Mercedes Morán: "Hay que atreverse a interpretar a mujeres mayores"

Tiene más de cuarenta años en el medio y cientos de personajes inolvidables en su repertorio, pero define esta etapa de su carrera con la palabra “libertad”. Después del estreno de la segunda temporada de El reino, y a poco de terminar el rodaje de Elena sabe, habla del desafío de interpretar a mujeres mayores y asegura: “Hay que atreverse a hacerlas”.

"La expectativa es el mejor síntoma, pero después hay que estar a la altura", advierte Mercedes Morán, porque sabe que el público, sea cual sea el trabajo a estrenar, hace tiempo mira con otros ojos sus proyectos artísticos.

Lo dice con un tono de voz pausado, sentada en un hermético salón del Hotel Alvear que aísla el murmullo que corre en los pasillos por el estreno de la segunda temporada de El reino. Esta vez, no luce el crucifijo ni el corte carré característico de la pastora Elena, ese personaje ya instalado a nivel masivo que supo construir desde sus antípodas. Aunque también, con elementos de su propia infancia, periodo en el que su madre le inculcó la fe católica: “Para interpretar a un personaje necesito comprender las razones por las que hace lo que hace, por eso me gustan los más oscuros y alejados de mí, porque son enriquecedores. Elena me llevó a preguntarme a dónde fue a parar esa mística que yo tenía, esa religiosidad que supe tener en mi infancia y en mi adolescencia”, dice apenas comenzado este mano a mano con EPU.

"Para interpretar a un personaje necesito comprender las razones por las que hace lo que hace, por eso me gustan los más oscuros y alejados de mí, porque son enriquecedores."

–Contabas que, cuando eras chica, eras una persona muy creyente. ¿Eso te sirvió para componer al personaje?

–Absolutamente. Sé perfectamente cuán consolador es tener la creencia puesta en un dios, en un más allá, en un juicio; lo bueno y lo nefasto de todo eso, esto que es el castigo divino, el perdón. Más allá de que, como en mi caso, te hayas convertido en una persona agnóstica, son temas que te acompañan siempre. Te corrés del perdón divino, pero hay algo del perdón que tenés que ejercitar en la vida.

Perdonar al que te cagó, al que no te quiso como vos quisiste. Los personajes siempre son un viaje increíble, de mucho aprendizaje, no solo como actriz, sino para mi vida. Elena me llevó a preguntarme a dónde fue a parar esa mística que yo tenía, esa religiosidad que supe tener en mi infancia y en mi adolescencia. Inevitablemente, me hizo volver a pensar en qué creo, en qué no creo, cómo creo, desde dónde.

–¿Y en qué creés?

–En mis hijas, en los jóvenes que están intentando hacer algo por el planeta… Y no en mucho más.

–La segunda temporada de "El reino" empieza dos años después de que termina la primera y los muestra a Vázquez Peña, el personaje de Peretti, y a Elena muy instalados en la presidencia. Fantaseando un poco, ¿cuál sería tu primera medida si accedieras al poder?

–Volviendo a la pregunta anterior, trataría de hacer algo por la emergencia climática. Yo que milito por muchos derechos, por el feminismo, creo que si no hacemos algo por la emergencia climática, en el mejor de los casos que consigamos todos los derechos por los que estamos luchando, no vamos a tener casa donde ponerlos en práctica. Sobrevivir va a ser un objetivo anterior a cualquier otro derecho, y eso me preocupa mucho. No tanto por mí, sino por lo que viene.

"Los extremismos están reinando, desfachatadamente están ocupando un lugar y diciendo: ‘Y sí, yo pienso que a los pobres hay que matarlos a todos, ¿y?, ¿cuál es el problema?’. ‘Él dice lo que piensa.’ Se valoriza esa mierda."

Es muy loco pensar que muchas veces la realidad supera a la ficción. El año pasado, por ejemplo, la esposa de Bolsonaro, Michelle, dijo que la Biblia ordenaba votar a la derecha. Imagino que mujeres como ella habrán sido una referencia a la hora de trabajar a Elena, ¿no?

–Sí, pero no me inspiré en una sola, sino en varias. Observé a la mujer de Bolsonaro, observé a aquella que fue presidenta interina de Bolivia y asumió con la Biblia en la mano (N. de la R.: Jeanine Áñez, quien asumió después del golpe de Estado a Evo Morales). Algunas periodistas también me resultan muy inspiradoras, y hasta en el set me llegaron a decir: “Pero nos hacés acordar a…”. Y sí (se ríe).

Hay un poco de todo eso, ese énfasis, esa cosa tan extrema; creo que mucho de eso está pasando: los extremismos, los fundamentalismos están reinando, desfachatadamente están ocupando un lugar y diciendo: “Y sí, yo pienso que a los pobres hay que matarlos a todos, ¿y?, ¿cuál es el problema?”. “Él dice lo que piensa.” Se valoriza esa mierda; entonces, hay algo de ese extremismo que en la ficción te resuena, y es divertido actuarlo.

