Mía Baccanelli, activista de la diversidad corporal: "Lo que molesta es que una se sienta cómoda con su propio cuerpo"
Esta nota no debería existir. Mía Baccanelli no tendría que militar la diversidad corporal ni yo entrevistarla para hablar sobre cómo fue crecer en un cuerpo que rompe con los estereotipos impuestos. En un mundo ideal, estas líneas no serían escritas. Pero en un país en el que la Sociedad de Pediatría alerta que una de cada tres mujeres jóvenes padece trastornos alimenticios, lo que hace Mía desde sus redes sociales se convierte en indispensable.
Los más de 20 mil seguidores que tiene en su cuenta @miukidelapipol le dieron follow a una persona que se describe como comunicadora y activista, pero es mucho más que eso. Porque Mía, además, es modelo, lanzó un libro y tiene un podcast que indaga en temáticas relacionadas con el cuerpo.
Mía (26) creció en una familia “paquetísima” de Beccar. A los 4 años le lloraba a su abuela si se enteraba de que había comido ñoquis sin ella y a los 8 le sacaban la panera de la mesa. No resiente de su familia por eso, entiende las construcciones que a ellos también los formaron. Pero un día decidió romper con esa estructura. La cuenta de Instagram desde la que a los 20 años hacía humor se convirtió en un medio para comunicar algo más importante.
“Antes hacía jodas en la calle, entraba al supermercado y preguntaba en qué góndola estaba el amor de mi vida. Después empecé a filmarme con un estilo más standapero, pero mucho con este discurso de ‘yo soy gordita, nadie me da bola, soy divertida y simpática’. Un horror”, recuerda. Es que ella se veía así, como la que nunca entraba en los mismos parámetros que sus amigas del colegio: “Eran lindas, flacas, y yo siempre estaba corriendo detrás de la zanahoria”.
–¿A qué edad empezaste tu primera dieta?
–A los 8 años fui a una fundación del horror, en la que te enseñaban sobre nutrición pero medio que te adoctrinaban y te dejaban comer porquerías que hoy lo pienso y no lo puedo creer. Después, en el secundario, ya me llevaba la lunchera porque me daba vergüenza comer en el comedor; ahí empezaron los mambos. Lo loco es que hoy veo fotos de ese momento y pienso que era divina, pero había algo en mi cabeza que nunca se sentía conforme, estaba en lucha permanente. Hoy, a veces, me sigue pasando. Siempre digo en Instagram que no es que la tenga re clara, el fantasma sigue apareciendo.
–Cada una tiene su monstruo, y somos varias las que crecimos con la idea de que ser flaca es sinónimo de ser linda. Los desfiles de Giordano y las modelos de Pancho Dotto eran un aspiracional.
–Tal cual. Yo iba a veranear a Punta del Este y decía: “Quiero ser esto”. Pero a los 22 años me fui de intercambio a Barcelona y ahí hubo un cambio en mi conciencia. Yo pensaba: “¿Este chico me está dando bola a mí?, ¿yo también soy linda?”. En la playa veía otros cuerpos, gente desnuda, había una liberación que no había visto antes. En ese viaje engordé mucho porque estaba gozando. Estaba divina, bronceada, despampanante, pero seguía este monstruito en mi cabeza. Entonces me planteé, al volver, arrancar con un nutricionista al que había ido una amiga, a quien había visto adelgazar un montón y rápido. Acá hice el cambio radical de mi vida. Este médico te daba pastillas, me estaba dopando con ansiolíticos, ¿entendés?

