propia de instituciones más accesibles.

–¿Existe un sello Saborido que la gente espera ver en la kermés?

–Me parece que, por mi tradición, la gente imagina con qué se puede encontrar: saben que habrá absurdo puro. Y para los artistas también existe la oportunidad de cruzarse con otros pares sin que exista la necesidad de competir.

–¿Tu profesión de base es la de guionista?

–Sí, tal cual como vos lo decís, siempre me referencié en ese rol. En algún momento le tenés que explicar a otros a qué te dedicás o necesitás llenar una planilla. En ese momento digo que soy guionista. Cuando hago libros no me siento escritor, a pesar de que hago libros.

–Sin embargo el rol del escritor pareciera ser más prestigioso.

–El guion es la base de otra cosa; incluye al menos un actor, un director y artificios como la música, que se ponen en juego en una escena. El escritor mantiene una relación directa con la persona que lo lee.

“Hablar de algo tan general como 'los argentinos', con todas las diferencias socioculturales y hasta geográficas en las que se vive, me resulta imposible. No se puede definir nuestro humor. No nos ponemos de acuerdo en si tomamos mate dulce o amargo.”

–Tu labor es como la de un compositor que le dice al intérprete lo que tiene que expresar.

–La palabra lo dice: el guion es una guía, es una partitura. Aunque es posible leer un guion y disfrutarlo, podría ser un género. Pasa lo mismo con un boceto que podría ser apreciado.

–Escribiste para grandes monologuistas, como Tato Bores, respetando cierta estructura narrativa. ¿Cómo se guiona el humor absurdo de Peter Capusotto?

–Siempre se parte de una idea, que sea absurdo no significa que carezca de sentido. Uno siempre está anclado un poco sobre la locura y otro poco en un lugar en el que hay entendimiento, porque de lo contrario no se puede decodificar. Ya no es algo dadaísta ni surrealista que carece de control, es una locura organizada para que el pensamiento se pueda seguir. Podría hacer un sketch en polaco, pero debería tener un actor muy cómico; sería otro absurdo.

Peter Capusotto puede tener mucho absurdo, pero hay un tema básico. Es como con mis libros, Una historia del conurbano tiene mucho absurdo, pero también mucha organización. La idea es partir de un tema conocido e ir hacia algo más delirante.

"Peter Capusotto y sus videos" es un programa de rock hecho por tipos que no son músicos. Es un humor rockero.

–Exactamente. Ahora se reedita Una historia del peronismo en una época electoral, los cambios dentro del movimiento, la necesidad de afianzar o revisar identidades que motivan a la gente a pedir un libro. Por eso se edita, estaba agotado. El planteo es el humor absurdo pero partiendo de un lugar real, después nos vamos al carajo, pero hablamos en castellano, nos vamos a entender.

–Hablar del peronismo también plantea un lenguaje común.

–El libro les sirve a los peronistas y a los antiperonistas también. Hay una situación en espejo.

“Me interesa mucho la historia de los 60 y principios de los 70. Con el tiempo me di cuenta de que leo mucho de eso porque yo era chico en esa época, más allá de cualquier interés sociológico. Creo que vuelvo a ver eso que viví de chico y ahora veo de una manera más concreta.”

–Al fin y al cabo las mismas razones que identifican al peronista, son las que definen al gorila.

–Eso es absolutamente cierto, de hecho hay un cuento del libro que habla de eso. La gente empieza a revisarse, de pronto aparece un candidato, cambian los liderazgos y nace la necesidad de hablar de uno mismo.

–¿Existe el humor peronista?

–No, hay un montón de humoristas que lo utilizan como un tema, pero no como una manera de hacer humor. A veces da la sensación de que se convierte en un género; para mí no.

–¿El humor da licencia para hablar de cualquier tema?

–Yo creo que sí, después bancate las consecuencias. Puedo hacer un chiste de cualquiera, límite no hay, consecuencias sí. En realidad, las consecuencias serían el límite.

–¿Estamos preparados para asumirlas?

–No sé, somos tan parecidos como distintos. Pensá en el chiste que harías con tus amigos y que jamás harías delante de tu suegra. Cada uno está preparado para algo. Hablar de algo tan general como los argentinos con todas las diferencias socioculturales y hasta geográficas en las que se vive me resulta imposible. No se puede definir el humor de los argentinos. No nos ponemos de acuerdo en si tomamos mate dulce o amargo, si creemos en Dios o no, cómo vamos a llegar a cualquier definición.

–¿Qué es lo que te hace reír?

–De todo. Me río mucho con mi familia, con mis amigos, es difícil hacer una nómina. Dolina, Buster Keaton, Dady Brieva, los uruguayos... muchas cosas. Algunas me gustan más que otras.

–Los títulos de tus libros recuerdan a películas de Woody Allen.

–Empezó como un chiste y al final me sirvió para no estar agarrado con un título o tener que hacer una gráfica simpática. Esos títulos explican mucho y hablan de la amplitud a la que quiero llegar.

"A la realidad se la cuenta guionándola. Cuando alguien cuenta algo que le pasó está haciendo eso, es una narración. Después la interpretación estará supeditada a su punto de vista y a lo que elija destacar consciente o inconscientemente."

–¿Se puede guionar la realidad?

–A la realidad se la cuenta guionándola. Cuando alguien cuenta algo que le pasó está haciendo eso, es una narración. Después la interpretación estará supeditada a su punto de vista y a lo que elija destacar consciente o inconscientemente.

–¿Cómo contarías la historia de la Argentina?

–La conozco bien hasta 1830, después hay un salto espectacular, aparece Sarmiento dando vueltas, después ya estamos en el siglo XX. No sé qué elegiría; creo que por eso no me mandé nunca a hacer una historia de la Argentina y no creo que lo haga porque tendría que ser un recorte histórico de 30 o 40 hechos y ver si se me ocurre algo con cada uno. Una cosa es lo que seleccionaría por gusto y otra cosa qué seleccionaría por su potencial para hacer chistes.

También podría seleccionar momentos porque me fascinan, me interesa mucho la historia de los 60 y principios de los 70. Con el tiempo me di cuenta de que leo mucho de eso, porque yo era chico en esa época más allá de cualquier interés sociológico. Creo que vuelvo a ver eso que viví de chico y ahora veo de una manera más concreta.

–¿Extrañás el pasado?

–No, puedo añorar algunas cosas pero no me instalo mucho en la nostalgia. Lo miro quizás con la distancia que uno se impone cuando lee una historia. Aunque por abajo seguro que está el deseo de volver a vivir algo.

–Si escribieras tu biografía, ¿qué título le pondrías?

–Yo creo que le pondría La historia de uno de Gerli. Todavía soy eso. Ni siquiera "tipo", ni "pibe", ni "muchacho". Al final, más allá de lo que escriba, siempre termino hablando de mí.

Fotos: Alejandro Calderone Caviglia

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