Rodrigo de la Serna: "Pocas veces estuve tan orgulloso en mi carrera como con esta película"
Fue okupa, compañero leal del Che Guevara, un CEO sin escrúpulos y hasta José de San Martín, pero asegura que el protagonista de "El rapto" está entre los roles más difíciles que le tocó encarnar. El actor que en cada papel vuelve a conquistar al público reflexiona sobre la posdictadura, los vínculos familiares y aquello que mejor sabe hacer: llenar de verdad todas sus interpretaciones.
Manejar el misterio es un arte. Y no hablo de Hitchcock sino de Rodrigo de la Serna. Siempre tuvo claro dónde y cuándo hablar, de qué manera guardarse y cómo aparecer para partir la pantalla como un rayo. No es de los que se esconden pero tampoco de los que se exponen y sin embargo nunca lo sentimos lejos. Es el primo Alberto con quien compartimos la motocicleta, nuestro amigo Ricardo que tiene un lugarcito en la casa o Tito, ese pariente que baila “El bombón asesino” en tu cumpleaños.
En El rapto, la película que acaba de estrenarse en cines y que llegará a Paramount+ el 3 de noviembre, es Julio Levy, un hombre que vuelve a la incipiente democracia argentina después del exilio familiar y al que el secuestro de su hermano le fagocitará todas las ilusiones.
Le pregunto a su directora, Daniela Goggi, cuándo supo que De la Serna era Julio y responde: “Nunca tuve a otro a actor en mi cabeza que no fuese Rodrigo, porque para mí es el mejor de su generación. Tiene un registro enorme para la actuación y si no era alguien que pudiera construir esa emocionalidad, Julio Levy no estaba. Las primeras veinte páginas que escribí presentando al personaje siempre lo hice pensando en él”. No se equivocó.
Puede ser un hombre acorralado como Julio, José de San Martín, un okupa, un ladrón con nombre de barrio, cerveza y goleador o un tipo atrapado bajo una lluvia constante. El gran truco con Rodrigo de la Serna es que no hay truco, le creés todo porque en él siempre hay verdad y en este mano a mano con EPU lo confirma.

–Esta es una película generacional que retrata el mundo de nuestros padres con todas sus utopías, sus sueños y sus pesadillas también, ¿cómo les pusiste el cuerpo al silencio y la culpa de esa generación?
–Esta pregunta ya me pone en un lugar emocional del que tengo que evadirme un poco porque la película es el retrato de una generación muy atravesada por el dolor, por diversas tragedias y por mandatos muy difíciles de llevar adelante. Desde lo físico, el hecho de engordar le dio a Julio cierta corporalidad; y también desde lo simbólico, porque es de esas personas que tragan, tragan, tragan pero no sacan afuera absolutamente nada. Fumar mucho también me ayudó a encontrarlo, es un hombre con cierta respiración complicada, alguien que está al borde del infarto permanentemente.
En la película hay un análisis muy preciso de la generación de nuestros viejos, sobre todo de los hombres, porque no se permitían la emoción, eso era algo que estaba vedado. Ni siquiera se lo planteaban como posibilidad, ni siquiera el psicoanálisis lograba poner en palabras algunas cuestiones.
–¿Qué era lo que callaban?
–La culpa por haber sobrevivido, la presión de ser intelectualmente brillantes, discursivamente precisos, ese deber ser prohombres revolucionarios pero también maravillosos hombres de negocios. Julio, mi personaje, tiene el mandato patriarcal de ocupar el lugar del hermano muerto en la empresa familiar, imagináte. Y como si fuera poco había que tener sentido del humor, así terminaron muchos de estos muchachos, ¿no? Sin lugar a dudas este es uno de los roles más difíciles que me tocó encarnar.
–Para tu personaje la familia es todo y, sin embargo, le cuesta conectar, uno de los recursos más fuertes que encuentra con su hijo es el fútbol, ¿cómo trabajaste eso?
–Es como ver en perspectiva los vínculos familiares, pensá que Julio y su padre no pueden ni mirarse a los ojos, sus miradas solo se cruzan al final. Que él pueda conectar un poco con sus hijos es un avance que logró. De hecho, hay una escena donde terminan hablando de Independiente pero deberían estar charlando de otra cosa. Nosotros, como hijos de esa generación, somos más cariñosos, incluso demasiado comunicativos con nuestros hijos a veces (se ríe).

