Sofía Gala Castiglione: "Elegí ser actriz mucho tiempo después de haber sido famosa" 

Alejada de las polémicas, la actriz que nació famosa vuelve a subirse a los escenarios para romper con lo establecido y darle valor a esa palabra que la marcó durante toda su vida: libertad.

Ya sea para hablar de su historia personal, de la realidad que nos rodea u opinar sobre distintos temas, Sofía Gala Castiglione no tiene pelos en la lengua. Debe de ser que la vida le exigió desde muy temprano estar frente a cámara, exponer sus pensamientos y lidiar con un mundo que juzga solo por ser verdadero. “Hay un montón de gente que piensa que soy una maleducada, porque la gente está acostumbrada a que le mientan. Entonces, cuando alguien les dice la verdad, les parece violento”, dice sin titubeos.

Esta vez, a días del estreno de Closer, la obra teatral que protagoniza junto a Gonzalo Valenzuela, Juan Gil Navarro y Carolina Peleritti en el Multiteatro Comafi, el tema de conversación gira en torno al amor y las relaciones de pareja. Porque no solo su personaje se cuestiona las ideas construidas alrededor del deseo, la fidelidad y los celos, sino también ella: “Yo todo el tiempo me planteo tratar de sanar ese amor tan tóxico que nos enseñan a tener. El amor que nos enseñaron a partir de la posesión del otro, el sufrimiento, la tragedia. Todo el tiempo intento desprogramarme de esas cuestiones que a veces siento que tengo y no sé de dónde salen”. 

"Cuando alguien les dice la verdad, les parece violento. Yo no creo que ser correcto sea ser educado. Ser educado es ser verdadero."

Decidida, Sofía se dispone a charlar largo, tendido y profundo, algo que no abunda demasiado en estos tiempos. Y agrega: “Más allá de que nos estemos deconstruyendo cada vez más y que de a poco cada pareja empiece a entender que las reglas las pone uno y no la sociedad, siempre está lo que traemos. También habla de eso la obra, de los mandatos impuestos”. Así, una vez más, la actriz que nació famosa vuelve a subirse al escenario para romper con algunas reglas y darle valor a esa palabra que la marcó a lo largo de toda su carrera: libertad. 

–Esta obra debutó en Londres en 1997. Sin embargo, todavía seguimos sin resolver un montón de cuestiones en torno al amor. ¿Avanzamos algo?

–Todos cargamos con mandatos. Por ahí las nuevas generaciones menos, pero más allá de un trasfondo hablado, en el sentido cultural no cambiaron mucho las cosas. Yo veo a los pendejos jóvenes, poliamorosos, con más de una relación, e igual hay quilombos, hay planteos, hay posesiones. El amor es un re tema ahora, es un tema que interesa, del que se habla, porque la gente está dispuesta a mirar para adentro y decir: “Quiero mejorar, quiero sentirme bien”. Porque hay un tipo de relación que nunca funcionó y recién ahora se pone en evidencia. Hay algo que se está cayendo

–¿Y por qué recién ahora nos estamos replanteando estas cosas?

–Yo creo que tiene que ver con que antes no se escuchaba tanto a los pibes y ahora está cambiando eso. Antes había cosas que no nos permitíamos mover: no nos permitíamos hablar del amor, no nos permitíamos hablar de que podés estar recontraenamorado de alguien y te puede calentar otra persona, no nos permitíamos pensar en enamorarnos de más de una persona a la vez, no nos permitíamos un montón de cosas que ahora sí. Por suerte, yo soy una persona a la que nunca subestimaron por su edad, que es una de las cosas que más agradezco de mi infancia, entre un montón de cosas que odio. A mí siempre se me tuvo en cuenta, siempre pude hablar de igual a igual

–Da la sensación de que siempre pensaste como una persona adulta, ¿te pasa lo mismo a vos?

–¿Como un adulto? ¿Te parece? Los adultos piensan como el orto. Cuanto más grande es la gente, peor piensa. Es más, creo que la idea del adulto es, justamente, no replantearse nada, creer que siempre tienen razón. Van inventando un montón de reglas hipócritas, que ni siquiera ellos siguen, para controlar la vida de la gente, la pulsión de decidir y de imaginar, de experimentar. Nunca me sentí una adulta, al contrario

–Recién decías que nunca se te subestimó. ¿Por qué creés que fue así?

