Marilina Bertoldi: "Sólo quiero hacer mis canciones sin ser la reina de nada" 

Miedos, incertidumbres, certezas, encierros y genialidades de una de las referentes más importantes del rock vernáculo.

La calma que antecede al huracán. Así le dicen. O al revés también: la calma después de la tormenta. La carrera artística de Marilina Bertoldi es tan vertiginosa como los tiempos que corren; que corrían, en realidad. Un puñadito de canciones artesanales prendió la mecha de una piba que rajó de un pueblito al norte de Santa Fe para encontrar en Buenos Aires su propio norte y dejar atrás fantasmas y pesadumbres de un pasado retrógrado, en blanco y negro. A esas canciones se les sumaron discos, ideales, convicciones e identidad. Cada vez más gente iba a los recitales de la más chica de las Bertoldi (Lula Bertoldi, voz de Eruca Sativa, es la hermana mayor), hasta que, en 2018, Prender un fuego incendió literalmente todo: todo. 

Fue el primero que tuvo a Marilina como productora de todos los temas, y el álbum significó un salto de experimentación sonora más allá del rock blusero con el que se la solía identificar. “Fumar de día”, “La casa de A”, “Correte”, “O no?”, todas esas canciones que figuran entre las diez más escuchadas de la artista en Spotify están allí. 

Hay un cambio estético también muy fuerte, hay oscuridad y empoderamiento, la sensación exacta de alguien capaz de lograrlo todo. Y lo logró, porque unos meses después del lanzamiento, el álbum recibió el Gardel al Mejor Disco del Año, se quedó con el de Oro y ella se convirtió en la segunda mujer –y la primera lesbiana– en la historia de esos premios en recibir ese galardón. La pionera había sido Mercedes Sosa en 2000

“Siempre estoy con una mano en la puerta de la salida de emergencia, queriendo escapar.”

“Who the fuck is Marilina Bertoldi?”, titulaban los medios y se preguntaba la vieja guardia rockera. “La reina y la esperanza del rock feminista”, contestaban, categóricos y malaleche, en los copetes. Por eso, aquellos años para Marilina fueron un huracán, una ventola imparable que arrasó con sus miedos y sus inseguridades de raíz, generándole una presión al pedo que no estaba en los planes y que llevó como pudo, Marilina dixit. 

Con lo que no pudo el viento fue con la música. Allí quedó, intacta, sin que le moviera un pelo, en la entrada de una pandemia que le sirvió a Marilina como refugio, una calma, otra huida, esta vez de las luces y los flashes que adornan la ciudad. Fue ahí, en su casa, donde craneó canciones y terminó su quinto álbum de estudio, que verá la luz, vaya paradoja, a fines de febrero, principios de marzo.

–Casi cuatro años del último disco, Prender un fuego, mucho tiempo en silencio y ahora volviste con dos canciones nuevas y un álbum próximo a salir. ¿Qué pasó en todo este tiempo?

–En realidad, tenía la idea sacar los temas antes, pero me fui atrasando. Esto responde, imagino, a que es la primera vez que produzco algo enteramente y me falta ser un poco más organizada. Entonces, nada, como que respondí al tiempo en el que creativamente iba sintiendo que podía avanzar, pero la creatividad no entiende de tiempos: está o no está.

–Y en el medio de este proceso, la pandemia. ¿Cómo la llevaste?

–Antes de la pandemia tenía pensado sacar un EP de cuatro singles, pero llegó la cuarentena y todo cambió; la pandemia hizo que me encerrara y pudiera concretar un disco nuevo. Cambiaron las ideas, quería contar otras cosas. Tuve una muy buena primera etapa de la pandemia, que me sirvió mucho para componer y crear, pero la segunda fue dura, me la di contra la pared. La verdad, lo necesitaba. Creo que la mayoría de los que tuvimos el privilegio de no cagarnos de hambre o de no sentir que se nos arruinaba la vida pudimos hacer un viaje más introspectivo y empezar a analizar qué carajo nos estaba pasando.

–¿Qué encontraste en ese viaje?

