Romina Gaetani: "Si el costo de ser sincera es que te traten de ridícula, hay que hacer el ejercicio de no escuchar el afuera"

Dice que el fin de la ficción televisiva le da miedo, pero por estos días se atreve a estudiar Dirección teatral y emprender su propio proyecto musical independiente. “Me encanta vivir a mi ritmo, entonces el objetivo no es llegar a Hollywood o romper Spotify”, confiesa en este mano a mano con EPU. Además, su lucha contra las exigencias del medio y el costo de ser sincera en una industria que premia lo contrario.

Romina Gaetani canta una canción que se llama “Miramar” pero veraneaba en Mar de Ajó. Protagonizó bombazos televisivos como Soy gitano, Herederos o Chiquititas, pero también hizo Recordando con ira, en el Teatro San Martín. Es una de las antológicas figuras de Polka y protagonizó la que hasta ahora es la última ficción de la productora, Buenos chicos. Dice que el fin de la ficción televisiva le da miedo, pero por estos días se atreve a dar un volantazo para estudiar Dirección teatral con Rubén Szuchmacher y crear su propia música. Actriz, cantante, compositora, melena al viento, declarante de verdades. Un ángel para tu soledad, diría el Indio, y todo el estadio cantaría el estribillo.

Así como hay películas generacionales también hay bandas que fundaron una manera de ser y de pensar. ¿El rock te formateó?

–Sí, recuerdo que el primer show que vi fue uno de los Redondos, a los 15 años. Todavía tocaban en lugares chicos, los vi en un teatro sobre Av. Rivadavia, por la zona de Flores. Esa fue mi primera misa ricotera y hasta el día de hoy sigo aguantando a la banda, ya sea con La Kermesse, Skay Beilinson o el Indio. Ahí entré al ritual, a la previa con mucha alegría, a ir con varias horas de anticipación, los cánticos, el quedarse sentado en el piso hablando con los demás.

Las mejores experiencias de chica con shows en vivo las tuve con los Redondos. Después vinieron Divididos, Sumo y The Doors, Led Zeppelin, Pink Floyd. También soy re jazzera, mi padre daba conferencias de jazz, me encanta nuestro folklore y nuestro tango. En la música me paseo por todos lados. Uy, el otro día me quedé fuera de Manu Chao, ¡que lo amo!

–¿Y los nuevos nombres de la música urbana te enganchan? Siempre está ese cuestionamiento al Auto-tune y las letras globales listas para ser consumidas pero hay de todo. ¿Vos cómo lo ves?

–Banco mucho al trap, al rap y al hip-hop. Me parece que entre los jóvenes hay grandes talentos. Me parecen re interesantes Wos, Trueno y también me gusta mucho lo que está haciendo Lali. La re banco por la impronta que tiene, por cómo defiende su camino musical desde lo social y desde lo artístico. Siempre estoy escuchando música, como cantante y autora ahí encuentro un espacio de laboratorio, una posibilidad que no se me dio tanto como actriz.

–¿Por qué decís eso?

–Porque pasé de estudiar teatro con Alejandra Boero a saltar muy rápido a la tele, y una vez que estás ahí se impone la inmediatez, el código de la televisión es meter goles. En el teatro hay otro encare y un modo de trabajo diferente. Pero como actriz me hubiera gustado tener ese grupo de trabajo autogestivo que armamos para hacer música. Como solista no quiero que nadie me apure, huyo de la urgencia de tener todo expuesto y de que generar permanentemente me aplaste. A esa máquina no puedo ni quiero subirme.

Vivimos la era dorada de los productores, tanto en lo musical como en lo audiovisual. ¿La industria es como una especie de Zara que apuesta a la alta rotación y a consumir nuevos productos todo el tiempo?

–En lo musical, al ser independiente y no tener una discográfica atrás que exija fechas o te marque parámetros de estilo para venderte, estoy más en la mía. Me encanta que se escuchen mis canciones pero las hago un poco para mí, como un sueño hecho realidad. Si el tema no tiene un estribillo radial o viralizable realmente no me importa, trato de rodearme de letras que me identifiquen, no tengo que subirme a ese tren de la inmediatez que necesita la industria. Me quedaré atrás o afuera pero nadie me quita lo bailado que es mi propia experiencia. Siento que la música es un espacio muy mío.

–En el clip de tu último sencillo, “Alguna Vez”, aparecen fotos de tu vida casi a la manera de un diario íntimo. En el álbum de figuritas de tu carrera, ¿cuál sería la de Messi?

–(Se ríe) Mirá, ayer fui a ver la obra Las cosas maravillosas, que dirige Mey Scápola y protagoniza Andy Kusnetzoff. Terminé llorando porque, aunque parezca algo muy dicho, no deja de ser cierto que en la vida te quedás con las cosas más simples: un abrazo, un trago, un mate, el solo de batería de la banda que te gusta; al final, al cajón te llevás eso. En la profesión seguramente esa figurita de Messi sería el teatro. Lo que hice en el Gran Rex con Chiquititas me dio la posibilidad de llevarme todo el amor de los niños. Estar ahí arriba con cuatro mil personas ovacionando una obra y ver esa alegría, es un recuerdo imborrable.