–¿Eso te hizo hacer el clic?
–Ahí empecé con medicina ayurveda, empecé a tener una conciencia muy distinta de la corporalidad. Ese año hice un posteo que todavía recuerdo; fue el primero que hice hablando de esto, diciendo algo así como: “Mi cuerpo es increíble y no tiene nada que ver con ser flaca, la estoy pasando bomba”. Me acuerdo de la reacción de la gente, me decían que era valiente. Y yo pensaba: “Valiente es un bombero, no yo”. En 2019, para el 8M, subí una foto desnuda tapándome las tetas, y esa fue la primera vez que tuve un hater. Me acuerdo de estar comiendo con mi familia, leer el comentario y largarme a llorar. Y lo primero que me dijo mi mamá fue que no me expusiera más, cuando yo esperaba que me dijera que estaba re bien lo que hacía. A partir de ese momento entendí que hay gente que te odia porque te querés, que a la gente le incomoda que una se sienta cómoda con su cuerpo si no es hegemónico. Ahí empezó el activismo.
–¿Cuál es tu mayor deseo en relación con esto?
–Quisiera que podamos vernos al espejo y estemos alegres con nuestros cuerpos. La mayoría de mis amigas sigue disconforme constantemente, y me sigue sucediendo que gente cercana me hace comentarios sobre mi cuerpo. ¿Por qué a esta altura seguimos hablando de los cuerpos ajenos? ¿Por qué sigo hablando de esto? Si viviera en Berlín, probablemente hablaría de otra cosa.

–¿Cómo trabajás la mirada ajena?
–No les doy tanto valor a los comentarios en redes sociales. Me puede doler si me dicen algo horrible, seguramente, porque soy humana. Sí me pesa mucho más la mirada de la gente cercana a mí, que me quiere y me conoce. Me sigue pasando que mi vieja, que cada vez que me ve, me dice: “Yo sé que vos no querés que hable sobre tu cuerpo, pero estás más flaca”. Ahí es cuando le vuelvo a explicar que no me importa. Pero, bueno, aprendí también qué batallas luchar. Una se da cuenta cuándo un comentario es con saña y cuándo no. Y si a vos no te copa un comentario, también podés expresarlo. Antes me sucedía que yo me quejaba del ámbito social del cual venía, pero al final terminaba siendo tan poco tolerante como ellos, porque no me bancaba que se plancharan el pelo o se hicieran botox. ¡Pero hacete lo que quieras! Obvio que a mí me hace un montón de ruido que haya mujeres que estén en la búsqueda de tener todas una misma cara. Ahora, si lo querés hacer, hacelo. Yo voy a seguir luchando para que te guste tu cara al natural. Siento que tenemos que adueñarnos de las decisiones de por qué hacemos las cosas. ¿Por qué debemos ser para un otro? Si te querés maquillar porque te hace sentir linda, porque te gusta a vos, genial.
“Obvio que a mí me hace un montón de ruido que haya mujeres que estén en la búsqueda de tener todas una misma cara. Ahora, si lo querés hacer, hacelo. Yo voy a seguir luchando para que te guste tu cara al natural. Siento que tenemos que adueñarnos de las decisiones de por qué hacemos las cosas.”
–¿Qué le contestás al que te dice que militás la obesidad?
–Le preguntaría si vio mis análisis clínicos. Hay gente que me considera obesa por el cuerpo que tengo pero no sabe nada sobre mi vida, sobre el deporte que hago, sobre lo bien que como, sobre mi salud mental, emocional. ¿Me conocés? No. Si creés que milito la obesidad, vos dejá de militar que ser flaco es sinónimo de ser saludable. La cantidad de gente flaca que conozco con pésimos análisis médicos, que no tiene amigos, que tiene un trabajo que no le gusta, que es infeliz. Me impresiona que siga existiendo este pensamiento de que ser flaca es sinónimo de ser feliz.
–¿Pensás que el activismo de la diversidad corporal en algún momento va a dejar de ser un tema en tu vida?
–Supongo que irá mutando. Hoy me interpela la diversidad corporal y mi meta es que las personas se miren al espejo y se amen; pero quizás dentro de cinco años esté hablando de otra cosa. Ojalá.

Fotos
Abanico. Foto: @micaa.bianchi para @tequilalemon.bsas
Corpiño. Foto: @juligodoyyyy para @pibaintimates
Conjunto verde. Foto: @pibaintimates
Cama. Foto: @doloresvilela