Voicot: el movimiento artístico por la liberación animal
“Yo no activo porque creo que voy a salvar o cambiar al mundo. Activo porque creo en esto, no podría mantenerme ajena. Cada vez matan a más animales”, sentencia sin titubear Malena Blanco, impulsora de Voicot, un movimiento artístico que lucha por la liberación animal.
Malena y Federico Callegari lo crearon hace siete años. Para lograr el impacto buscado se valieron de su aprendizaje en la industria publicitaria. “Voicot nace con las herramientas de la comunicación. Tomamos la causa que nos motiva, nos conmueve, nos hace arder, y empezamos a usar lo que aprendimos en pos de eso, en vez de vender para grandes marcas”, manifiesta la activista, desencantada con la industria publicitaria.
“En mi primera clase me dijeron que la publicidad es venderle a la gente lo que no necesita. Nosotros trabajábamos para grandes marcas, mintiendo para que vendieran más”, cuenta a El Planeta Urbano en el local de Voicot, ubicado en la Galería Patio del Liceo de la Ciudad de Buenos Aires.
Acá venden remeras, buzos, pines, barbijos y los afiches con impronta cumbiera que se pueden ver pegados en la ciudad, con inscripciones como “Pandemia es comer animales”, “Somos la especie en peligro de extinguirlo todo”, “Violencia es comer animales”.

“Yo no activo porque creo que voy a salvar o cambiar al mundo. Activo porque creo en esto, no podría mantenerme ajena. Cada vez matan a más animales.”
Microactivismos y especismos
En principio hicieron sólo remeras, y se la jugaron con dos de alto impacto. Una tenía impresa una vaca colgando, y la otra, una mujer con una máscara de chancho también dada vuelta. “Eran re sangrientas –reflexiona Malena hoy–. Así nace Voicot, con esa cosa que nadie quería oír.” Hicieron unas doscientas en algodón orgánico y serigrafía –la tinta no es tan contaminante– y sólo vendieron dos. En ese ínterin fueron dejando de trabajar para las marcas con las cuales no coincidían e invirtieron todo lo que tenían en Voicot. Hicieron veinte modelos “más amenos”, aunque el mensaje siguió siendo el mismo.
Mientras tanto, pensaban cómo hacer para que el movimiento creciera. Iban a vender a ferias, diseñaban, Federico hacía las serigrafías. Entonces, crearon Difusión V, que es un medio independiente y autogestivo en el que generan material para descargar fácilmente desde casa.
“Difusión V aglomera varias organizaciones con diferentes mensajes y genera el material. Después, las células independientes salen a pegar a la calle. Creemos que está bueno empoderarse de la causa. No sólo leer y adherir, sino que la gente que cree en el mensaje salga a pegar. Pero no es algo cerrado que sólo pueden hacer los veganos, es abierto a cualquier tipo de personas. Entendemos que es un proceso, que hay un montón de gente que se siente sensible con la causa pero sigue comiendo animales y no se suman por eso. Pero no somos quiénes para decirle a nadie qué es lo que tiene que hacer, solamente contamos lo que sabemos a partir de nuestras investigaciones.”
Difusión V se presenta en las redes como un movimiento de difusión por la liberación animal, humana y de la tierra: “Desafiamos a los grupos de poder usando sus mismos medios de comunicación, pero con otro objetivo: fomentar un pensamiento crítico que provoque un cambio positivo. Intervenimos publicidades y otros espacios apelando a la desobediencia civil no violenta como única herramienta que nos deja el sistema para poder visibilizar la crisis ecológica y civilizatoria. Apelamos a construir una nueva forma de vincularnos entre nosotrxs y con las demás especies y terminar con la normalización de la cultura especista”.
El especismo es la discriminación por especie. “Es una discriminación arbitraria para perpetuar la explotación por especie. Esto quiere decir que algunas especies valen más que otras, como las mascotas y la especie humana, que vale más que todas las demás”, explica esta mujer de 42 años que se hizo vegetariana a los once años.
Ocurrió luego de ver el documental SOS animales, de Brigitte Bardot, el primero que mostró la matanza de animales. Fue ahí que se dio cuenta de que estaba comiendo animales muertos y le dijo a su madre que nunca más comería carne.
La transición al veganismo le costaría un poco más y llegaría a los veintisiete años. “Cuanto más grandes nos hacemos, más nos aferramos a lo que creemos ser, y cualquier cosa que cuestione eso nos desmorona. Dejar los lácteos y derivados fue un proceso de un año, de pelearme contra mí misma.”