¿Es cierto que desde que hacés a la pastora te piden bendiciones por la calle?

–Sí, los leitmotiv de los personajes (se ríe). Antes, en la época de los programas de televisión, cuando interpretaba a esas mujeres tan porteñas que escribe Campanella, se me consideraba una buena puteadora. Entonces me decían por la calle: “Mercedes, ¿te puedo pedir que me putees?”. “Bueno, sí: Andate a la puta que te parió.” Iba en el auto manejando y por la ventana me gritaban. Y ahora es: “Pastora, ¡una bendición!”. “¡Bendiciones!” Pasé de que me pidieran puteadas a bendiciones (se ríe).

–Después de más de 40 años en el oficio, ¿de vez en cuando te gustaría volver al anonimato?

–Yo me mantengo en el anonimato. No sé si se debe a que no voy de actriz por la vida, a que no voy fijándome quién me mira y quién no me mira, porque me molesta mucho la mirada, en general. Sentirme observada me tensiona, no me relaja. Soy una persona muy colgada; no siento que, como soy actriz y la gente me ve, tengo una imagen y me tengo que producir para ir al supermercado, no.

"Yo me mantengo en el anonimato. No sé si se debe a que no voy de actriz por la vida, a que no voy fijándome quién me mira y quién no me mira, porque me molesta mucho la mirada, en general. Sentirme observada me tensiona."

Y también porque creo que he podido establecer un vínculo con el público, a lo largo de todos estos años, en el que me siento muy respetada y querida, no me siento invadida. Salvo en dos o tres momentos muy particulares de mi vida, como las separaciones, que provocan esa cosa loca de que te rompen las bolas, te hacen guardias… Pero siempre generado por la prensa. El público no me molesta. Siempre es muy respetuoso conmigo.

–Decías que te molesta la mirada, qué loco que te pase eso siendo actriz.

–Me gusta que me miren cuando actúo, pero cuando no estoy actuando, cuando no estoy en un set o en un teatro, me olvido; si no, se vuelve un peso insoportable.

Mercedes Morán sabe que está en un gran momento de su carrera. El estreno de Netflix no es el único que tiene en agenda para este año. Empieza el baile, película que protagoniza junto a Darío Grandinetti, se presentará en cines el 20 de abril, y acaba de terminar el rodaje de Elena sabe, adaptación de la novela homónima de Claudia Piñeiro. En esta última, le tocó el desafío de interpretar a una mujer con párkinson que se hace responsable de la investigación por la repentina muerte de su hija, Rita. Además de compartir elenco con Érica Rivas, lo hará con su hija, Mey Scapola.

Hace un tiempo hablábamos con Cecilia Roth y nos decía que le preocupa que, a partir de cierta edad, ya no se cuentan historias de mujeres. ¿Cómo lo vivís vos teniendo tanto trabajo?

–Bueno, primero, siempre me siento muy privilegiada. En este último tiempo he tenido la suerte de que me eligieran para contar historias de mujeres de mi edad o más grandes que yo. Así que, hasta ahora, estoy en el terreno de lo excepcional, digo, no les pasa a la mayoría de las actrices.

"Hay que atreverse a hacer a una mujer mayor, a una mujer cuya sensualidad no es lo primero que tiene sobre la mesa. Como el mercado te sigue pidiendo que seas joven, apetecible, sexi, cogible, es muy difícil mostrarse en esos roles."

Pero también debo decir, para ser completamente honesta, que yo no les hago asco a los personajes. Si vos mirás cuáles son mis últimos trabajos, la película que estoy por estrenar y la que terminé de rodar, en una hago de una mujer más grande que yo y en la otra hago de una mujer enferma. Lo cual para mí es un descanso, pero hay que atreverse a hacerlas.

–¿En qué sentido?

–Hay que atreverse a hacer a una mujer mayor, a una mujer cuyas belleza y sensualidad no son lo primero que tiene sobre la mesa. A las actrices nos van pasando esas cosas, dejamos de ser “la pareja de” para ser la madre, después la abuela… Y es muy perturbador. Como el mercado te sigue pidiendo que seas la mujer joven, apetecible, sexi, cogible y que no envejezcas, es muy difícil mostrarse en esos roles.

A mí, el hecho de ingresar en esta etapa me da una libertad absoluta de estar pendiente si estoy cinco minutos más joven, cinco minutos más vieja. Este momento de mi vida y estas películas me ayudan a trascender ese mandato horrible del que todas somos víctimas, las actrices y las que no son actrices: el tema de la edad. Pero me siento muy muy privilegiada y muy afortunada, porque sé que lo que dijo Ceci es algo que sucede.

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