El lado B de Miss Bolivia: "Ya no quiero esforzarme más en mantener a Dr. Jekyll y Mr. Hyde en mi vida"

Luego de seis años sin canciones, la artista presenta su nuevo disco, Bestia. En este mano a mano con EPU, cuenta cómo combina su rol de cantante con el de psicóloga, y propone repensar los vínculos en época de redes sociales. “En tiempos donde las personas viven detrás de una pantalla, poder juntarse en un estudio o una tarde a componer… eso lo considero urgente.”

Con una camisa negra y un blazer rojo muy elegante, Miss Bolivia se sienta frente al escritorio para charlar con El Planeta Urbano como si estuviera en su propio consultorio a punto de comenzar una sesión de psicoanálisis. La cantante y la psicóloga conviven todo el tiempo en ella y, a diferencia de antes, ahora no se evitan ni se resisten, solo distinguen cuándo hay que gritar y bailar una buena cumbia y cuándo hay que callar para escuchar a quienes tienen algo para decir.

Esta vez, revuelve el café y cuenta que al finalizar la entrevista, deberá practicar las coreografías para la presentación de su nuevo disco, Bestia, en Niceto Club el próximo 11 de mayo. Su nuevo material reúne historias de amor, dolor, luchas y algoritmos, combinándolas con las guitarras de Piti Fernández en “Tu cabeza”, la potencia de Eruca Sativa en “Ego” o la tierna voz de Loli Molina en “Arizona”. Un álbum que refleja la importancia de las amistades en una industria tan competitiva como la música.

–Hace muy poquito salió tu álbum, y si bien ya habías ido adelantando singles, ahora el formato disco le da otro marco, ¿lo sentiste así?

–Sí, yo necesitaba poner en contexto las canciones y también tenía varias guardadas para sacar en formato álbum, que es un relato mayor, más abarcativo, canciones dentro de un trip sonoro, un paisaje. Me urgía compartir el disco y ya pasar a esta nueva instancia de aprenderlo para tocar en vivo, cambiar un poco de ropa musical, preparar un show, la orquestación, hacer las coreos, algo más integral.

"Bestia", además, tiene colaboraciones con muchos artistas de distintos géneros, ¿cómo surgió la idea? Porque algunas canciones ya las tenías grabadas hace muchos años, no es que te subiste a la ola del featuring.

–Siento, por un lado, que Bestia es una obra colectiva. De nueve canciones, siete son colaboraciones y en dos estoy sola. Me ocupé personalmente de que el abanico y la paleta de estilos fuera muy diversa. Eso a mí me motiva, me interpela, no soy muy de la endogamia estilística, medio que me aburre, siento que se extingue algo. Cuando hay multiplicidad, la diferencia y los lazos generan un plus. Hay cosas que yo no les podría aportar a esas canciones porque no está en mi espectro ni creativo ni cognitivo. Entonces las propuestas del otro hacen que sea un gran crisol, no como un pastiche. Hay un hilo conductor, sí, que es Miss Bolivia, pero dialogan en lo musical con todas esas voces.

Y por otro lado, partimos de la música pero lo podemos aplicar a todo: lo colectivo es un gran colchón, una gran red y es muy saludable. En tiempos donde se tiende a aislar, donde las personas a veces viven detrás de una pantalla, poder juntarse en un show, en un estudio, una tarde a componer… eso lo considero urgente.

–Interpretás “Ké ganas de no verte nunca más” y además de hacerla muy a tu estilo, le agregás algunas frases que también son muy tuyas: “Me cuidaron mis amigas y ahora volví, yo buscaba el amor ahí afuera y estaba aquí dentro de mí”. Combinando un poco la Miss Bolivia cantante con la María Paz psicóloga, ¿es un tema recurrente la red de mujeres como sostén?

–Sí, esa parte de la letra es bastante autorreferencial, me representa. Estaba caminando por La Rioja hace unos años y en una pared gigante había una pintada que decía eso: “Me cuidan mis amigas”, y me impactó, quería que me lo hicieran en el living de mi casa (se ríe). El valor de la red de mujeres circula mucho en el consultorio, ante todas las roturas que el sistema nos genera, la red es medicinal, restitutiva de algún modo. No soy muy fan de la palabra “empoderar”, pero sí, la multiplicidad potencia. Desde que pudimos revisar ciertos paradigmas y salir de la dinámica competitiva para convertirla en colaborativa como prioridad, fue revelador, un alivio.

–En otra canción, “Picante”, hablás un poco del amor en redes, del algoritmo, de las views y todas estas cuestiones cuantificadas que supongo también son charla de época en el consultorio, ¿no?

