'Peque' Pareto: "Me di cuenta de que no todo en la vida es una medalla"
Antes de iniciar la charla telefónica con El Planeta Urbano, Paula Pareto hace un tetris con las actividades que tiene programadas para el día. Desde hace años no conoce muy bien los ratos libres, y su vida no cambió demasiado desde que se retiró del judo.
“A veces ya me paso con la autoexigencia”, dice desde el living de su casa, el mismo que usó para entrenar en la previa de Tokio 2020 y sigue usando para hacer actividad física cada vez que puede. “Siempre trato de buscarme un huequito, cuatro o cinco veces por semana, pero hoy no me estreso sino que lo disfruto”, aclara.

En esta nueva etapa lejos del tatami, aquel escenario que la vio consagrarse como la primera mujer argentina campeona olímpica, su vida se divide entre las cocinas de MasterChef Celebrity, sus estudios y la traumatología, la misma profesión que transitó mientras se mantuvo en la elite mundial del deporte.
“Estoy haciendo un posgrado en Medicina Deportiva, y la idea es dedicarme a full a eso, pero también me estoy preparando para formar parte del cuerpo técnico de la Selección de Judo. Del cuerpo técnico y del cuerpo médico, la idea es estar en ambos”, revela.
Como si eso fuera poco, la Peque también tiene ganas de ser tapa de revista. Por eso, hace malabares con sus horarios y atiende el teléfono.
–Uno esperaría descansar después de tantos años de competencia, pero no es tu caso.
–(Se ríe) Antes de los Juegos Olímpicos de Tokio, cuando yo avisé que me retiraba, un muy amigo mío me preguntó: “¿Qué vas a hacer cuando no te entrenes más? Vas a sentir un vacío enorme”. Y antes de saber que iba a hacer este año, le dije: “No, no voy a tener ningún vacío”, porque ya tenía todo organizado para seguir mi vida. Con la convocatoria a MasterChef fue peor todavía, por eso digo que no hay tiempo para extrañar, hay tiempo para hacer lo que toca en el momento. Estoy feliz de estar viviendo esta locura.
–En algún punto, estar en MasterChef es una manera de seguir compitiendo, ¿no?
–Sí, totalmente. Es la misma adrenalina que se siente antes de una competencia, que es lo que te mantiene activo y enfocado para hacer lo que corresponde en ese tiempo corto que tenés. Ahora es la cocina, antes era el judo, pero yo creo que la adrenalina es la misma, es una linda transición.
–¿Hay algún aspecto del judo o la medicina que puedas poner en práctica en la cocina?
–Ser metódico te sirve. De hecho, cuando miro mis emplatados y los comparo con los de mis compañeros, pienso: “Ay, qué TOC que soy. ¿Por qué todo tiene que estar tan ordenado, tan geométrico?”. Me da risa, no me quejo porque soy así. En la cocina, eso tiene sus pro y sus contra, porque el cocinero tiene que hacer varias cosas al mismo tiempo. Yo no puedo, hago una cosa, después la otra, soy muy ordenada en ese sentido. Pero está bueno el desafío, aprendo cosas diferentes.
–Siempre estás saliendo de tu zona de confort.
–Sí, fue lo primero que pensé cuando me llegó la propuesta. A mí me encanta salir de mi zona de confort, porque creo que es la forma en la que uno puede crecer. Más allá de lo culinario, estoy aprendiendo a ser menos estructurada. Salir de mi zona de confort es lo que me hizo encarar este nuevo desafío.

