Nina Raine: "En el teatro me puedo esconder detrás de los personajes y no tengo la obligación de explicar cuál es el mensaje que quiero transmitir"
La reconocida dramaturga inglesa visitó la Argentina para presentar la versión porteña de "Consentimiento", la obra que debutó en Londres en 2017 y ahora hizo lo propio en Buenos Aires, de la mano de las directoras Carla Calabrese y Mela Lenoir.
Si hay algo que la modernidad no pudo cambiar, es el valor de ciertas ceremonias comunitarias. El teatro, sin dudas, es la más sagrada de todas. Y los ingleses, aunque son conocidos por custodiar las tradiciones, aceptan que ese espacio consagrado renueve sus lenguajes expresivos. Esto mismo se puede observar en Consentimiento, la obra escrita por Nina Raine que fue presentada en Londres en 2017 y ahora hizo lo propio en Buenos Aires.
La dramaturga forma parte de una dinastía de escritores (entre los que se destaca su tío abuelo, Boris Pasternak, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1958) y se graduó en la universidad de Oxford convencida de que su camino literario no era sólo parte de una herencia familiar. “La escritura siempre fue una forma de vida potencial por mis orígenes y supe que podía vivir de ella; nunca fue un conflicto pensar en dedicarme a ella, pero también tuve en claro que no me convertiría en poeta como mi padre.”
Fue así que Raine eligió el teatro como soporte para criticar a la sociedad en la que vivimos, renovando el compromiso en cada una de sus obras en las que aborda con maestría temas acuciantes como la violencia sexual, la discriminación y otros horrores cotidianos.
En Consentimiento mezcla lo trágico con lo humorístico con un objetivo claro: poner en crisis el concepto de verdad. En la versión que se ve en el Teatro Maipo, dirigida por Carla Calabrese y Mela Lenoir, abundan las referencias a la realidad argentina. Incluso, se destaca la escenografía hecha de cartón, un material sólido en una primera instancia, pero que luego se vuelve descartable.

-Venís de una familia vinculada a las letras. ¿Tu llegada al mundo del teatro fue casual?
-Mi padre es poeta, pero escribió una ópera que se representó en Gainsborough, Reino Unido, y cuando la fui a ver, me encontré con ese mundo de escenas y movimientos. Tenía apenas 11 años, y al recorrer el backstage y los telones se encendió algo dentro de mí. Cuando estaba en la universidad, él escribió una versión de Andrómaca, de Racine, que dirigió Patrick Marber en el Teatro Almeida. En ese momento pensé en que me encantaría escribir algo semejante.
-¿Te sentís más libre como dramaturga?
-Sí, en el teatro me puedo esconder detrás de los personajes y no tengo la obligación de explicar cuál es el mensaje que quiero transmitir. Cada personaje piensa de cierta manera y así se comporta.
-En "Consentimiento" se habla de hechos trágicos. Sin embargo, el humor emerge repetidamente planteando un debate ético a los espectadores. ¿Es un efecto buscado?
-Según mi parecer, la comedia está totalmente conectada con el drama. Los abogados pueden ser muy brutales en las escenas del juicio, y también pueden entrar en una comedia cuando están en su casa. Son dimensiones que se entretejen cuando la vida profesional se empieza a mezclar con la vida cotidiana. El humor queda naturalmente intercalado con la contundencia de los hechos. Sin duda, eso modifica al espectador en su fuero interno.

-Y lo enfrenta a un debate ético sobre sus propias acciones. ¿Es un recurso artificial?
-No, porque en la vida el humor no está separado de la tragedia. Por esa razón, la combinación le agrega una cuota de verdad al relato. Y así el público se siente atraído.
-¿Es una trampa para el público?
-No exactamente. Hacer alusión al humor es un recurso que le permite sumergirse en la historia para poder soportarla. De lo contrario, podría querer escaparse de la sala para tomarse un helado. Se puede llegar a lugares muy profundos de esa manera.
-El desarrollo de la obra incluye un intervalo. ¿A qué se debe esta decisión?
-En Inglaterra es normal. La obra me parecería súper larga si no tuviera ese intervalo. De hecho, creo que esa pausa es muy importante, porque cuando se cuentan historias como ésta, el espectador necesita un respiro para debatir, tomarse un recreo y volver a la sala con otra mirada. En Inglaterra, habitualmente, la gente no se ríe en el primer acto y es precisamente en la pausa donde entiende que se pueden relajar.
-¿Podría decirse que la obra les da una segunda oportunidad?
-Absolutamente, al fin y al cabo de eso se trata la vida.

La charla se interrumpe, Nina se disculpa porque debe retirarse; la actriz estadounidense Glenn Close la espera para un encuentro virtual. La curiosidad nos invade y queda en el ambiente la sensación de que algo muy importante está por ocurrir, tal como sucede en el teatro.
Un texto inglés con una mirada argentina
Carla Calabrese y Mela Lenoir se hacen cargo conjuntamente de la dirección de Consentimiento. Sobre la elección de la pieza, Lenoir explica que el libro llegó a sus manos y fue un amor a primera vista. “Lo leí y le traje la propuesta a Carla; cuando vimos la versión inglesa por streaming, nos dimos cuenta de que estábamos ante una gran obra.”

Entre los desafíos que planteó la adaptación, las directoras señalan que establecer las diferencias entre los sistemas de justicia les exigió una dedicación especial, razón por la cual recurrieron al asesoramiento de abogados. “En Inglaterra, por ejemplo, las víctimas influyen en la pena a través de una Declaración de impacto que se basa en la pericia psicológica; esa instancia no existe en la Argentina”, explica Lenoir. Un capítulo aparte son los muebles de cartón que eligieron para ambientar las escenas. Lo descartable del cartón representa aquello que puede ser sólido en una primera instancia, pero profundamente vulnerable, como las relaciones humanas. “El cartón se moja un poco y se desmorona, y puede convertirse en una pila de basura; con las relaciones pasa lo mismo”, agrega.
Fotos: Chanas Scigliotti