Sofía Willemoës, la artista argentina que conquista Nueva York con sus diseños
En un paseo por las calles de París, Sofía Willemoës descubrió una vidriera que cambió su vida por completo. Fue cuando observó unos sillones de cuero estampados con imágenes de caballos en blanco y negro que decidió volver a la Argentina, abandonar la abogacía y emprender en el universo del diseño. “Me cambió la cabeza, no por el producto en sí sino por la innovación que contenía la escena”, comenta la emprendedora.
No fue casualidad. Así como en su infancia su padre la despertaba a cualquier hora de la noche para ver nacer potrillos en medio del campo, la naturaleza salvaje la despertó en su adultez para devenir en artista. “Hay cosas que nos marcan para siempre. ¿Quién sabe si ver dos o tres nacimientos por mes, el evento de creación más natural que puede existir, no me hizo amar la creación?”, reflexiona desde Manhattan, su nuevo hogar.

Sofía comenzó reciclando muebles antiguos, pero en pocos meses encontró su identidad con los murales y empapelados, con los que llevó la naturaleza a espacios interiores como hogares, negocios y hasta las oficinas locales de WeWork, la empresa de coworking que le dio la chance de despegar a nivel internacional. Hoy ya cuenta con dos estudios propios, uno en Buenos Aires y otro en Nueva York, más de 50 mil seguidores en sus redes sociales y varias colecciones que hicieron de su nombre una marca registrada.

–Hace muy poquito lanzaste Be Reborn, tu última colección. ¿En qué te inspiraste?
–Be Reborn es una colección dedicada al renacer, esos que atravesamos en algún momento de la vida, inevitablemente. Esta vez, la colección se tradujo en un cuento de hadas donde Silvestre, habitante de los bosques, descubre un invernadero de plantas mágicas en el que se encuentra con su propio reflejo. Estático, inmóvil y tras un rayo que cae del cielo en forma de encantamiento, decide ir tras una melodía en la que confía que lo hará renacer. Antes de un renacimiento es muy probable que pasemos por ese estado en el que nos sentimos algo trabados. Siento que eso es necesario, puede ser duro, pero en la sombra es donde encontramos el impulso del cambio. Creo que únicamente cuando logramos vernos podemos trascender.
–¿Qué estaba pasando en tu vida a nivel personal en ese momento?
–Luego de la pandemia, y entrando en un nuevo paradigma, muchos estamos atravesando algo parecido. Tuvimos tiempo de mirar a nuestro alrededor, de ver qué nos gusta, qué no, qué necesitamos, qué no. A nivel personal, me encuentro en mi tercer renacer: están sucediendo cada diez años. Soy exploradora, me gusta el caos. Se sufre a veces, pero es el motor del cambio y creo que es lo que vine a hacer en esta vida: experimentar y fomentar opciones. Soy de esas personas que permanentemente ponen todo en cuestionamiento; siento que todo puede cambiar de un momento a otro. Es agotador, ¿no? Y, bueno, hay que aceptarse (se ríe).

–Contás que venimos de un largo viaje de introspección y ya no somos los mismos. ¿En qué aspectos te transformó la pandemia?
–Cuando explotó la pandemia, yo hacía un año y medio que me había mudado a Manhattan para abrir allí mi estudio internacional. Nueva York fue de las ciudades más afectadas, porque tenía todo para que así fuera: es una isla con alta densidad poblacional, transporte público fuerte y gente de todo el mundo que entra y sale todo el tiempo. La ciudad quedó muy golpeada y hubo un alto movimiento migratorio que no la pudo bancar. En esos días que se hacían eternos me llegó un video de Vandana Shiva, prestigiosa ecologista, feminista y filósofa. Me encantó su visión y me surgió la idea de crear una comunidad de mujeres agricultoras. Así lo conocí a Diego González Carvajal y empezamos un brainstorming de muchos meses que me llevó a Estancia Peuma Hue, una estancia en la Patagonia de la que me enamoré a primera vista. Me enamoré del lugar y de su fundadora, Eve Hoter.

–Hablabas de tu tercer renacer: el primero, como abogada; el segundo, con tu marca de diseño; ¿el tercero?
–Todavía no puedo contar mucho sobre el nuevo proyecto en la Patagonia porque sigue mutando, pero es una invitación a conectar fuerte con la naturaleza, con uno mismo y con el otro. Cuando te viene una idea fuerte, que pasa pocas veces en la vida, mi consejo es que la sigas, aunque no sepas a dónde te puede llevar.
–Contabas que te fuiste a Manhattan para abrir tu propio estudio. ¿Te adaptaste a la vida neoyorquina?
–Me adapté, sí. Fue una experiencia increíble, pero también extrañé mucho la Argentina. Ver desde afuera el caos me generó la necesidad de volver a hacer algo con impacto, y por eso me encuentro con el proyecto de la Patagonia.
–En el último tiempo, además de crear Be Reborn y darle vida a este proyecto, lanzaste una web en donde el usuario puede crear sus propios murales. ¿De qué se trata?
–En nuestro e-commerce, los usuarios pueden cargar medidas, cambiar colores de fondo, identificar cantidad de puertas y ventanas y elegir qué plantas o animales quieren incluir o no en el mural. Creemos que las personas hoy buscan cosas especiales, no repetidas, y nuestros diseños son todos distintos entre sí.

–¿Qué plus tiene que el usuario sea parte del proceso de sus propios murales?
–Que pueden autogestionarse, tienen la libertad de elegir cómo será esa porción de naturaleza que deciden llevar a su espacio interior. A mí todo lo que sea libertad me encanta, y a nivel creativo, más aún.
–Tu última colección invita a preguntarse “¿cuál es tu pasión?”. ¿Cuál es la tuya?
–La mía es innovar y generar pequeños instantes de felicidad en la gente.
–¿Y cuál creés que es el diferencial que te trajo hasta acá?
–No sabría decirte, quizás es una pregunta para que respondan otros (se ríe). Lo único que puedo decir es que soy muy fiel a mi intuición y que me animo a asumir riesgos. Amo innovar, me divierte, es lo que me mueve: traer a la mesa algo diferente.

Créditos
Fotos: Magalí Saberian