Alejandro Vigil: "Que me llamen 'El Messi del Vino' me llena de orgullo"

El gran enólogo acaba de ser incluido entre los 100 Master Winemakers de todo el mundo por The Drink Businness. En esta entrevista habla de su exitoso presente y de un futuro donde, como en cada cosa que piensa y hace, está involucrado el del vino argentino.

Relacionar el arte de hacer vinos de Alejandro Vigil con algo tan abstracto como los números puede ser un pecado o mero reduccionismo. Y sin embargo desde hace un lustro el nombre del winemaker maravilla, jefe de Enología de Catena Zapata y socio junto a Adrianna Catena de la exitosa bodega El Enemigo, no puede ser pronunciado sin añadirle una estadística.

Desde los primeros 100 puntos Parker (N de la R: el sistema de puntuación creado por el crítico Robet Parker en los años 70 y que se difunde en la prestigiosa publicación The Wine Advocate) logrados por dos vinos argentinos en 2018 (Gran Enemigo Single Vineyard Gualtallary Cabernet Franc 2013 y Catena Zapata Adrianna Vineyard River Stones 2016), hasta la muy reciente decisión del medio especializado en bebidas The Drink Business de incluirlo entre los 100 Master Winemakers de todo el mundo (junto con la medalla de oro a su vino El Enemigo Malbec 2019 y la Master Medal al Gran Enemigo Blend 2018), Vigil no hace más que acumular logros.

Tantos, que lo persigue un mote del que intenta distanciarse, aunque, felizmente resignado, lo acepte con orgullo, agradecimiento, y, como admite, “un poco de vergüenza”: “El Messi del vino”. Muy apropiado para estos tiempos, donde el 10 de la Selección logró, Mundial de Qatar mediante, la demorada idolatría de todo el pueblo argentino. Un poco como lo que pasa con Alejando, considerado por la prestigiosa revista Decanter como uno de los enólogos más influyentes del mundo, cuando el tema son el vino y sus indiscutibles referentes.  

Aún emocionado con el resultado del Festival del Tomate organizado por su incansable compañera, María Sance, y que él acompañó (“Habíamos invitado doscientas personas y terminaron pasando más de mil, con setecientas en forma permanente”, dice con asombro), el hombre que sabe de convocar gente alrededor del vino (junto a María y el Flaco Gabrielli, de El Relator Wines, organizan también la Chachingo Wine Fair desde 2017) interrumpe la ardua labor que impone la vendimia en esta época del año para charlar con "El Planeta Urbano".

“Estamos con la cosecha, que lleva tiempo. Ahora estoy terminando blancas y empezando con Merlot y Malbec de las zonas bajas, pero en esta época se empieza a mezclar”, informa de buena gana Vigil, que atiende dos frentes (ese monstruo de volumen y trascendencia mundial que es Catena, y el trabajo a menor escala —pero igual de importante— en que lo sume El Enemigo) de la manera más natural posible.

En ese sentido, su labor se parece bastante a lo que piensa del vino y lanza como un mantra filosófico: “Siempre lo he visto como parte del almuerzo, de la cena, del compartir. Para mí el vino es alimento, nunca lo vi como algo distinto”.

TIEMPO DE RECOLECCIÓN

- ¿Cómo viene la cosecha de este año?

- El 2022 ha sido un gran año. Pasa que venimos de dos grandes cosechas como han sido las de 2019 y 2021 y es difícil comparar. La 2023 viene bien pero con poca uva. Tuvimos heladas y granizo, que generalmente no afecta tanto. Pero la calidad está muy bien y estamos muy felices. Le tengo mucha fe a los vinos de esta campaña.

- Este año cumplís 50, ¿cómo los recibís?

- Muy bien. Creo que a las edades uno llega de la forma que puede y quiere; en mi caso, haciendo lo que me gusta y revisando todo el tiempo lo que quiero hacer. Es un sueño todo lo que está pasando y lo que ha pasado en los últimos años: hacer vino y dedicarme a esto en un país donde no todo el mundo puede hacer lo que quiere y lo que le gusta.

- Acabás de recibir otra distinción, ¿creés que cada vez que te premian es también un reconocimiento al vino argentino?

- Es que es eso: no están premiando a una persona sino a una región. Para mí ahí está el punto fundamental, y es lo que está pasando en la viticultura, ¿no? Es impresionante que nos den puntajes. Después, nadie se acuerda de quién sacó los 100 puntos, lo que queda es que en una región hay 100 puntos. Hemos logrado convencer al mundo de que podemos competir con regiones de cualquier otro lugar y que hacemos calidad, nos dedicamos a eso y nos gusta. Investigamos, trabajamos, no es que pasa por casualidad.

