DANTE SPINETTA • LA MÚSICA EN LA SANGRE

A 30 años del debut de Illya Kuryaki and The Valderramas, el precursor de los ritmos urbanos en la Argentina presenta un nuevo disco que promete ser el mejor de su carrera solista. Con esa revelación visitó los estudios de IP para una charla íntima en El Planeta Urbano TV.


Las conversaciones por WhatsApp entre quien escribe y “el Dante” comenzaron en septiembre del año pasado, a un mes del debut de El Planeta Urbano en su versión televisiva. Queríamos que él fuera nuestro primer invitado porque pensamos que pocos personajes y pocas familias artísticas resumen el espíritu de nuestra revista como lo hace el clan Spinetta. Así, luego de cuatro meses de negociaciones, idas y venidas, miedos por la pandemia y cierta fobia a los programas de aire, logramos tener el tan esperado mano a mano con el primer referente de los ritmos urbanos, un precursor que hoy puede dar cátedra con una grandeza y humildad únicas.

“El éxito laboral va y viene, la plata va y viene, pero la familia es la que está ahí siempre. Entonces, yo sí le dedico tiempo a cultivar esos vínculos, porque es lo que me hace feliz y lo que me hace sentir seguro de que tengo gente real que está ahí por mí.”

–¿Qué aprendiste en la pandemia?

–Que la familia es lo más importante de todo. La familia, los amigos, el contacto con la naturaleza, cosas básicas que uno da por sentado. Tenés la posibilidad de juntarte con familiares y, de golpe, nos quitaron eso por la pandemia y te das cuenta de lo importante que es en tu vida. Todo lo demás va y viene, el éxito laboral va y viene, la plata va y viene, pero la familia es la que está ahí siempre. Entonces, yo sí le dedico tiempo a cultivar esos vínculos, porque es lo que me hace feliz y lo que me hace sentir seguro de que tengo gente real que está ahí por mí.

–¿Qué pasa con los amigos de la fama?

–Me ha pasado de estar en un momento muy pegado, muy popular, y hay un montón de gente que se te acerca por eso. Y después, cuando bajás de esa popularidad, esa gente desaparece, y después aparecen otros. Entonces hay que tener cuidado porque al final creo que la vida misma te va enseñando cómo filtrar las energías raras o conflictivas, tóxicas. Quedás linkeado con la gente que va.

–¿Cómo se convive con el éxito y con el fracaso?

–A mí me pone feliz ver a colegas que ahora la están rompiendo mucho más que yo. Está buenísimo; mi felicidad pasa por otra cosa. No solamente lo que me pasa a mí, sino que haya un entorno favorable para todos. Y creo que, como te decía, la plata, la cantidad de cosas que tenés, son cuestiones secundarias, y a la hora de la verdad, cuando estás en una complicada, están los que son de fierro de verdad, los que ponen el corazón de verdad y la gente que quiero tener a mi lado siempre.

–Hace poco volviste a los shows en vivo, con público. ¿Qué te dejó esa experiencia?

–Bueno, el otro día que tocamos en el Konex era diferente la dinámica, porque creo que la gente tiene ganas de soltarse y volver a conectar con la libertad que te da la música, y al mismo tiempo están contenidos ahí. Pero lo bailaron, y eso fue muy lindo de ver. Pero, como te decía, lo importante ahí es qué te hace feliz, con qué conectás, qué es la mierda que te hace latir el corazón, porque esa es la que va. Después, lo demás va y viene, y está bueno probar distintas cosas. Pero lo que te hace latir el corazón… Y a mí tocar me hace latir el corazón. Tocar y ver a la gente ahí.

–¿Qué te provoca ver que ahora todos hacen trap, cuando vos fuiste el primero en el país?

–Cuando yo estaba haciendo música urbana, hace quince años, no era nada fácil. En 2007 hice El apagón y no lo quiso sacar nadie, y era un buen disco. Pero era picante líricamente, era muy rapero, pero no me arrepiento nunca de haber hecho música así, porque era lo que yo sentía y ese es el camino. Che, si querés seguir tu camino no va a ser todo rosas siempre. Algunas veces vas a encontrar piedras o montañas, y vas a tener que subirlas o pasarlas. Y creo que con el tiempo uno se va convirtiendo y va desarrollando nuevos skills. Capaz no trepás la montaña sino que la volás, o hacés un túnel, no sé.

–Hace unos meses se hizo viral un video de tu hija Vida, de quince años, cantando como una profesional. ¿Cómo vivís su crecimiento artístico?

–Vida es muy artista. Es una chica que desde que tenía ocho años ya arrancó a cantar, y era superentonada, no desafinaba naturalmente, y nos llamaba mucho la atención el sincro que tenía con la música, con el arte. Tomó clases de actuación, es una chica muy preparada, tomaba seis clases de baile por día, pero nadie la obligaba, ella quería, no te faltaba nunca a una clase de nada. Y canta muy bien, actúa, baila, ese es su plan. Es lo que le hace latir el corazón. Es una locura como padre ver esa conexión con la música; es increíble.

–¿Todos los Spinetta llevan la música en la sangre?

–Mucha gente dice: “Che, boludo, qué loco que en tu familia sean todos artistas”. Y sí, es re loco que tengamos esa conexión con la música, con la actuación, con dibujar, con pintar. Incluso mi hijo Brando, de 18, toca el teclado; es jugador de fútbol profesional, pero toca el teclado. Está re conectado con la música también, es re cumbiero, sabe todo de la cumbia. Es musical a su manera, y el fútbol es un arte también, jugarlo... Tiene que ver con cómo somos criados, y hay algo que mantenemos con nuestros chicos que es eso de que la música esté sonando todo el tiempo. Cuando la música está sonando todo el tiempo en la casa, se convierte en algo esencial. De los diálogos, de los momentos, y se empieza a apreciar de otra manera.

–¿Qué tuvo de distinta tu crianza?

–No era igual que la de todo el mundo, porque teníamos una vida diferente en un montón de cosas, pero sí me levantaba e iba al colegio. Después del colegio era todo distinto (se ríe). Recuerdo muchas cosas mágicas de esa infancia, porque ha estado muy llena de impulsos artísticos muy grandes que los veías ahí. Veías gestaciones de cosas, de canciones, de proyectos supermágicos. Esto fue como una escuela constante de ver. No sólo lo que hacía mi viejo, sino también sus amigos. Yo era chico, y en los shows de Fito teníamos siempre una credencial, y aunque mi viejo no fuera, Emma y yo, que éramos como primos hermanos, íbamos a todos los shows y veíamos todo lo que pasaba. Nos conocían todos, nos dejaban subir al escenario y chequeábamos cómo era todo. Y, de alguna manera, estábamos aprendiendo, ¿no? De ese colectivo de artistas únicos que tenía la Argentina, y que tiene, porque hoy Fito sigue ahí dando letra, Charly, son los épicos…

–¿Qué te enseñaron tus padres?

–Mis viejos fueron lo más. Igual, como los viejos de todos, los queremos con sus virtudes y defectos. Y eso es lo que te puedo decir. Mis viejos son lo más. Mi vieja es una diosa, una de las mujeres más power que conozco, y mi viejo ha sido, para mí, el número uno, y lo sigue siendo, en la música del rock en español.

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