Gonzalo Heredia: "Estrenar una ficción nacional, en este momento, es casi como un acto patriótico"

A días del lanzamiento del primer thriller de su carrera, el reconocido actor define como “un acto heroico y de resistencia” al hecho de lanzarse con una producción local en este contexto. En diálogo con EPU, explica por qué las series se transformaron en uno de sus formatos preferidos y adelanta sus próximos proyectos: “Estoy escribiendo mi tercera novela”.

Alejado hace años del rol de galán que le impuso el medio, Gonzalo Heredia se pone el traje de chef para protagonizar "El sabor del silencio" y regresa a la ficción nacional en un momento complejo para la cultura. Por eso, define como "un acto patriótico y de resistencia" al hecho de estrenar una producción local en este contexto. Pero él está dispuesto a seguir adelante. Entre libros y nuevos proyectos, como suele estar cada vez que desde EPU dialogamos con él, sigue escribiendo su propio camino con la seguridad de aprovechar cada minuto de su profesión.

Esta vez, a propósito del estreno en Flow de la nueva serie, en la que comparte elenco con Violeta Urtizberea, Agustín Sullivan y Valentina Bassi, entre otros grandes actores, habló de los nuevos placeres que encontró después de los 40, confesó si extraña o no a la tira diaria de televisión y adelantó: “Estoy escribiendo una tercera novela y una serie”.

–En esta nueva ficción te tocó interpretar a Vicente Olivar, un reconocido chef internacional, dueño de un restaurante boutique muy exclusivo, que se ve envuelto en un crimen. Él es alguien muy callado, siempre está conteniéndose y midiendo sus acciones. ¿Cómo fue la construcción de ese personaje?

Yo nunca había trabajado en un thriller, nunca había construido la atmósfera particular que se necesita para contar un thriller, esto de los silencios que cuentan mucho más que las palabras, que siempre haya algo latente por debajo de los personajes y de la situación. Esa construcción fue algo que desde el minuto uno hubo que hacer. Mi personaje atraviesa un hecho muy particular que le cambia la vida por completo. Es chef, tiene un restaurante en un lugar al que acceden personas con cierto poder adquisitivo, y él está muy obsesionado con su carrera.

Es un personaje bastante aplomado, no es muy expresivo, y eso es muy difícil por el arco dramático que tiene el personaje, dónde empieza y dónde termina. Esa fue una charla que tuvimos con el director, Pedro Levatti: no se tenía que saber qué es lo que le estaba pasando en cada situación, si estaba enamorado de su pareja, si sentía placer por lo que hizo, si sentía miedo.

Esa construcción ambigua a mí me parece muy interesante, porque a través del hecho inicial que cambia todo, la serie habla de la justicia por mano propia sin ponerlo a él en un lugar malo. No tiene una bajada de línea moral, sino que cuenta que al personaje le pasó eso, y a lo largo de toda la historia es el público quien decide si empatizar o no con lo que sucedió. A mí eso me resultó muy interesante, porque hace a la humanidad del personaje.

–Ya que te pusiste en la piel de un chef, contanos cuál es tu vínculo con la cocina en la vida real.

–(Se ríe) Si venís a casa, puedo cocinarte y la vas a pasar bien.

–Un asado…

–Puede haber un asado, pero no nada más que eso.

–¿Te gusta salir a comer afuera? ¿Es algo que disfrutás?

Sí, lo fui descubriendo, como cuando uno se empieza a hacer más grande. Cuando pasás los 40, empezás a valorar un poco más los sabores, los gustos, esto de la versatilidad del paladar y los maridajes. Descubrí lugares muy ricos, ciertas cosas que no me había animado a probar y ahora me despiertan placer.

–Es tu primera serie para plataforma, en este caso para Flow. ¿Cómo fue pasar de la tira diaria en la televisión tradicional a este tipo de proyectos?

–Es muy placentero porque, primero, tenés la historia completa. No es como las viejas novelas en las que tenías los primeros 30 capítulos y después ni la fecha de cuándo terminaba. Lo que me gusta de la serie es que tenés una fecha límite de rodaje. Un mes, dos meses, tenés la historia completa en la que nada se va a modificar, y tenés la construcción dramática completa de los personajes, de la historia. Eso me resultó muy placentero, podía contar y saber qué iba a contar y cómo contarlo.

Y con respecto a la diferencia, antes vos entrabas a una tira que podía durar tres, seis, nueve o a veces hasta dieciocho meses, y eso a la larga se iba viendo en la historia. Notabas cómo el actor se iba erosionando a medida que iban pasando los capítulos. Creo que es algo bueno que tiene esta nueva forma de consumo de ficción, que eso no pasa.

–Estás estrenando un proyecto en medio de esta situación complicada para la cultura. La industria audiovisual está paralizada y el gobierno dispara ataques contra los actores y actrices. ¿Qué reflexión tenés al respecto?

-Estrenar una ficción argentina, una ficción nacional, en este momento, es casi como un acto patriótico y heroico, de resistencia. Me da incertidumbre la situación, y como trabajador de la cultura creo que lo vivo como todo el mundo, con miedo. En mi caso, Brenda (N. de la R.: Gandini, su mujer) y yo hacemos lo mismo, entonces creo que es una incertidumbre lógica. Pero me da más miedo eso de que ya esté instalada la idea de que si sos actor, actriz o artista y expresás tu opinión, crean que estás bancado por a o por b, hayas estado ensobrado, entongado y que ahora se te haya cortado algo. La verdad, nunca la vi.

–Volviendo al trabajo, vos tenés un vínculo muy particular con la escritura; de hecho, hace poco estrenaste tu primera obra teatral, "Cómo provocar un incendio", y tenés dos libros publicados. El silencio es clave para poder ejercer esa tarea, ¿cómo te organizás para que el espacio de la creación esté sí o sí en tu vida?

Creo que la lectura y la escritura son hábitos que se construyen, como cualquier hábito. Yo en mi vida lo fui construyendo día a día. Hoy por hoy, por ejemplo, estoy escribiendo una tercera novela, una serie y ya escribí una obra de teatro; así que en este momento el hábito ya no es hábito, te diría que es disciplina.

Escribo a la mañana y siempre en un ámbito bastante silencioso, porque mis hijos están en el colegio. Pero también puedo escribir con ruido y leer de esa forma, medio que me acostumbré. Creo que si no existe la disciplina y el hecho de hacerlo cotidianamente, constantemente, como la gota que horada paciente… si no existe eso, no hay nada. Por eso mis mañanas prácticamente están abocadas a escribir.

Fotos: Gentileza Prensa Flow

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