- ¿Te parece que responde también a una tendencia mundial en vinos donde la Argentina ya está más naturalmente insertada?

- Yo creo que lo que tiene la Argentina, y eso es lo lindo de nuestra viticultura, es una diversidad de suelos, de climas y de alturas que nos permiten hacer todo tipo de vinos. Entonces, lo importante es no perder la identidad de las zonas. De una región caliente van a seguir saliendo vinos concentrados, como los que nos pusieron en el mapa hace décadas; pero estar en zonas altas (algo que ocurre hace muy poco, pensá que no llevamos ni 30 años trabajando en Gualtallary o Chacayes) es fundamental para entender el cambio que hemos tenido, En los últimos 20 años, el 80% de los viñedos que se plantaron son en Valle de Uco.

“Entonces” —sigue— “lo que está pasando es que vamos sumando estilos a las posibilidades que nos da nuestro terroir; y lo estamos haciendo bien porque no estamos igualando las zonas, sino dándole identidad a cada una de ellas. Y a través de ese entendimiento, además de poner el paisaje en la botella, también se puede distinguir el año de ese paisaje que aparece en el vino. En años fríos tenemos un paisaje, en años lluviosos, otro, y en años fríos, otro, aunque siempre sea el mismo. Poner en esa botella todo lo que ocurre en un año, en ese lugar, es lo que nos está permitiendo no solamente diferenciarnos sino también —algo que se ha visto en los últimos 7, 8 o 10 años— hablar de añadas”.

- Ya no hay una sola manera de hacer vino…

- Antes igualábamos porque cosechábamos todo lo más tarde posible, y en esa tarea después hacíamos maceraciones larguísimas, todo en madera nueva. Y ahora estamos tan compenetrados en esto que estamos intentando —digo, que sea la zona la que se identifique y no los enólogos, esta obsesión que estamos teniendo por el terroir—, que nos está llevando a esa diversidad enorme de vinos que nos permite entrar en todo los mercados y todos los segmentos.

- La gran Elisabeth Checa decía que en la Argentina no hay vinos malos, ¿coincidís?

- Yo siempre digo que hoy en día uno tiene que tener muy mala suerte para comprar un vino hecho en la Argentina y que salga malo. Es algo que viene sucediendo en los últimos tiempos y es notorio. En los años 80 podías equivocarte, pero hoy es muy difícil. Y eso es un exitazo para nosotros: que la gente sepa que un vino argentino le va a dar calidad y por menos plata. No hay nada mejor que el hecho de que nos vean de esa forma.

- Además hay una gran diversidad de estilos.

- Me sorprende ver de todo hoy en góndola; y creo que eso, aparte de nuestra diversidad agronómica, muestra un crecimiento intelectual sobre el vino que hace que pase a ser algo muy fácil, que no tiene que ver con una marca sino con el me gusta o no me gusta. Una versión si querés media naif pero que marca lo que estamos viviendo.

. En ese sentido, ¿creés que por fin en la Argentina se puede ver un poco más allá del Malbec?

- Si, se puede, pero entendiendo que nuestro trabajo fuerte tiene que ser con el Malbec. Si nosotros no entendemos eso, estamos perdiendo el tiempo. Podemos trabajar con mil varietales: Garnacha, Pinot Noir, Cabernet Franc, pero no podemos dejar de trabajar el Malbec, observando qué pasa en cada zona que lo plantamos. Comprenderlo e interpretarlo es un trabajo bastante nuevo que nos va a llevar muchos años.

- También parece haber nacido una nueva era para los blancos, ¿no?

- Y van a ir creciendo cada vez más. El oeste de Mendoza ya está saturado porque no tenemos agua y van a ir apareciendo otras zonas, nuevos varietales, nuevos estilos, de Tandil, Córdoba, Río Negro (donde tenemos que empezar a plantar en serio). Recién comienza esto. En el futuro va a ser lindo ver qué está pasando en cada una de estas zonas: altas, bajas, de influencia atlántica, con suelos arenosos, suelos calcáreos. Hoy debería embargarnos la curiosidad por esas zonas nuevas, estar pendientes de todo eso e intentar ser parte.

Gran Enemigo Single Vineyard Gualtallary Cabernet Franc, el primer 100 puntos Parker de la bodega.

ASESOR NO, DIRIGENTE SÍ

Desde que Alejandro y María crearon Casa Vigil, en Chachingo, Maipú, el lugar se convirtió en parada obligada para todos aquellos que quieran vivir una experiencia enogastronómica única en Mendoza. Un espacio enorme que, desde su estética, rinde culto a la Divina Comedia, y cuya propuesta incluye una cocina elaborada con productos de la huerta familiar, en acuerdo con los grandes vinos de El Enemigo.