–Sí, en las sesiones también aparece esa dificultad para vincularnos sexoafectivamente, en el que también este mood pantalla aísla mucho. Por un lado, puede llegar a conectar, pero a nivel corporalidad es raro, no puedo decir mejor o peor, pero sí es muy distinto. Entonces creo que en los últimos tiempos hay cada vez más vínculos que se arman a partir de un like, un fueguito, un corazón, y después sí se pasa al level 2, que es el café, la charla. Pero también estas nuevas formas digitalizadas generan desconciertos. Bueno, quiero conocer a alguien, ¿cómo se hace si no es por app de citas o por Instagram? ¿En los bares?

A mí me encanta salir sola, sentarme en una barra y conocer en esa situación, pero hay gente que a eso lo ve como algo raro, el prejuicio del qué dirán, como si fuera sucio. Yo creo que, si podemos capitalizar las redes para después pasar a otro estadío, incorporémoslo.

–También este uso de conquista por redes a veces pareciera que genera aún más ansiedad: “Me clavó el visto, “me vio la storie y no me mandó reacción”.

–Sí, la instantaneidad produce eso y también hay mucha paja, rumiación. A la hora de pasar al café, hay ghosteo. Esta vinculación puede llegar a generar mucha impunidad. O incluso uno quedar satisfecho con el simple hecho de hablar con 40 personas distintas y no más que eso, una cuestión de ego. Entonces a veces lo digital genera distorsiones no muy saludables.

–El ego es algo que solés problematizar, incluso ahora en una canción con la frase: “Hay que matar al ego”. ¿Qué le pasa a la conducta humana con eso?

–Hay una gran campaña global, un marketing donde hay una superinyección del ego tremenda: desde lo que puede ser un coaching trucho que te dice: “Vive, ríe, ama” hasta lo que es generar máquinas como ególatras: “Mi cuerpo, mi hegemonía…”. Eso de algún modo es tóxico, dañino, es una distorsión y que encima la consumimos a diario en las redes sociales, en lo visual, en la tendencia a mostrar todo lo copado que sos, ese recorte que no distinguimos y frustra, “yo no soy eso”.

Matar al ego tal vez es fuerte, me gusta decirlo, pero quizás es reversionar, reformular, desmantelar. Porque conforme podamos desmantelar este falso superego, entra lo colectivo. Es un gesto político y de rebeldía decir: “Al ego ni cabida”.

–¿Cuánto condiciona el ego a un artista?

–Por un lado, hay algo pintoresco, lúdico, jugar al personaje, que me parece divertido y es parte del show. Yo soy una vieja que ando en joggineta todo el día pero en el escenario quiero ponerme plumas, brillo, jugar, sé que estoy en una posición expuesta y diferenciándome del público. Pero luego hay muchas ilusiones, posiciones que me hacen tener una cuota de poder.

Ahora bien, la pregunta que me hago es: “¿Qué hago yo con este quantum de poder?” ¿Me como alta peli, le pongo leds a mi egoteca o utilizo ese poder para devenir más bien en canal, en dar voz, en visibilizar? El juego está, el ego es necesario, porque si no nos escindimos y somos psicóticos, pero el discurso del show lo podemos combinar y dialogar con otros. Somos un ego entre otros. Tengo muchísimos colegas sarpados que no tienen nada de egolatría, pero hay otros que sí en el extremo y es peligroso, porque vos de ese lugar te podés caer y te rompés todo. Y si encima no tenés colchón, como lo que hablábamos antes de la red, chau.

–¿Ya convergen plenamente la licenciada María Paz y Miss Bolivia?

–Sí, me esmeré mucho tiempo en separarlas como en tuppers, tenía la ilusión de que era necesaria esta división para que no se contaminen, pero me fue inconducente, no era orgánico, me considero un ser poroso e integrado, por suerte. Le tengo muchísimo respeto al contenido del consultorio, a la narrativa, a los pacientes. Yo eso no lo pongo en una canción, pero sí quizás me inspira y a través de ciertas licencias de la ficción puedo pasar de un lado al otro. Pero ya no quiero esforzarme más en mantener a Dr. Jekyll y Mr. Hyde en mi vida.

–¿En qué ayudó una a la otra?

–Uy (suspira y permanece en silencio). Creo que la psicóloga ayuda a la creativa, a la cantante en contenido e inspiración. Escucho muchas personas por día, muchas historias, subjetividades, deseos y dolores. Por supuesto que ahí hay mucho material, pero todo lo trato con respeto y ética profesional. También me ayudó a entender que esto es una industria, un trabajo, y no todo es personal, muchos estamos rotos. Y la artista a la psicóloga la ayuda en el uso de la palabra, en intervenir de una manera creativa: “Al síntoma ni cabida” (se ríe). Freud no aprueba esto.

Fotos: gentileza prensa

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