VIOLETA URTIZBEREA · REFLEXIONES SOBRE EL DIVÁN

Es una de las actrices jóvenes más populares y respetadas, aunque la fama nunca llegó a marearla. Hoy protagoniza la obra Terapia amorosa junto a Benjamín Vicuña, está escribiendo su primer guión y cumple cuatro años de relación con el músico Juan Ingaramo.


–Contanos de tu papel en la obra.

–Benjamín y yo interpretamos a una pareja que está junta hace catorce años y decide ir a terapia porque está en una crisis total y absoluta. Están en ese estado de pelea constante, cuando en un punto empezás a pensar si no es que les funciona así la cosa, si no es un estilo de pareja, donde incluso hay un goce o una especie de pasión mal colocada.

–Estás de novia con Juan Ingaramo, uno de los grandes músicos de la escena actual. ¿Cómo es esta convivencia de artistas?

–Hace cuatro años que estamos juntos, es muy groso en lo que hace. Nuestra convivencia es buena; ahora justo nos fuimos de vacaciones, un espacio donde uno quizás discute más porque está las veinticuatro horas con el otro, y ahí saltan todos los roces. Justo en las vacaciones, donde discutíamos por pavadas, pensaba: “Ay, que no me pase lo mismo que a los personajes de la obra”.

“El análisis que puedo hacer de las relaciones en esta era es el desafío de encontrar ese punto medio entre la tolerancia a todo, que se practicaba antes en pos de preservar la pareja, y la libertad extrema que se usa ahora.”

–¿Cuál es para vos la clave del éxito de una pareja, si es que la hay?

–El análisis que puedo hacer de las relaciones en esta era es el desafío de encontrar ese punto medio entre la tolerancia a todo, que se practicaba antes en pos de preservar la pareja, y la libertad extrema que se usa ahora. Antes había que durar cueste lo que cueste, y hoy es todo lo contrario: a la primera de cambio tirás todo por la borda. Entonces estamos encontrando ese punto medio entre la tolerancia, que está buena para uno mismo porque te hace crecer, y esa especie de egoísmo de no aguantarse nada del otro.

Es lindo compartir la vida, y además te hace crecer bastante el compartir, porque si uno se encierra mucho no es muy enriquecedor. Igual, hay gente a la que le gusta estar sola y eso es superrespetable, pero a mí me encanta el amor, estar enamorada. Entonces hago ese laburo de decir “si me encanta esta relación la tengo que cuidar”, y quizás para eso tengo que bajar un poquito la guardia, ceder, adaptarme un poco al deseo del otro.

–¿Cuánta de esta sabiduría amorosa la aprendiste en terapia?

–Para mí la terapia es muy importante, y es un gran lujo que me puedo dar. Yo no soy creyente, ni siquiera me interesa mucho la astrología, pero en lo único que creo un poco es en el psicoanálisis. Ojo, no considero que todo el mundo lo deba hacer ni nada parecido, simplemente digo que a mí me pasa eso, que mi fe está puesta ahí, que yo creo en eso.

–¿Cómo entra el ocio en tu rutina?

–A mí me encanta la vida tranquila, despertarme con tiempo, desayunar, leer, regar las plantas. Hay algo de la vida de hogar que me gusta mucho, no soy una adicta al trabajo.

–¿Qué te enseñó tu padre sobre la inestabilidad de la profesión?

–Mi viejo es muy relajado con eso, no me transmite ninguna angustia. Él se autogenera mil cosas de laburo propias, y creo que esa es la clave: hacer siempre algo y no estarte quieto esperando a que te llamen. La inacción es lo que más te puede enloquecer.

–¿Sentís que eso cambió, que ahora todos somos nuestros propios emprendedores?

–Obvio, hubo algo con las redes y con la tecnología en general que democratizó un poco todo. Antes la única plataforma era la televisión, y acceder a eso se hacía muy difícil, pero ahora, con los nuevos soportes, todos podemos autogestionarnos algo, cosa que me parece espectacular.

–Venís de muchos éxitos seguidos. ¿Qué te provoca eso y cómo hiciste para no marearte con la fama?

–Por suerte a mí me pasó que fue todo muy paulatino. Lo mío fue muy de a poco, así que no tuve esa explosión repentina que hace que se te confundan un poco las cosas. A mí la vida me fue enseñando que nada es como uno cree, y me ubicó bastante para afrontar un súper-boom como Las estrellas. Yo siempre supe que era algo del momento, que no era un éxito para toda la vida. Yo sabía cómo era la cosa, y ese saber me vino bien para no entrar en cualquiera. Yo soy re ahorrativa, re cuidadosa con mis gastos, re simple, porque sé que ese mundo de colores es fugaz. Y mi papá es así, re ubicado a todo nivel, con su auto de 2010 y su vida supersimple. Yo prefiero pasar inadvertida. Me encanta la gente que es superglamorosa y se pone sombreros gigantes, pero yo no tengo esa personalidad, no me sale.

–¿Cómo lo manejás en las redes, con tu millón de seguidores en Instagram?

–A veces la egomanía en redes me abruma. Es un espacio que consumo mucho y me encanta, pero lo que veo se fue refinando: hay gente que te harta y preferís seguir cuentas de cocina o decoración, o de flores o jabones, qué sé yo. También pasa que ver tanta gente pasándola genial te puede llegar a angustiar; todos están en playas increíbles cagándose de la risa, entonces te sentís medio vacía y decís “¿qué me pasa?”. Por eso trato de controlar el consumo de redes, porque a veces me deja en un estado medio raro.

–¿Te sentís en la obligación de militar en algunas causas por el hecho de ser famosa?

–Bueno, ese tema me genera muchas contradicciones. A veces te preguntan sobre política y te ves obligada a contestar, aunque como actriz me parece que hay que cuidarse un poco más. El actor tiene que ser un poquito misterioso. A mí no me gusta saber todo de los actores, ni de su vida íntima ni de sus ideologías, porque eso me tiñe el trabajo actoral. Me parece que tenemos que ser un poquito más papel en blanco. Sin embargo, en el caso de la lucha feminista, yo no puedo no hacerlo porque es una militancia que tiene que ver con algo que me constituye de toda la vida. Es mi deber como mujer, y me es inevitable no levantar esa bandera.


Producción: Gimena Bugallo
Agradecimientos: AY NOT DEAD, BlackMamba

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