El que haya que atravesar un viñedo, una huerta y un jardín de frutales para descubrirlo, tiene algo de epifánico. Como si antes de hallar el sorprendente enclave, donde lo lúdico y lo artístico se amalgaman, fuera necesaria esa serie de amables obstáculos. Y acaso esa magia sea la que lleva a una cantidad enorme de turistas, día tras día, a visitarlo.

- ¿Qué creés que pasa en particular con Casa Vigil y El Enemigo? Hace poco estaba en el aeropuerto de Mendoza y la mayoría de la gente —sobre todo turistas extranjeros— subía al avión con cajas de tu vino.

- Creo que hay mucha gente identificada con lo que hago. Yo siempre digo que, dentro de los bebedores, soy el más normal, y hago vinos que me gustan a mí, por lo cual les van a gustar a un gran porcentaje de la población. Creo que ahí hay una ganancia. Y esa transparencia de la que hablábamos hacia un sitio, hacia un concepto que ha permanecido en los últimos 20 años, refleja una consistencia. La gente cree en el producto y me lo hace saber de esa forma.

- El hecho de que —en materia de vinos— conviertas en oro todo lo que tocás, ¿hace que seas muy requerido por otras bodegas y empresas para asesoramientos? Y en ese caso, ¿te cuesta decir que no?

- El no no me cuesta para nada (risas). Primero, porque no me da el tiempo, y segundo porque yo trabajo con Catena y ahí puedo hacer vino en muchas regiones de país y de todos los estilos, lo que hace que mi curiosidad esté totalmente resuelta. Hay otros aspectos que sí necesito y son cosas que no hago con el vino: gastronomía, o plantar tomates, qué se yo. Cosas que me dan curiosidad y las puedo cubrir armando equipos.

Casa Vigil, un enclave vinícola, gastronómico y artístico con la impronta de la Divina Comedia.

- Una propuesta sí aceptaste: desde el año pasado sos el presidente de Wines of Argentina (WoFA).

- Me convencieron (se ríe). Yo no quería, pero básicamente no me dieron alternativa. Había un tema interno de la entidad y me dijeron que yo era el único que lo podía solucionar. Tomé las riendas, pidiendo que todos me ayudaran, ordenando hacia adentro y trabajando conceptualmente con el vino argentino, atendiendo cosas en las que todavía necesitamos crecer en lo interno. Ya será el tiempo de crecer hacia afuera nuevamente, algo en lo que WoFA en los últimos tiempos estuvo un poquito corrida de su lugar.

- Hablando de mirar para afuera, Casa Vigil trabaja mucho con el turismo extranjero; ¿ya está a pleno la actividad?

- No hemos tenido el mejor enero/febrero, pero es normal. Ahora estamos a pleno. Una de las cosas más importantes que tiene hoy el vino es que acompaña al turismo. Y eso es muy bueno porque necesitás servicio, lo que se traduce en mucha gente trabajando.

- Son varios los locales que abriste alrededor de El Enemigo. ¿el plan es seguir expandiéndote?

- Tenemos como 10 o 12 lugares, ya ni me acuerdo. Pero mientras encontremos sitios y haya equipo, vamos a seguir buscando, claro. Pensá que en Catena yo trabajo con el mismo equipo hace casi 20 años. Roy (Urbieta), que es el más joven, empezó a trabajar conmigo en 2006, tenía 18 años. Son equipos ya muy consolidados, y eso es lo que te permite también crecer.

TRABAJAR LA TIERRA Y PODER CONTARLO

Alejandro es Ingeniero Agrónomo. Y María, su mujer, es nacida y criada en Carrizal, en la zona de Luján de Cuyo. Ambos son padres de Juan Cruz, de 14 años, y Giuliana, de 11. “Nosotros vivimos 11 años en la casa donde nació María y nos dedicábamos no solamente a viñedos sino que teníamos tomates, repollitos de Bruselas, hacíamos maíz. Sentimos mucho esa zona”, cuenta Alejandro. De ese amor por la tierra nació Labrar, “un proyecto basado en el origen que tenemos con María de agricultores”, explica.

“Ahora tenemos campos en Carrizal, obviamente también acá en Chachingo, y estamos trabajando mucho con productores. Nuestra idea básicamente es que la gente pueda vivir de la agricultura. Así que teniendo todos estos restaurantes y todas las posibilidades de comercializar nuestros productos, empezamos con eso y creamos un concepto de conservas que nos gusta y nos ha resultado muy bueno, tanto para comercializar como para usar en los locales”, cuenta.

