30 años de No Te Va Gustar: "Si no cambiáramos, hoy no estaríamos acá"
La banda uruguaya cumple tres décadas y lo festeja con la gira internacional más importante de su carrera. Además de recorrer gran parte de América Latina y Europa, se presentarán nada menos que en el estadio de Vélez. En esta nota, sus protagonistas hablan de cómo mantenerse vigentes y dicen que la clave del éxito está en reinventarse.
Cuando subieron con todos sus instrumentos al hombro a ese barco que los dejó en el puerto de Buenos Aires, los integrantes de NTVG no imaginaron que esa visita sería la primera de las tantas que harían a la Argentina. Cruzar el Río de La Plata era sencillo; triunfar con un grupo de rock en Uruguay, casi imposible; pero ser reconocidos en todo el mundo, directamente un sueño. Sin embargo, pudieron con todo, y con el tiempo se convirtieron en una de las bandas más convocantes de América Latina.
Treinta años después, y con más vigencia que nunca, los músicos celebran su historia con una gira internacional que comenzará el próximo 6 de abril nada menos que en el estadio de Vélez, allí donde tocaron por primera vez hace ocho años y hasta el mismo Charly García dijo presente.
En esta charla con EPU, Emiliano Brancciari (cantante y líder) y Denis Ramos (trombonista) recorren un camino repleto de logros, compromisos sociales y momentos que marcaron sus vidas para valorar aún más este momento soñado.
–Después de 30 años podemos notar cuánto fueron creciendo musicalmente, pero seguramente en la cotidianeidad de la banda también cambiaron otras cosas. ¿Qué hacían antes y ahora ya no?
Emiliano Brancciari: –Somos más certeros con el tiempo, no tener ensayos de horas y horas por el solo hecho de juntarnos a tocar. Siempre fuimos bastante serios a la hora de preparar un show o un disco, dejamos la parte de esparcimiento para después. Cuando es trabajo, es trabajo.
Denis Ramos: –Con el correr de los años hemos aprendido eso, no tener un ensayo de seis horas si lo podemos meter en tres dedicándole concentración y enfocándonos en lo importante.
–Si miran para atrás hoy en día, ¿qué creen que lograron con la banda?
D. R.: –Permanecer en la escena, con mucho respeto entre nosotros y para el afuera también.
E. B.: –La vigencia. Siempre nos sentimos una banda vigente y no una banda que mira para atrás y añora lo que fue. Siempre respetamos nuestro presente. Me parece que lograr eso después de tantos años es superimportante.
–Muchas seguidoras destacan que fueron pioneros en poner sobre la escena musical una problemática tan compleja como la violencia de género. Desde 2005 trabajan en el tema junto a Amnistía Internacional y en 2010 lanzaron la canción “Nunca más a mi lado”, que impulsó la creación de un colectivo que busca prevenir la violencia contra las mujeres. ¿Qué los llevó a jugársela de esa manera?
E. B.: –Nos nació, fue natural. Toda la vida estuvimos rodeados por mujeres, fuimos criados por mujeres, y a partir de ver sus realidades nos surgieron inquietudes que nos hicieron replantearnos cosas, interiorizarnos, participar y apoyar. Nos abrazamos a esa causa y no gastamos energía en otras.
Hay un montón de cosas que nos preocupan e indignan, pero también poner un poquito en cada lado, tocar de oído acá y allá, pierde fuerza. Elegimos manifestarnos en contra de la violencia de género hace muchos años porque sabíamos que esa lucha necesitaba visibilidad y estaba a nuestro alcance poder hacer algo, o al menos intentarlo.
–Desde los inicios sus canciones buscan visibilizar problemáticas que atraviesan a las mujeres. En 2006 lanzaron “Ilegal”, que hablaba sobre el aborto, y en el último disco la invitaron a Nicki Nicole a participar en “Venganza”. ¿Qué alcance tienen estas acciones en Uruguay?
E. B.: –Mucha fuerza. Hoy en día seguimos apoyando, generando talleres de prevención en el interior del país.
D. R.: –Hacemos hasta donde podemos y estamos metidos de verdad. Intentamos estar lo más física y mentalmente posible, con ideas y trabajo, pero lamentablemente no es suficiente.
E. B.: –Nuestra idea ahora es contagiar a varones sobre todo, invitarlos a que se involucren, que seamos más los que nos comprometemos desde el lugar que nos toca.