–Mientras hablabas pensaba que yo con mi viejo conectaba haciendo las boletas del Prode y mirando juntos las peleas de Bonavena, Monzón o Galíndez por la tele, ¿vos cómo lo hacías?
–Uy, sí, ¡el boxeo! Viste que todas las vivencias que uno carga están en el cuerpo, el cuerpo va juntando memoria, no solo el cerebro, y uno apela a eso para componer todos los personajes. A mí me gustaba mucho verlo a mi viejo frente a la tele riéndose a carcajadas con Luis Brandoni en Buscavidas, la serie que hacía con Patricio Contreras. Sabés, yo a Brandoni le agradezco mucho que lo hiciera reír así a mi viejo, eran situaciones especiales porque después se apagaba el televisor y volvía la seriedad del mundo.
Esos hombres sentían que debían ser serios, comprometidos con el trabajo y con su familia desde un lugar casi de solemnidad. Otro momento donde se desarmaba era escuchando los discos de Les Luthiers, esas prácticas que hacían de juntarse con los amigos en tertulias, poner el LP y reírse (ensaya su carcajada) con Mastropiero. Verlo a mi papá en esas situaciones era muy grato.
–Pasemos al lugar de padre, este año entrevistamos a tu hija Miranda y dijo que una de las cosas que más la enternecían era verte jugar con tus hijos más chicos. Pero también contó que siempre está pendiente de actuar juntos, ¿tenemos novedades?
–Ay, por favor, señores productores, ¡pónganse las pilas! (se ríe). Es inminente porque necesito eso... pero no hay nada todavía, así que si alguien interesado está leyendo va a este llamado a la solidaridad. Miranda es una actriz extraordinaria, tiene una potencia, un sentimiento, es tan bella además... bueno, ¿qué te puedo decir de mi hija? Todo.
–Volviendo a "El rapto", en la película hay hechos históricos que para el público internacional podría tener el efecto “Argentina, no lo entenderías”, sin embargo la repercusión afuera fue muy buena, ¿creés que funcionó tanto en el Festival de Venecia como en el de Toronto porque pone a conversar dos tragedias, la nacional y la personal?
–La película no te da respiro, es algo donde me parece que confluye el buen cine y es tener una plataforma identitaria, es una historia nuestra, es una película argentina, profundamente nacional pero que, a la vez, el mundo puede asumirla como propia. Sin perder nuestra idiosincrasia, nuestro lenguaje, el modo de entender los vínculos, podés extenderlo a otros públicos.

Lo que pasó en Venecia fue emocionante, recibimos una ovación. En Toronto, a pesar de que es un público más frío, yo estaba viendo la peli pero cada tanto me daba vuelta para mirar a los espectadores y estaban muy prendidos. Me parece que lograr eso es maravilloso. Te voy a ser absolutamente sincero: pocas veces estuve tan orgulloso en mi carrera como con esta película.
–Y eso que en cine has hecho películas como "Crónica de una fuga" y "Diarios de motocicleta"...
–Grandes proyectos ambos, muy queridos. Pero siento que esta es la mejor película en la que trabajé, sin dudas. Es un objeto cinematográfico muy puro, muy nítido, la narrativa que le imprimió Daniela Goggi es maravillosa, ese pulso elegante de la narración y que, a la vez, sea una película tan evidentemente nacional es algo que atesoro.
–La Academia de Cine Argentino seleccionó a "Los delincuentes" como nuestra representante para los Premios Oscar, ¿fue una desilusión que la elegida no fuera "El rapto"?
–Me hubiera gustado pero son cosas que pasan. Amo tanto esta película, sé lo que es y lo que va a ser, siento que va a trascender más allá de esta coyuntura. También es una suerte que películas argentinas tan buenas estén representando al país, porque lo de Puan es maravilloso y Rodrigo Moreno, el director de Los delincuentes, es brillante. Que a pesar de las dificultades de esta industria cada vez más golpeada, existan películas como estas y que sean consideradas en el exterior es un orgullo también.
–A raíz de los premios para "Puan", en San Sebastián, y para "Cuando acecha la maldad", en Sitges, se habla mucho del buen momento del cine argentino. Pero por otro lado, se pone en constante discusión, y con bastante desconocimiento, el tema del Incaa. Firmaste la carta apoyando a la institución y al cine nacional, hablemos un poco de eso.
–Nuestro cine es importante desde muchos ángulos, voy a estar siempre en todo lo que sea defender el cine nacional. Somos trabajadores de la cultura, es imprescindible que un país tenga la posibilidad de mirarse y reflexionar sobre temas propios, que tengamos nuestra voz en todas las artes. Siempre voy a estar defendiendo eso como sea, es de vital importancia para nuestro trabajo.

El Incaa tiene un rol preponderante que no podemos negar, ¡nuestro cine es tan prestigioso! El mundo consume cine argentino, es muy respetado y valorado internacionalmente. El Incaa, por otra parte, es un ente autárquico, no está financiado por el Estado, así que ciertos planteos son errores garrafales. Pero la realidad siempre se impone, estoy muy tranquilo con eso.
–Rodrigo, ya bailaste “El bombón asesino” en "Inseparables", te moviste al ritmo de los Ramones en un video viral con Joaquín Furriel y Peter Lanzani. Como también cantás, después de todos los cigarrillos de "El rapto", ¿se viene tu versión de “Fumando espero”?
–Ya hice mucho... (se ríe). ¡La verdad es que fumo como un escuerzo en la película! Julio es un hombre que traga todo y no larga nada. ¿Querés versión de “Fumando espero”? ¡Vamos por esa!
Créditos
Fotos: Alejandro Calderone Caviglia
Coordinación general: Gimena Bugallo
Estilismo: Florencia Herrera @floriherrera2110
Pelo y make up: @daichumakeup
Agradecimientos: Sastrería González @gnzgonzalez_