Alejandro y María, un solo corazón y un mismo brindos.

- El último fin de semana de febrero hicieron su primer evento puramente gastronómico, la Fiesta del Tomate, ¿cómo fue la experiencia?

- Fue una celebración con esos productores con los que comenzamos a trabajar hace tiempo y se armó un festival hermoso. Más allá de que uno participa, se armó un equipo que estuvo en la puesta de funcionamiento del festival, y no solamente eso sino que vinieron productores que ofrecieron sus tomates a los gastronómicos.

Fue una gran feria, María fue la líder, lo pensó muy amplio y la verdad que salió perfecto. Yo emocionadísimo viendo como se vendieron tomates, verduras orgánicas, me pareció muy buena idea y un concepto que no se había hecho. Tuvimos un cierre musical con Hilda Lizarazu, el Zorrito Von Quintiero, fue increíble. Se nos escapó de las manos, realmente. Vino la gente de Boragó (Chile), de Manzanar (Uruguay), Fran Rosat y Hernán Viva, de Mar del Plata, nuestro chef de Chachingo, Iván Azar, estuvo también el chef de Azafrán. Vinieron muchos gastronómicos también, fue muy bonito.

FINAL A TODO VINO

- Cuando en 2013 apareció El Enemigo, muchos de los que conocían tu historia con Catena se preguntaron si el hecho de que tuvieras una bodega propia no sería un foco de conflicto. El tiempo demostró que fue todo lo contrario…

- Nosotros vivimos la aparición de El Enemigo como un potenciador, una posibilidad de cubrir mis necesidades pero viendo que todos estuviéramos felices. Finalmente se dio de esa forma y funcionó mejor que lo que podíamos pensar. Con Adrianna hemos reforzado el vínculo y de hecho hemos comprado en la Sierras de Gredo (España) cuatro viñeditos y estamos con un proyecto allá.

¿Podés contarnos un poco más?

- Hace muchos años venimos buscado algo en esa zona de España, que nos gusta mucho. No se daba, y hace cuestión de un año apareció una gran posibilidad sobre un viñedo de siete hectáreas y media. Cuando se dio aparecieron otros dos, también chiquitos, y nos lanzamos. Empezamos en esa zona, que ya tiene un vino famoso que se llama El Reventón —una Garnacha—, y logramos comprarlo. Ahora estamos armando una pequeña bodega para elaborar esos vinos. Este año lo hicimos en una cooperativa y la cosa va creciendo.

¿Será para comercializar acá o en Europa?

- Vamos a ir viendo cómo lo manejamos. En principio es para vender en todos lados: en Europa y acá. Nuestro mejor mercado finalmente es Argentina, así que también lo vamos a intentar acá.

- En términos de exportación, a cuántos países vende El Enemigo?

- Exportamos como a 50 países. Lo que pasa es que el mercado doméstico nos supera. Afuera tenemos Single Vineyard Bonarda, que acá no se consigue; pero básicamente son 10 etiquetas las que más vendemos.

¿Y cómo hacés para balancear el trabajo entre las dos bodegas?

- Catena y El Enemigo son la misma cosa para mí: yo hago vino. Mi trabajo, como te decía, es reflejar la zona, entonces me es muy difícil pensar en un proyecto por encima del otro. Catena, El Enemigo, Lucca, Domaine Nico, son proyectos donde me encanta trabajar, en forma directa o en forma indirecta (como en Lucca o La Posta); pero todas me gustan y me dan la posibilidad de crecer en lo personal y resolver mi curiosidad, que es lo que más me interesa.

Mirá, nosotros tenemos que pensar fuera de la coyuntura, donde hemos hecho un trabajo muy importante para poder ir creciendo y consolidando nuestra marca argentina en el mundo. Creo que todos estos premios y puntos de los que hablábamos al principio son fundamentales para que sigamos creciendo. Seguir teniendo una línea de trabajo en común también es importante, e ir tendiendo puentes entre todos, entendiendo que nosotros somos el 2.5% del comercio exterior. Por lo cual todavía hay un 97 y pico por ciento que conquistar.

- Finalmente, ¿cuál es el secreto?

- En esto no hay plan B: hay que dedicarse de lleno, sentirlo, vivirlo; yo lo hago desde que tengo uso de razón, no tengo otra forma de vida. Tocar con las manos la tierra y sentir la aspereza de la viña y vivirlo de esa forma es el camino; tardás más o menos en cumplir ciertos objetivos personales, pero siempre hay que pensar que el objetivo final va siempre por encima de lo propio. Y la honestidad en el trabajo, la simpleza en la vida, la humildad frente a las cosas y ser constante y consistente tienen que ser el camino.

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