También hice obras muy difíciles como Triste golondrina macho, de Manuel Puig; o Seda, de Alessandro Baricco. Uf, movían cosas muy profundas, ¿sabés? Como actriz me hubiera gustado poder llegar más a la nota que requerían, sé que quizás he desafinado o he tocado otro tono que no era el que me pedía el director, pero también fue interesante darme cuenta de eso y saber qué herramientas tengo como actriz.

–En una profesión con tanta exigencia, en la que el cuerpo y el ego ocupan lugares centrales, reconocer la imperfección y convivir con eso no debe ser sencillo. ¿Vivimos repitiendo frases de aceptación pero ni nosotras las creemos? Emma Thompson habló mucho del tema y a la vez reconoció lo que le costó hacer ese desnudo frente al espejo en Buena suerte, Leo Grande.

–¡Qué poco nos enseñaron sobre eso! Es una genia Emma Thompson y habló muy bien del asunto. A mí siempre me dio vergüenza ir a la playa y mostrarme en traje de baño, fui muy crítica de mi cuerpo, y cuando empecé a trabajar como actriz y hacía las primeras fotos con poca ropa vi que había tanto Photoshop que muchas veces ni yo me reconocía. Además, pasaba algo rarísimo, me terminaba creyendo que esa piba de la tapa era yo. Entonces, ¿cómo cubro la expectativa de los que me ven en la calle o en la playa si ni siquiera soy esa? ¡El quilombo de “me gusto, no me gusto” que tenía en la cabeza frente al espejo!

A mí me encanta comer, una vez cierto productor de televisión me dijo: “Romina, tenés que cuidarte, no podés aumentar de peso”, pero yo soy así, siempre morfé. Recién ahora con mis 46 años voy a la playa en traje de baño y digo: este es el cuerpo que tengo, listo, esta es mi edad. Pero así y todo me sigue costando.

–Aunque algunos se nieguen a admitirlo, ¿a las mujeres nos sigue costando defender lo nuestro?

–Lo más grave hoy en día es que seguimos encontrando mujeres en bolsas de residuos. Nos siguen matando, violando, por eso salí el 8 de marzo, para seguir defendiendo la Ley del aborto y evitar que la deroguen. No soy fundamentalista de ningún partido, pero estoy de acuerdo con algo que escuché decir al Flaco Spinetta: “El político que no cumple tiene que ir preso”. Parece una obviedad y no lo es. Porque el lugar de poder corrompe y hace años que se siente que algo va a explotar. No hablo solo de nosotras: mirá la Tierra, los incendios, las inundaciones, los humedales, la indigencia, los refugiados, vivimos en un mundo en guerra. Y, sin embargo, el ciudadano común está en la diaria, no le queda otra.

A veces nos cuestionan por qué no salimos a hacer más, pero te pegan todo el tiempo y uno no logra pararse, tampoco podés ponerle el cuerpo a todas las luchas, pero sí a las del 8M. Aunque reconozco que algunas veces he puesto el cuerpo y salí hecha puré. Una también tiene que cuidarse para seguir, estar fuerte para todo, para defenderse en la vida, para pelear un contrato…

–Hablando del poder y de poner el cuerpo, siempre te caracterizaste por ser una persona muy sincera. ¿La industria te cobra peaje por ser así?

–Sí, tiene un costo, pero como actriz no quiero estar persiguiendo una zanahoria, no me planteo llegar a un lado. Quizás lo hacía cuando era estudiante de teatro, pero no ahora. Siempre tuve ambiciones pero quizás me interesa más vivir, estar distraída con otras cosas, hacer mucho a la vez. Me gusta la disciplina pero también la indisciplina. Me encanta vivir a mi ritmo y entonces quizás el objetivo no es llegar a Hollywood o romper Spotify. He peleado contra eso y en algún momento lo acepté, hay que sincerarse con uno mismo. Si el costo de ser sincera es que te traten de ridícula, hay que hacer el ejercicio de no escuchar el afuera.

Una sola vez escuché algo de mí que me dolió muchísimo y me dejó de cama, pero después no me pasó nunca más. Viste que nosotras siempre somos las putas, las tortas, las sucias, las faloperas, las gordas. Cuando quieren denostarnos nos mandan esos halagos maravillosos (se ríe). Si ese es el precio de ser auténtica, lo pago.

Fotos: Alejandro Calderone Caviglia

Coordinación general: Gimena Bugallo

Producción general: @julieta_moreira

Estilismo: Fernanda Caride @fercaride.st

Make up & pelo: Nano Maldonado @nanogmd

Agradecimientos: @juanadearconet, @shilojoyas, @opticluxury_

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