Juan Pablo Geretto: "El humor es una construcción para soportar la realidad desde que nacemos"

Multifacético y talentoso, el actor que supo conquistar al público con sus entrañables unipersonales volvió a la calle Corrientes con una obra coral. En una charla distendida, habla de su profesión, del país, del trabajo humorístico como tabla de salvación, y sostiene que el teatro es, básicamente, un salto de fe.

Junín vio nacer a un talento: Juan Pablo Geretto. Debutó como actor a los ocho años en la ciudad de Gálvez, Santa Fe, y ese fue el inicio de una carrera imparable. Su participación en diversos grupos de teatro independiente, programas de radio y televisión local, encendieron la llama que lo impulsaría a conquistar Rosario y, más tarde, a todo el país.

Con su unipersonal Solo como una perra, Geretto irrumpió en la escena y, con un humor irreverente, cosechó innumerables premios y distinciones que consolidaron su nombre como un referente del humor nacional. Como quien oye llover y La maestra normal confirmaron su versatilidad, cautivando al público con su histrionismo y su capacidad para crear un vínculo único con el espectador. Luego vinieron programas de televisión, películas y series; pero tal como él afirma, el teatro es su hogar.

Mientras el sol se despide de la tarde porteña, el artista nos recibe en el hall del Multiteatro Comafi, donde actualmente se está representando Exit, la comedia que protagoniza junto a Nancy Dupláa y Fernanda Metilli bajo dirección de Corina Fiorillo. Con la amabilidad que lo caracteriza, se dispone a conversar con El Planeta Urbano.

–¿Cómo te llega la propuesta de Exit?

–Me llega a través de Tomás Rottemberg, que me llama una noche para comentarme del proyecto. La verdad es que no tengo idea de por qué dije que sí, porque yo tengo el no bastante fácil. No había trabajado con él, pero sí con su papá (N. de la R.: Carlos Rottemberg) y había sido una muy buena experiencia. Obviamente que me gustó muchísimo el elenco; me parecía también atractiva la presencia de Nancy Dupláa en el teatro después de diez años de ausencia en las tablas, así que me cerraba por todos lados.

–¿Qué nos podés contar de la historia?

–Está buenísima. Se trata de una gerenta de recursos humanos recién ingresada a una empresa multinacional que tiene que decidir a cuál de dos empleados va a echar. Es como contar el capitalismo salvaje a través de tres personas, en tres puestos diferentes. La obra es del catalán Agustí Franch, así que hubo una adaptación a nuestra idiosincrasia que hizo la directora y a la que le agregamos cosas también los actores. Exit es graciosa, sucede en tiempo real, está bien escrita, bien adaptada y espero que les parezca bien actuada. Lo digo por mí, por supuesto, no por mis compañeras (se ríe).

–Hablemos sobre tu elección de interpretar una pieza de otro autor. Si bien has hecho algunas en el pasado, no es lo más habitual en tu carrera. ¿Qué te motivó a aceptar este desafío?

–Es cierto que no es habitual, pero la verdad es que pospandemia también me resultaba un poco raro volver con un unipersonal mío, ya no tenía ganas.

–¿Por qué?

–No sé… la pandemia fue un gran momento para mí en lo personal, y para muchos que no teníamos que pensar cómo comer o cómo sobrevivir; fue una época de reflexión, de ver cómo me sentía sin el hecho de tener que trabajar con el ritmo y la ansiedad con los que venía. Ese tiempo de tranquilidad, pudiéndome bajar de la ruedita del hámster donde estaba metido, conectándome con el momento de vacío –que antes me daba horror pasar por ahí–, me dio la posibilidad de que entren nuevas propuestas; incluso estuve un período de dos años viviendo afuera. Cuando se despejó esa nube de ansiedad, me di cuenta de que ya no me sentía cómodo estando solo en el escenario.

–¿Cómo te estás llevando con Fernanda y con Nancy en relación a estas ganas que mencionás de compartir la escena?

–Bien, re bien. Fer es un bichito de teatro, con mucha tabla caminada, y Nancy viene más de otro palo, pero es una actriz de comedia extraordinaria. Compartir con ellas es un descanso en cuanto a la energía, a que no todo recaiga sobre mí; funciona muy bien la dinámica que armamos junto a Corina, también. Una vez que te entregás a un grupo, confiás; el teatro es eso: un salto de fe, básicamente. Aparte llega una edad en que ya no tenés ganas de ser famoso, de figurar, solo quiero pasarla bien con los proyectos, con la gente y listo; si nos va bien, genial, y si no, buscaré otra cosa, como ya lo he hecho, y no pasa nada.

–Entonces, ¿ya no vamos a ver más a La maestra, a Estrella o algún personaje nuevo que puedas crear?

–¡Si hay necesidad, sí! Yo tengo mis principios, pero también tengo otros y cambio en un segundo (se ríe). Y si no está Teatrix, pueden verlas por ahí. Cada vez estoy más cómodo en esta situación de incertidumbre, me preocupó tanto todo en algún momento que ya estoy relajándome, es como el ser nacional. Estamos en una situación de incertidumbre desde hace 200 años más o menos, hablo como país, pero también como humanidad.

Me parece que el fenómeno ya es más global, no hay lugar para donde mirar y decir: “la aspiración es ser eso”; yo, por lo menos, no la encuentro, pero es verdad que tampoco soy el optimismo caminando. Creo que el mundo está poniéndose raro y hay que vivir con esos desafíos y contradicciones y con la opción de poder dar un volantazo cuando sea necesario.

LA RISA COMO ESCAPE

–La situación actual del país ha impactado en la cultura, como en tantas otras áreas, ¿cuál es tu mirada en relación al contexto teatral particularmente?

–En las buenas épocas de la Argentina el teatro siempre fue una lotería, imaginate ahora con la situación actual: más aún. En cualquier lugar del mundo, con cualquier economía reinante, el teatro es un misterio. Puede ser que las obras estén bien hechas y sean un fracaso, o que estén mal hechas y que sean un éxito, nunca se sabe; si hubiera alguna fórmula, los actores solo haríamos éxitos. Y esa parte riesgosa del teatro, para los que somos autónomos y ya estamos acostumbrados a movernos en esas aguas, es la parte divertida, la del imponderable, que si va mal es culpa de otros y que si va bien es responsabilidad nuestra (se ríe).

–En alguna oportunidad declaraste que el humor es la única forma en que se pueden contar cosas horrorosas y que lleguen a los demás de una buena manera, ¿cómo definirías tu relación con el humor?

–A las personas que hacemos humor nos atraviesa estructuralmente, es una especie de construcción para soportar la realidad desde que nacemos, te diría, no es algo que se aprende después, por lo menos eso es lo que yo creo y noto. Es como si uno tuviera un filtro puesto y viera las cosas de determinada manera y las revé o las modifica a partir de ahí. Y después me parece que el trabajo de todo humorista es sacarse el humor de encima.

–¿Cómo sería eso?

–El humor es un escudo que te protege de algunas cosas de la realidad que, muchas veces, es tremenda; pero después eso es un arma de doble filo, porque ese mismo escudo te aísla de un montón de situaciones. No se puede ver todo desde el filtro del humor todo el tiempo, sería inmaduro para un humorista. Es importante permeabilizarse e integrarse un poco más con las partes dolorosas, de ahí surgen cosas muy potentes. En mi caso, que la vida decidió que fuera actor, el humor juega un papel fundamental en todos los ámbitos.

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