–En algún momento de la vida hay que abrir la puerta del cuarto oscuro. Yo la abrí, ahí estaba y me la di (risas). Ahora estoy bien, ya me recuperé, pero fue fuerte, muy fuerte. No es sólo abrir la puerta e irse: era quedarse ahí, entre cuatro paredes, con todos los pensamientos e incertidumbres habidos y por haber. Sos un náufrago en medio de la nada

–¿Te sirvió esa oscuridad, artísticamente?

–Creo que eso lo podré analizar un poco más adelante. Yo creo que hice canciones que reflejan un poco todo eso, muy a flor de piel

–Sin embargo, el primer corte de difusión, “Cosa mía”, refleja desde la música, y también desde el videoclip, un ambiente mucho más agradable, más luminoso. 

–Sí, totalmente. El disco es un poco así: una sensación de sentimientos encontrados, un subibaja de energías que van desde el piso hasta el techo. “Cosa mía” es eso, en el disco aparece cuando el clima viene más nublado, aparece para subir y bailar. 

“Dos artistas lesbianas haciendo esto para un público homosexual creo que fue el enfoque que me permitió relajarme y finalmente hacer un video de este estilo.”

–Si bien siempre te caracterizaste por no repetirte, por tu eclecticismo, desde Prender un fuego, el primer disco donde te metiste muy de lleno en la producción, hay un sonido, un mundo estético que empieza a identificarte. ¿Lo ves así?

–Sí, entendí que la producción es parte de la composición. Me gusta que haya una identidad propia, que no es lo mismo que repetirse. Buscar un sonido propio y tener esa identidad que haga que alguien pueda reconocer que “esto es medio Marilina” me parece un plus increíble, es hermoso, como un color nuevo que inventaste. 

–¿Te da miedo caer en la solemnidad del artista?

–Cien por ciento. En la repetición y en la solemnidad por igual. Pero algo me tranquiliza, y es que me aburro rápido de las cosas, enseguida quiero cambiar y sorprenderme. Estudiar e investigar más para alejarme de lo anterior. Ya ensayar medio que no me copa; hacer los temas cinco veces por noche, un embole. Por eso en los shows trato de variar un poco las canciones, con diferentes versiones, arreglos, etcétera. 

–Quizás es una apreciación mía, pero siento que en realidad lo que te aburre es caretearla.

–No, ¿te parece? (risas). Sí, es verdad que me cuesta mucho, pero detesto que me pase eso. No sé, hacés una nota, te sincerás y cuando volvés a tu casa te querés matar de lo que dijiste. Hay mucha exposición en el rock. Lo importante es encontrar el equilibrio sin traicionarse. 

–Pero la fama y la exposición son un combo que ya sabías que venía con el mundo de la música, sobre todo cuando lo que hacés es exitoso y llega a mucha gente. Hay una contradicción ahí.

–Sí, pero no puedo. Siempre estoy con una mano en la puerta de la salida de emergencia, queriendo escapar. Pero, bueno, es lo que me toca, y eso hace también que todo lo que emprenda lo haga con mucha intensidad. Ahora, en esta vuelta después de tanto tiempo, estoy mejor, no me está haciendo tan mal. 

–En 2019 recibiste el Gardel de Oro, convirtiéndote en la segunda mujer en la historia de los premios (lo había ganado antes nada más y nada menos que Mercedes Sosa) en conseguir ese galardón. Inevitablemente, esa hazaña trajo consigo un aluvión de reconocimientos y notoriedad, hasta los medios te etiquetaron como “la reina y la esperanza del rock feminista”. ¿Cómo manejaste esa presión? ¿Este parate fue un poco la consecuencia de ese huracán mediático? 

–Lo llevé como pude. Imaginate que vos estás haciendo lo que te gusta y de un día para el otro te dicen: “Vos sos la mejor de todas, sos el futuro de no sé qué”. Una locura total. Yo solamente quería hacer mis canciones sin ser la reina ni la esperanza de nada ni de nadie. Amo lo que hago. Lamentablemente, hay que estar muy preparada para estas cosas y nunca comerse el verso cuando te ponen en lo más alto o cuando te tiran al piso. Es difícil, obvio, sobre todo para los supersensibles como yo. Pero ya lo voy a lograr, voy a tener otros problemas (risas).

