Juan Minujin, en la piel de Coppola: "El desafío más grande fue entender quién estaba detrás de ese personaje gracioso y encantador"
A días del estreno de "Coppola, el representante", el reconocido actor se pone en la piel del manager de Diego Maradona para develar su faceta más íntima y desconocida.
"Coppola, el representante" es la nueva serie de Star+ protagonizada por Juan Minujin; una biopic dirigida por Ariel Winograd, que revisa la figura del manager de Diego Maradona con todas sus luces y sus sombras. Además de narrar los años más alocados de Guillermo Coppola, este trabajo plasma, de una manera muy representativa, una época igual de brillante y oscura para la historia argentina.
Para conocer detalles de la interpretación y su camaleónica transformación, así como para hablar del presente de la cultura local, desde El Planeta Urbano nos contactamos con Juan Minujin a días del estreno de su nueva gran apuesta. “Hasta ahora, creo que es la experiencia más lúdica que tuve en mi carrera audiovisual, lejos”, confiesa en este mano a mano.
–¿Cómo fue viajar de nuevo a los 90? ¿Qué recuerdos tenías de esa época?
–Tenía un recuerdo muy distinto a lo que nosotros relatamos en la serie. Yo nunca fui a bailar a Caix, nunca fui a bailar a El Cielo, no tenía ni idea de quién era Poli Armentano, estaba en otra. Yo soy del 75; o sea, los 90 fueron mi adolescencia, pero yo era estudiante, ya estaba con el teatro, en otro viaje, por lo cual no viví esos años de la misma manera. Obviamente, sí recordaba a Maradona, el escándalo del jarrón, la sensación del despilfarro y la ostentación, que de pronto todo era posible.
Como opinión personal, veo algunas cosas positivas y otras cosas muy negativas de los 90, que en un punto terminaron desembocando en el 2001. Ahora, a la serie la encaramos como “bueno, juguemos a volver a esa época sin juzgarla desde acá y retratando la vida de este personaje que la atravesó con muchísimo protagonismo”.
–Sería imposible contar los 90 si uno se pone a juzgar.
–Sí, en general trato de correrme de la dimensión moral de los personajes y de entenderlos. No necesito estar de acuerdo, sino entenderlos y trabajar con eso. En este caso creo lo mismo. Una de las cosas que están buenas de la serie es que retrata con poco juicio, no señala. A veces pasa en algunas biopics que, de pronto, con una mirada de 20 o 30 años más tarde, se empieza a señalar moralmente qué personajes eran buenos, qué personajes eran malos, qué actitud estaba bien, qué actitud estaba mal. Me parece que es más fuerte retratarlo y que el espectador pueda juzgar con esa perspectiva por sí solo.
–Me decías que para vos es importante entender al personaje. ¿Qué entendiste de Guillermo Coppola?
–Para mí, ese fue el desafío más grande del proyecto, porque el personaje es muy fascinante, muy divertido, pero siempre hablábamos con Ariel Winograd de entender qué es lo que estaba detrás, quién estaba detrás de todo ese personaje, anfitrión, gracioso, encantador, seductor. ¿Qué carencias tiene?, ¿qué vulnerabilidades?, ¿qué fragilidades?, ¿qué necesidades?, ¿cuáles son sus valores? Esa fue un poco la investigación. Algunas preguntas me las contesté y otros interrogantes quedaron abiertos en la serie. Pero sí veo que es una persona para la cual el valor de la amistad y de la lealtad es muy importante, muy central.
Después, con Wino queríamos saber cuáles eran sus superpoderes, y bueno, son la seducción y el convencimiento. Coppola tiene un carisma arrollador, te puede convencer de lo que sea en cualquier momento, sin nada. En el medio del desierto te puede decir que mañana se va a construir un shopping, y uno termina diciendo: “Bueno, acá hay que invertir”.
–De todos los superpoderes de Coppola, ¿cuál te gustaría tener?
–Me parece que es muy optimista, es una persona que ha perdido todo y ha vuelto a tener todo, y lo ha vuelto a perder. Ha afrontado una serie de adversidades y uno lo ve muy optimista. Lo veo como una persona muy vital, y eso me parece interesante.
–¿Cómo fue el trabajo con los compañeros?