“Voicot nace con las herramientas de la comunicación. Tomamos la causa que nos motiva, nos conmueve, nos hace arder, y empezamos a usar lo que aprendimos en pos de eso, en vez de vender para grandes marcas.”
Al matadero
“En el Código Penal, los animales son cosas móviles, no son sujetos de derecho, porque si los consideraran sujetos de derecho, deberíamos aceptar el holocausto del cual somos parte. Está todo armado para que seamos participes de la explotación más grande de la historia, que crece día tras día”, advierte Malena.
Por eso, para combatir esa explotación y genocidio que denuncia desde su activismo, el hecho de pegar afiches y el merchandising no parecían suficientes. Entonces, se pusieron en contacto con Animal Say Movement, un movimiento donde los activistas se reúnen en la puerta de los mataderos para dar un último gesto de amor a los animales, y les pidieron imágenes.
También viajaron a España a conocer a referentes, como Óscar Horta, de la Fundación Ética Animal, y Sharon Núñez, de Igualdad Animal, quienes les contaron de sus investigaciones. “Nos enseñaron un montón de cosas. Si no los hubiésemos conocido, hubiéramos transitado este camino con más dificultades.” Aprendieron de sus pruebas y errores y entendieron que para que el mensaje llegue debían hacer las acciones acá, y no mostrar lo que pasa en otros países.
Entonces, comenzaron a ir a los mataderos con cámaras de foto y video para ver y difundir el proceso y así crear conciencia. “Es como el interior de un cuerpo vivo, húmedo, caliente y con olor a sangre. Nunca había visto a un animal ser asesinado. Es horrible, se te quiebra algo para siempre. Pero sentimos una obligación y tratamos de mostrarlo a través del arte”, recuerda ahora Malena, que no puede olvidar aquella mirada mutua que tuvo con una de las vacas. Para no sufrir, asegura que es fundamental no conectar. “Así como yo me desconecto para entrar a filmar, estamos permanentemente desconectados de nuestras cosas.”

Etiquetado frontal y granjas porcinas
Sobre la Ley de Etiquetado Frontal de Alimentos, aprobada a fines de octubre en la Cámara de Diputados, Malena cuestiona: “Claramente, debemos saber lo que estamos comiendo, qué es lo que nos venden, y a partir de eso elegir. Es obvio que si alguien no quiere decirte con qué está hecho un producto es porque hay algo raro. Es como con las granjas porcinas, si no me estás dando la información, algo raro hay; si no, ¿por qué no me la dan?”.
Malena estuvo también en la última manifestación de movimientos ambientalistas frente a la Embajada de China, en agosto pasado, para visibilizar el desacuerdo con el hasta ahora opaco tratado. A partir de la falta de chanchos en China debido a la gripe porcina africana, el gigante asiático necesita encontrar lugares donde criar en masa.
Pero esas granjas en las que vivirían unas 12.500 madres reproductoras en jaulas una al lado de la otra, hacinadas, que se transforman en verdaderas ciudades-mataderos que sumarían 300 mil animales, acumulan problemas ambientales. Los antibióticos que se les dan para que engorden rápidamente y para prevenir enfermedades. Las heces. El desmonte para sembrar soja y maíz transgénico, regado con agrotóxicos. Todo eso genera un caldo que va a las napas de agua y contamina. Según los ambientalistas, son caldos de cultivo de pandemias.
“No existe la posibilidad de que no se generen pandemias en lugares con animales inmunodeprimidos y genética pobre. Se contamina el aire y el agua. El olor y el ruido son insoportables. Lo que llaman ‘granja inteligente’ es en realidad poner todo lo que antes estaba separado en un mismo lugar: el grano, el lugar de cría, la jaula de gestación y el matadero. Estos lugares son focos de pandemias”, advierte Malena, e insiste con que las principales enfermedades están relacionadas con el consumo de carne y derivados. “Comer animales es la verdadera pandemia. Nos impide alimentar nuestra empatía, nuestra amorosidad con la otredad.”

Fotos: Guido Piotrkowski