No siempre se trata de ganar
El maestro japonés Jigoro Kano definió la palabra “judo” como “camino a la flexibilidad”; y en ese mismo andar se encuentra la Peque. Acostumbrada a la perfección (su carrera deportiva incluye trece medallas en torneos Panamericanos, tres en Juegos Panamericanos, tres en Mundiales y dos en Juegos Olímpicos), se despidió de Tokio 2020 sin alcanzar el podio, pero con un diploma y el reconocimiento de toda la delegación albiceleste.
“Fue re loco, porque tuve ese recibimiento en Río de Janeiro, cuando volví con la medalla de oro, y en Tokio también. Yo venía medio bajoneada, no me fue como esperaba, y ver que estaban todos esperándome para darme el mismo abrazo de aliento me puso muy feliz. Me hubiese encantado ganar, obvio, pero ese momento que se generó ahí con los chicos que me estaban esperando, con gente de otros países que me estaba esperando, hubiese sido diferente si volvía con una medalla. El sentimiento fue mucho más fuerte y genuino. Por eso digo que no hay mal que por bien no venga, aunque sea una frase hecha. Cada vez que lo cuento, me emociono otra vez.”
A la Peque se le quiebra la voz, porque fue en ese pasillo, rodeada de otros deportistas, que entendió que no siempre se trata de ganar en la vida. Por eso hoy se anima a experimentar nuevas versiones de sí misma, en la cocina y en el judo también.
–Alguna vez lo dijiste: “Todo el mundo trasnochando por una judoca es algo que no ha pasado mucho”. ¿Se compite con un poco más de presión cuando todos esperan verte en lo más alto?
–Sí, pero me parece importante ver cómo uno maneja esa presión. Si la podés transformar en algo positivo, es un golazo, y es lo que yo hice en los últimos años de mi carrera deportiva. La gente se junta con amigos para verme competir y eso a mí me parece una locura, pero creo que lo hacen con la mejor intención, con la mejor energía. Lejos de querer ponerte presión, lo hacen porque ya te conocen y te quieren ver competir, más allá del resultado. Obviamente, todos somos más felices si me va bien, porque cuando compito represento a un país entero. Yo pedí disculpas en Tokio, por todos esos que se juntaron y bueno… tal vez la alegría no llegó.
–¿Cómo vas a pedir disculpas?
–(Se ríe) Es que obviamente que quiero ganar y me da mucha tristeza cuando no pasa, pero me da tristeza no sólo por mí sino por todos, porque hay todo un equipo atrás: entrenador, entrenadora, psicólogo, mis compañeros y toda esa gente que se juntó a alentarme, que también son mi equipo. No perdí yo sola, perdimos todos, entonces me da cierta tristeza y pido disculpas. Pero también me pone muy contenta que me respondan así como me dijiste vos: “¿Cómo vas a pedir disculpas?”. Me hubiese encantado que lo festejaran, como se festejó en otros momentos. Eso hubiese sido ideal, pero lo que pasó en Tokio también es parte del juego y las enseñanzas también salen de perder. A partir de buenos resultados, uno siempre espera un poquito más, pero la verdad es que cerré una carrera más que bien, no me puedo quejar.
–Ahora que ya pasaron unos meses, ¿qué balance hacés del torneo?
–Fue una revolución de emociones, todas lindas, y estoy más que agradecida con todos los deportistas que se juntaron a aplaudirme en la Villa Olímpica. Me fui con una mezcla de sentimientos, pero creo que el promedio fue bueno. Cerré una etapa deportiva con bombos y platillos. Sin medalla, pero me di cuenta de que no todo en la vida es una medalla.
–¿Cuál fue la gran enseñanza que te dio el judo?
–Yo creo que el judo me dio mucho de compañerismo, de amistad, de respeto, de honor por uno mismo, más allá de los resultados. En el judo, el saludo inicial y el saludo final significan respeto hacia tu rival. Si vos no tenés un contrincante, nunca vas a poder ganar; si no tenés un compañero, nunca vas a poder entrenarte; si no tenés un equipo de trabajo, nunca vas a llegar a tener los resultados que buscás. Me dio muchísimas enseñanzas desde ese lado, de lo que es el trabajo en equipo. Uno piensa: “Pero el judo es individual”. No, no es individual, es imposible entrenarte solo en el judo. Adentro o afuera del tatami, el apoyo de tu compañero es constante, y creo que el judo me enseñó eso: saber que en equipo todo siempre es mejor. Más que amigos, hoy en el judo tengo una familia.

Créditos:
Fotos Gentileza Prensa Telefé