–Hace poco, en una gira de Barbi Recanati, te vimos a un costado del escenario muy contenta tocando el bajo. Más allá de la relación y la amistad que tenés con ella, ese gesto habla también de tu necesidad de correrte del centro, aunque sea por un rato.

–Me resulta muy necesario y lo disfruto mucho. Me gusta no ser el centro de atención, pero a la vez me gusta estar cerca de lo que está pasando. No quiero ser una artista que sólo saca discos y hace giras. En la música hay un montón de roles más para ocupar, con una intermitencia que podés ir articulando con tus distintas facetas. Tengo mucha hambre de muchas cosas, me intriga todo y quiero hacer de todo también. Ya encontraré el lugar donde mejor me sienta. Por ahora es tocando y haciendo canciones. 

–¿Pensás que sólo con la obra alcanza para expresar todo eso que tenés para decir?

–Para mí sí, sería lo ideal, y en algún momento sólo hablaré a través de mi trabajo. Hoy en día, igualmente, siento que está bien que hable de algunas cuestiones. Lo veo necesario. 

–¿Cuándo sale el disco nuevo?

–Seguramente a fines de febrero, principios de marzo. El disco lo compuse en orden, las canciones fueron apareciendo. De entrada, ya tenía la tapa, una foto hermosa que espero que les guste, y también el nombre del álbum. Nunca me había pasado eso, generalmente la portada aparece mucho después. El disco va por muchos lados, no hay dos temas iguales.

–¿Va a ser un álbum de rock?

–Aunque lo intente, no me sale otra cosa que no sea rock.

–Hablemos de “Amuleto”, segundo corte del disco y primer feat. de tu carrera. ¿Por qué Javiera Mena?

–Es la primera vez que invito a alguien a participar de una canción mía, sí. Javiera es una artista icónica en Latinoamérica, sobre todo para la comunidad queer. Tenía esta especie de balada que exigía dulzura y, a la vez, tenía algo épico que la hacía sentir distinta al resto de las canciones. Fue clarísimo, una vez que lo visualicé, que era ella. Y si ella no podía, no era nadie más. Por suerte le encantó.

–Por primera vez, también, hay una presencia sexual muy clara en uno de tus videos, ¿cómo surgió la idea?

–Venía un poco evitando eso, ya que al ser lesbiana mi preocupación siempre fue no caer en la típica, que sucede siempre, en la que el lesbianismo está creado para la fantasía de los hombres. Ya vimos mil veces a mujeres heterosexuales besarse en cámara, pero eso no representa el deseo y fantasía lésbicos. Dos artistas abiertamente lesbianas haciendo esto para un público homosexual creo que fue el enfoque que me permitió relajarme y finalmente hacer un video del estilo.

–¿Cuál fue el aporte distintivo de los directores?

–Los directores, Gonxalo Alipaz y MICHE, son dos personas que conocen muy bien el lenguaje queer. Y por lenguaje englobo las cosas que realmente nos interesa ver, y cómo nos vinculamos en nuestras fantasías sexuales, amorosas; cómo nos vinculamos sexoafectivamente, escapando muchísimo de los clichés heterosexuales. De esa manera tuvimos una base muy interesante para empezar a retratar un video que nosotrxs querríamos ver, que representara nuestras fantasías y no las que solemos ver.

–¿Tu amuleto te aleja del mal o propicia el bien?

Mi amuleto es algo a lo que me aferro que me da tanto cosas buenas como malas. Es algo que conozco mucho y a la vez no le miro la cara, conozco su presencia en mí, su sensación. Es algo que cuido porque me hace sentir quien soy, ya que lo llevo toda la vida conmigo, pero a la vez me aleja, me pesa, me aísla. Es un secreto, un misterio que es sólo para mí.

“Aunque lo intente, no me sale otra cosa que no sea rock.”

Créditos

Fotos: Guido Adler

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