–Supongo que tuve la suerte de tener una familia que nunca lo hizo, de estar en un lugar en donde se me respetaba por quien era. Nací con una especie de… no quiero decir “libertad”, porque es una palabra muy grande, pero nunca sentí que el respeto por el otro tuviera que ver con quedarse callado. A veces pareciera que es eso lo que le exige el adulto al niño, el respeto es que te calles la boca y me hagas caso a mí. Yo siempre hice relativamente lo que quise, que no significa libertinaje. Es algo más profundo. 

"Fui una adolescente muy odiada, con mucha bronca, había un montón de cosas que me pasaban que no entendía por qué me pasaban."

–¿Alguna vez te jugó en contra decir todo lo que pensás?

–Siempre hay una contra. En nuestra profesión, por ejemplo, hay mucho lobby. “Bueno, ahora hay que ir a tal lado y chuparle el culo a este.” Y yo no le chupo el culo a nadie. Hay un montón de gente que piensa que soy una maleducada, porque la gente está acostumbrada a que le mientan. Entonces, cuando alguien les dice la verdad, les parece violento. Yo no creo que ser correcto sea ser educado. Ser educado es ser verdadero

–¿Cómo les explicás esto a tus hijos?

–Yo los incentivo todo el tiempo a que sean honestos, nunca les pediría que hagan algo que no les gusta. ¿Viste esa gente que dice: “Saludá, dale un beso al que llegó?”. Si el nene no quiere darle un beso que no se lo dé. Desde esas pequeñas cosas. 

–Hablando de poder elegir, ¿cuándo te diste cuenta de que querías ser actriz y que eso no era un mandato de tu familia?

–Nunca fue un mandato, es algo que hice toda mi vida. Me alejé un poco de eso cuando me di cuenta de la sobreexposición que había tenido de chica, porque no quería eso para mí. Pero después, con la ayuda de mis primeros amigos actores, como Fer Peña, y mis amigos de la adolescencia, empecé a entender que la actuación era algo que me había movido toda la vida. Jugaba a hacer las obras que hacía mi vieja desde que nací, fue algo muy natural. Y también entendí que toda esa sobreexposición que yo había tenido y no había elegido no era necesaria para que existiera lo otro. Pero no fue un momento, fue algo que siempre estuvo adentro de mí.

–Lo mencionás mucho a Fer Peña. 

–Sí, él fue el que me dijo que yo tenía que actuar en una época en la que estaba totalmente negada, porque había tomado dimensión de lo fuerte que había sido la prensa en mi vida, de cuánto me había sobreexpuesto, y realmente no era lo que yo quería. Él me dijo: “Eso no importa nada, vos tenés que actuar, vos tenés que subirte a un escenario”. Fui una adolescente muy odiada, con mucha bronca, había un montón de cosas que me pasaban que no entendía por qué me pasaban. Y creo que él entendió que el gran catalizador para todo eso era que me subiera a un escenario. Y, además, él me subió a un escenario. Hizo una obra para nosotros que justamente hablaba de la televisión, de la prensa, de los medios. Fue una de esas personas que, si tenés suerte, aparecen y te guían. 

"Los adultos piensan como el orto. Cuanto más grande es la gente, peor piensa."

–¿Por qué fuiste una adolescente muy odiada? ¿Por la bronca que te daba tu sobreexposición?

–Por eso, por la confusión de la adolescencia. Cualquier cosa que me pasaba, tenía a la prensa enfrente de mi casa esperando a que abriera la ventana con un lente gigante para sacarme una foto. Y esto fue en 2011, no hace 300 años. Tenía quince años y por cualquier comentario que hacía, toda la gente grande se ponía a hablar de mí en la tele. Ahora hay un montón de cosas mal vistas, pero en un momento la persecución mediática no era lo que es ahora. Yo elegí ser actriz mucho tiempo después de haber sido famosa. 

–Volviendo a tus hijos, ¿qué te pasa cuando pensás en ellos? ¿Permitirías que pasen por lo mismo que vos?

–Por suerte ya no están pasando por lo mismo. Tengo una hija de casi catorce años, otro de ocho, y nunca nadie eligió por sobre ellos. Nunca se los obligó a hacer nada que no quisieran hacer ni fueron a ningún lugar sin entender qué era lo que pasaba. Pero ellos también van a tener cosas para decir sobre cómo los crie, y es sano. Hubo una edad en que yo me le planté a mi mamá y le dije: “Che, la concha de tu madre, me dolió esto, esto y esto”. Ellos también me lo van a decir a mí, y me parece muy bien. 

Fotos: Gabriel Machado

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