–Muy bien, creo que es la experiencia más lúdica que tuve hasta ahora en mi carrera audiovisual, lejos. Cada día llegábamos a grabar llenos de nuevas ideas; era encontrarnos y decir: “Juguemos”.
–¿Y eso fue difícil para vos? Porque por ahí venías de otras experiencias en las cuales estabas más seteado.
–No, yo me encuentro mucho más en esta zona de improvisar, de jugar, divertirse y poder filmar. Me encuentro mucho más ahí que en el camino de los directores que quieren la cosa superhiperprecisa, y hacer todo el día la misma toma. Son caminos y lenguajes distintos, y los dos me parecen superrespetables y expresivamente ricos, pero esto es muy divertido.
–¿Cómo fueron los encuentros con Coppola?
–Muy emocionales, muy divertidos, por las anécdotas, que no son las de la tele, sino otras más íntimas. Pero siempre entrábamos en una zona mucho más emocional, desde lo afectivo, desde lo que le pasaba en ese momento con Diego, con su familia, con sus hijas, con sus parejas. Yo siempre apuntaba los cañones ahí, y él estaba muy abierto a eso, con lo cual eran muy emocionales y muy largos los encuentros.
–Además de los encuentros, ¿viste material de archivo? ¿Cómo hiciste para que uno por momentos vea que Juan desaparece completamente para darle vida a Coppola?
–Mucho archivo, mucho, mucho, de lo que tenemos más fresco y de lo que no. Una de las cosas que hablábamos con Wino es que nosotros ahora conocemos a un Coppola muy gracioso, muy divertido, muy relajado, que todo el tiempo está contando anécdotas graciosas; pero hay un Coppola que estuvo preso, al que lo embargaron, y uno anterior todavía, que es el representante de Maradona, más serio, que iba y hablaba con Berlusconi. Tratamos de encontrar esos momentos también.
–¿Qué fue lo más difícil de trabajar este personaje?
–Lo más difícil en este caso era no distraerme con las anécdotas, que el comportamiento y la caracterización no me distrajeran de lo más importante, que era la historia de amor atravesando el abandono. Este personaje es tan florido y divertido, con su ropa, esto y lo otro, que a veces te distrae; pero siempre trataba de volver a la dimensión emocional.
–Estás presentando una serie para la cual trabajaste mucho, que tiene un resultado buenísimo, en un contexto muy complicado para la cultura local. Es curioso que en este momento el discurso de los 90 vuelva en algunas discusiones. ¿Tenés alguna reflexión sobre lo que está pasando hoy en día, siendo parte de un rubro que está siendo golpeado?
–A título personal, a mí siempre me entristece mucho cuando se le quita apoyo a la cultura y cuando se arma esta especie de dicotomía, que para mí es totalmente falsa, de que la cultura le está sacando algo a la gente. A mi juicio, es muy cínico encararlo por ese lado. Creo que saben perfectamente que no es que uno saca de acá para poner allá, no es así, y además, muchos de estos organismos enriquecen económicamente al país, generan recursos, generan trabajo, y a mí me gustan mucho los países que consideran a la cultura como una industria, y apoyan esa industria cultural, la respetan, la motivan.
Me parece que todos estamos orgullosos de nuestra cultura, todos. Creo que nadie puede decir que está contento porque se va a desfinanciar la cultura, o que está contento porque no va a haber más cine nacional, o no va a haber más escritores argentinos, obras de teatro argentinas.
–¿Y qué le dirías a quienes sí están contentos por todo eso?
–Yo no les diría nada, me parece que es un proceso que uno tiene que ir entendiendo. Siento también que las cartas están echadas y que es responsabilidad de cada uno ver, informarse, salir de esta especie de pelea para ver quién le pone la tapa al otro con el argumento, porque en el medio hay un tendal de gente de la industria que se queda sin trabajo. A mí me parece que… No digo que uno no pueda tener la idea de cómo gestionar y auditar las cosas que cree que están funcionando mal, eso es una cosa; pero otra cosa es decir “esto no lo queremos más, no queremos que haya más Instituto del Teatro, ni Instituto de Cine, ni Enerc”. A mí eso me parece que empobrece completamente.
Fotos: gentileza Star+