Andy Cherniavsky se confiesa: "Me hubiese gustado haber tenido otra vida"
La más rockera de las fotógrafas abre su archivo personal para revelar el anecdotario de las vanguardias de los 80, los 90 y los 2000 junto con un recorrido doloroso y valiente. La apuesta mayor de una artista consagrada que se define como “una gran laburante”.
Con la dictadura cívico-militar aún vigente, sin sus padres, con un hermano menor a cargo y con nada (nada) de experiencia, una jovencísima Andy Cherniavsky se abrió camino en el mundo de la fotografía y, particularmente, en el rock de los agitados años ochenta.
Cámara en mano supo acompañar a leyendas como Charly García, Andrés Calamaro, Virus y Soda Stereo, por nombrar algunos, y le imprimió su estética a la escena nacional de esa década así como también a la publicidad de los noventa y al arte fotográfico de los 2000.
Todo eso y más repasa en "Acceso directo", su libro de memorias que ahora llega al cine en forma de película documental dirigida por Eduardo Raspo y bajo el nombre de "Expuesta".
–Tardaste mucho en aceptar que se hiciera esta película, ¿la ves y pensás “¿por qué me demoré?”?
–No, no pienso eso; la veo y me emociono, me duele la película, esa nena que fui y que por suerte supo salir ilesa de eso, del rock, de mis viejos, que por suerte supieron reparar con tiempo todo el desastre que hicieron. Me duele, me duele mucho. Me costó decirle que sí a Eduardo Raspo y ahora estoy contenta porque soy crítica de mi trabajo. Me pasó con el libro, "Acceso directo", que no lo volví a leer.

–Soltás.
–Suelto, suelto. Estoy pensando en mañana, en el próximo laburo, nunca miro hacia atrás.
–¿Y cómo te sentiste con esta gran mirada hacia atrás?
–Al estar mi vida, me siento muy expuesta, muy, y me duele, me duele mucho la película. Pero creo que es una gran enseñanza y que va a crecer mucho a medida que la vean. Soy una gran laburante y la película tendrá que hacer el recorrido que tenga que hacer, lo mismo que el libro.
–¿Qué distingue a las dos experiencias?
–Son tonos distintos; la película es muy introspectiva y me es más fuerte, porque una cosa es leer el libro en tu casa solito y otra es estar en el cine con otras personas, repasando partes de la vida que me duelen y otras que me encantan.

–¿Por ejemplo?
–Me encanta haber sido parte del rock, me siento realmente parte de ese movimiento y me gusta. También me gusta que Hilda Lizarazu haya hecho la canción de la película y me gusta haberla hecho. Fue duro, pero estoy muy contenta, es un producto del que estoy orgullosa porque tiene cosas divertidas y terribles, es parte de la historia, y creo que es lo que más me gusta de mi trabajo.
Una se esconde tras la cámara fotográfica, es un lugar donde mirás sin ser muy visto, por eso no hay muchas fotos de mí, porque siempre estoy escondida, soy bastante fóbica, de chica fui muy insegura mientras hacía todo eso.
–¿Sos nostálgica de esa época?
–No, ni loca subiría a un escenario a hacer fotos hoy, lo tengo recontra tachado, miro solo el archivo, porque está muy vivo, en documentales, en libros, en revistas, en nuevas publicaciones... Nunca estuvo tan vivo como ahora, que hay una revaloración de mi trabajo.
Me escriben mucho por Instagram diciendo “yo hubiera querido vivir una cuarta parte de lo que vos viviste”, pero a mí me hubiese gustado tener otra vida; quería ser una nena normal, quería ir a almorzar con mi familia, acostarme en la cama con unos padres que no estaban.

–¿El rock fue como una familia sustituta?
–Sí, en el rock éramos todos unos desarraigados, porque ser rockero en la Argentina no se podía, estaban prohibidos en la radio Charly, Spinetta... hasta Gardel estaba prohibido. Éramos unos parias, no podíamos adueñarnos de un lugar: no podías ir a recitales, no había cosas importadas, no había cámaras, no había flashes, no había libros, no había revistas, no había discos, teles... no teníamos nada, solo nos teníamos a nosotros.
Vos escuchás “Marcha de la bronca”, de Pedro y Pablo, y pensás “estos tipos tenían unas terribles pelotas para salir a decir eso”. Ahora vengo de Colombia, de dar clase en una universidad, que es algo muy importante para mí, porque me hubiese encantado estudiar fotografía en una universidad, me hubiera encantado ir a Nueva York, todo lo que no pude.
Creo que la inseguridad me venía porque yo no tenía a ningún profe para decirle “¿está bien esto?”, y me aterrorizaba no saber qué estaba bien y qué estaba mal. En esa época ni nos pagaban, era de onda, y lo bueno era que no existía la industria. Charly hacía las cosas por amor a la música y yo por amor a la fotografía; iba con Serú Girán al Teatro de la Cova, de San Isidro, y después no salía nada porque no había luz, ni un seguidor, y no tenía a quién preguntarle.
–¿Te costó adaptarte a otros rubros?
–No, tengo una avidez grande por aprender, y en el momento en que me empieza a aburrir algo, me voy. No es que del rock me aburrí, sino que no tenía desafíos y encima me tenía que enfrentar a la violencia, mientras que en la moda, en la publicidad, era todo figuritas de color, peinadores, maquilladores, vestidos increíbles...

–¿No te sentías sola?
–No, ya estaba más grande, más segura de mí misma, aunque en la fotografía siempre hay algo de duda: ¿estará bien? ¿le gustará? Después aumenta la mirada, son muchos más los que opinan. Trabajar con celebrities, que lo hice en los 2000, es muy difícil también, cambiaron las cosas; en el rock podías zapar más.
–¿Qué música escuchás?
–Escucho mucha música vieja, tengo amigos que cantan y nos juntamos en casa. Voy a ver cosas nuevas, me gusta, pero fui a ver a Fito Páez y sentí “esto es lo mío”. Le escribí y le dije “fue como la primera vez, bailé, canté...”.
Vuelvo a esa época muchísimo y también soy muy curiosa con la música, me gustan mucho Conociendo Rusia, Bandalos Chinos. Mi hija siempre me muestra algo; me gusta que se haya criado con el rock de los ochenta y ahora ella me muestre cosas.
Muchas veces en el auto le pregunto “¿eso qué es?” cuando me resuena algo que tiene que ver con lo que me gusta; las canciones, las letras, lindas melodías, algo que decir, que transmitir. En cuanto veo algo que me emociona un poco, me interesa.
Fotos: Alejandro Calderone Caviglia