“Siembra”: arte botánico instalado en medio de la naturaleza
Martina Elisa atiende el teléfono y desde este lado se escucha el ruido de los pajaritos de fondo. Está en Pilar, en la galería de arte que su colega y amiga Catalina Ruiz creó en medio de un potrero rodeado de árboles y caballos. Allí mismo se reunieron por primera vez sin saber que más tarde terminarían trabajando juntas.
“Nosotras nos conocimos por Instagram, nos empezamos a seguir como dos artistas jóvenes, y cuando yo lancé mi libro, Cata me contactó para comprarlo. Le dije que sí, obvio, y le pregunté si podía venir a conocer su taller.” Cata accedió con una sola condición: que sí o sí llevara sus pinceles y algo de pintura.

Y así fue: aunque no pintaron durante el primer encuentro, el paisaje de fondo devino en inspiración y surgió la idea de experimentar en el arte botánico. “A los dos días ya habíamos encargado los bastidores y empezamos a trabajar. Siempre pintábamos dos o más obras a la vez, para que nada quede tan cargado de un solo estilo. Dijimos: ‘Probemos. Si sale copado, a full, y si no, queda como un experimento’. Nos entregamos con libertad absoluta.”
El proyecto fue mutando y seis meses después cobró vida “Siembra”, una muestra de arte con 17 obras que juegan con los relieves, el color y la naturaleza. ¿Cómo? A través de materiales reciclados: hay desde papeles, lanas e hilos hasta cierres, botones y perlas.
“Usamos técnica mixta para cada uno de los cuadros. No sólo pintamos con acrílicos, óleos y tizas, también pegamos elementos como retazos de tela, canutillos o mostacillas. Pero el gran descubrimiento de las obras fueron, sin duda, las cucharas de plástico. Que haya materiales reciclados le da un significado re profundo a la obra, que es el poder dar permanencia a objetos de descarte.”

–¿Cómo surge la idea de agregar materiales reciclados a las obras?
Martina Elisa: –Eso fue re loco. Una vez que estuvo avanzado el proceso, yo empecé a compartir fragmentos de las obras en Instagram, y una amiga mía, que es ecologista, me dijo: “¿Por qué no pedís que la gente te mande materiales?”. Me encantó la idea, lo compartí y todos se empezaron a copar. Me mandaron de todo: cinturones, collares, aros, piedritas, cadenas.
Hubo una chica que nos mandó diez cajas de materiales porque tenía una fábrica familiar y hacía años venía guardando esos elementos. Ella decía: “En algún momento llegará la hora de dejárselo a alguien o resignificar su sentido”. Y así fue.
–Que el público se haya involucrado volvió a la muestra más accesible, ¿no? Rompió esa barrera elitista del arte.
M. E.: –Tal cual, estás hablando del espíritu de la obra. Es re lindo que haya energías de distintas personas en el mismo cuadro, porque si bien los pintamos nosotras, tienen un poco de todos.
El día de la inauguración de la muestra, la gente venía y decía: “Ay, el collar de mi abuela” o “Ay, la perlita que usé para mi comunión”. Iban encontrando sus propios elementos dentro de las obras y era espectacular. Eso de que el artista siempre esté puesto en un lugar más elevado, no te cuente el porqué de su obra o te mande un cuadro y chau, a nosotras no nos gusta.

–¿Cómo fue el proceso creativo?
M. E.: –No fue lineal, no seguimos el orden clásico: primero el dibujo, después la pintura, después el agregado de materiales. Íbamos haciendo a la par, un poco y un poco cada una. Al no tener tareas divididas, cuando no nos gustaba algo ya no sabíamos quién lo había hecho.
Fue supernatural y superexperimental el proceso. Yo me di cuenta por la cantidad de gente que me preguntaba: “¿Pero no hubo competencia? ¿No te molestaba si Cata te tapaba una cosa?”. Nada que ver. Además, el hecho de pedirle a la gente que mandara materiales abrió puertas en la obra: nunca se me hubiera ocurrido meter un cierre. Todos esos elementos nos fueron disparando ideas.
–¿Se acuerdan de esa primera conversación en el taller?
M. E.: –Sí, yo hace mucho tenía ganas de hacer algo con botánica. A mí la naturaleza me encanta, soy fanática del sur y de Villa La Angostura, y siempre me llamaron la atención los hongos. Entonces le propuse eso a Cata: “Che, ¿estás para hacerlo juntas?”. Los hongos nos fueron guiando el camino y el resto se fue dando naturalmente.
Terminamos haciendo flores, plantas, criaturas submarinas, una mezcla de elementos relacionados con la naturaleza. Pero recién cuando vimos que las obras tenían personalidad nos planteamos la idea de hacer una muestra. No fue planeado desde el principio.

–¿Qué tiene de cada una esta muestra?
Catalina Ruiz: –Quizás lo más fuerte de mi técnica es la pintura, la pincelada, que es algo que mantuve a lo largo del tiempo y se fue adaptando a los diferentes trabajos que hice. La pincelada es la parte más estética de la obra, a mí me gusta que las obras de arte tengan un orden estético y estén equilibradas.
M. E.: –Yo creo que aporté todo lo que es textura, material, relieves, porque vos ves las obras y sentís que tienen vida, tienen algo de 3D. Yo laburo mucho con el collage, pero lo que me pasó con “Siembra”es que al estar todo el día experimentando y probando con materiales, todo lo veía como posible alternativa para sumar. Iba al supermercado, veía una mopa y decía: “Cata, ¿y esto no lo ves?”.

–¿Qué plus tiene el hecho de haber presentado una muestra de arte botánico en medio de la naturaleza?
M. E.: –Que la muestra esté ubicada en medio del campo, en un espacio con caballos, pajaritos, árboles gigantes, tiene algo envolvente, la convierte en una experiencia 360. Si la hacíamos en Capital, seguro hubiese venido más gente, pero nosotras queríamos que el contexto fuera el mismo, hacerla en el mismo taller donde pintamos las obras. Mantener nuestra esencia en todo el proceso fue clave.
–El nombre de la muestra tiene mucho que ver con la naturaleza. ¿Por qué lo eligieron?
C. R.: –Porque lo que hicimos fue sembrar. Nosotras arrancamos el proyecto sin tener expectativas, sin pensar en si era comercial o no, en cuánto iban a valer las obras.
M. E.: –Nos entregamos y fuimos casi instrumentos de creación. ¿Viste cuando hacés sin pensar mucho? No tanta cabeza. Fue algo que brotó.
C. R.: –Fue una apuesta, la siembra es la apuesta por este proyecto inmenso en el que nos largamos. Fue sembrar y ver los cuadros crecer.