Aunque cueste ver el sol
Como toda banda, NTVG vivió altibajos a lo largo de su existencia. Pero sin dudas, uno de los momentos más difíciles ocurrió en 2012, cuando en medio de una gira por Nueva York, falleció en un accidente su tecladista Marcel Curuchet. En ese momento, a poco menos de dos meses de esa tragedia y con el dolor a flor de piel, la banda decidió subir a los escenarios y continuar con los shows previstos como homenaje a su compañero.
–Emi, hace poco dijiste que es sumamente importante hablar sobre salud mental. Con la muerte de Marcel vivieron un momento muy triste a nivel grupal. Mirándolo en retrospectiva, ¿hoy hubiesen hecho las cosas de otra manera?
E. B.:–En ese entonces nosotros decidimos seguir, pero fue duro volver a tocar sin ganas, eh. Salimos y estábamos destruidos, supervulnerables. Nos fuimos curando entre todos y capaz estando separados, cada uno en su casa, hubiera sido más difícil atravesarlo. Estando juntos pudimos sanar, tal vez de otra forma no lo lográbamos.
–¿Cada uno solapó su dolor por el bien grupal?
D. R.:–Sí, cada uno lo tomó de manera diferente por la relación que teníamos con él. A nuestra manera, fuimos sanando para tener hoy el mejor recuerdo, era una persona muy importante, un personaje que nos marcó. Todavía tenemos chistes internos, contamos anécdotas que quedarán para siempre, valoramos los momentos que tuvimos con él y los honramos.
–¿A qué cosas se enfrentan los artistas en términos de salud mental?
D. R.:–La autenticidad personal es fundamental, no podés estar en una burbuja constante porque en un momento tenés que llegar a tu casa, tenés que hacer los mandados. No somos artistas el 100% del día. Cuando subimos al escenario, cuando ensayamos, cuando producimos, sí, pero después no. El resto del tiempo somos hermanos, hijos, parejas, padres. No todo va de la mano de nuestra profesión.
E. B.: –Tenés que estar atento a que todo es muy efímero, que disfrutar de los seres queridos no va a ser de por vida, que hay que darle lugar a la tristeza en los altibajos, porque eso es lo que permite que luego la felicidad sea tal. Vivimos en un mundo muy rápido, donde todo es urgente y cambia constantemente, donde si no sos parte, quedás afuera. Y eso por supuesto genera ansiedad.
D. R.: –Es una lucha constante con uno mismo. Aprendemos todos los días a distinguir a qué cosas darles lugar: a lo efímero, el que se merece.
–Hablan de la importancia de conectar con el presente. Cuando están en el escenario y alzan la mirada hacia el público, ¿notan que cada vez se graba más con los celulares en vez de disfrutar del show en vivo?
E. B.: –Cambió la cultura. Pareciera que se ve el concierto por las pantallas directamente. Se nota y es muy raro, te juro (se ríe).
D. R.: –La parte de filmar para pasarlo a otra persona, subirlo a las redes o verlo después en tu casa habiendo estado ahí, es rara, no la comparto. Pero sí he visto mucha videollamada, hacer a otra persona parte de ese momento en vivo, y eso es lindo, es un acercamiento que te permite la tecnología, estar junto a alguien en ese instante.
El camino más largo
–Se viene el festejo por los treinta años de la banda y escuché que dijeron: “No queremos ser tributo de nosotros mismos”. Después de tanto tiempo en la escena, ¿cómo se hace?
E. B.:–En la gira de los treinta años se va a notar, porque no vamos a ser la banda que fuimos, no sé, en 2002. Vamos a ser la banda de 2024 tocando las canciones que aún puedan representarnos.
D. R.: –Muchas de esas canciones que tocábamos al inicio son las que nos trajeron hasta acá. Cuando elijamos cuáles incluir, les aseguramos que no van a sonar como en ese entonces.
–¿El rock no es una adolescencia eterna?
E. B.: –(Risas) En parte sí. Arriba del micro de gira seguimos siendo esos adolescentes.
–¿Sigue siendo como un viaje de egresados?
D. R.:–Sí, y eso los años no lo van a poder cambiar.
–Y cuando algunos dicen que NTVG cambió, ¿para ustedes es un halago o un bardeo?
E. B.:–Un orgullo. A veces lo hacen para picantearnos, pero para nosotros es un halago. Si no cambiáramos, hoy no estaríamos acá.
Fotos: gentileza prensa NTVG