La brecha orgásmica

Un estudio reveló que las mujeres heterosexuales son el grupo más desfavorecido a la hora de tener sexo y dejó en evidencia que incluso el placer se reparte de forma poco equitativa con los hombres. Qué se esconde detrás de este fenómeno y cuáles son las claves para revertirlo.


¿Por qué no puedo tener orgasmos durante el coito? ¿Es normal sentir más placer cuando me masturbo? ¿Y que el encuentro sexual termine cuando mi pareja eyacula? Es probable que todas (o casi todas) las mujeres heterosexuales del planeta se hayan hecho preguntas del estilo alguna vez en la vida. No sorprende. Sucede que si miramos al mundo a través de los lentes violetas, podemos ver cómo las desigualdades de género llegan hasta la cama. Sí, además de los salarios, la educación y los derechos, el placer también se reparte de forma poco equitativa entre hombres y mujeres.

Un estudio publicado en Archives of Sexual Behavior en 2018 y realizado a más de 50 mil personas mostró el porcentaje de orgasmos que alcanzaban los individuos según su orientación sexual en las relaciones con sus parejas. Y los resultados, aunque preocupan, son esperables: los hombres heterosexuales son el grupo que más orgasmos tiene, con un 95 por ciento; les siguen los gays (89%), las lesbianas (86%) y, en el último lugar, las mujeres heterosexuales, con un 65 por ciento.

Lo llamativo es que esto no se relaciona con la anatomía de las mujeres, pues existe evidencia de que cuando ellas se masturban o tienen encuentros sexuales con otras mujeres, la brecha orgásmica desaparece. Entonces, cabe preguntarnos qué se esconde detrás de este fenómeno. La licenciada Cecilia Ce, psicóloga, sexóloga y autora de los libros Sexo ATR y Carnaval toda la vida, explica: “La primera conclusión es que, si soy mujer y tengo sexo con un hombre, baja mi probabilidad de tener un orgasmo. Y la segunda, que cuanto más se prioriza el coito y menos besos, caricias y juego previo hay, menos orgasmos tenemos nosotras”.

Está claro: la brecha no es fisiológica, es cultural. Llevamos siglos de encuentros sexuales centrados en el placer masculino que no hacen más que repetir un guión típico de película porno. Lo que importa es llegar cuanto antes a la penetración pene-vagina, que el coito dure el mayor tiempo posible y que el hombre pueda eyacular. Fin. Sin embargo, la realidad para las mujeres es otra: sólo una de cada cinco alcanza el orgasmo a través de la penetración. Por eso el roce, el sexo oral y, en particular, la estimulación del clítoris resultan fundamentales para considerar el orgasmo femenino. Ya sabemos que el clítoris es el órgano con más terminaciones nerviosas del cuerpo humano (tiene más de ocho mil) y está destinado exclusivamente a dar placer.

En este sentido, Cecilia Ce argumenta: “Es imposible mirar la sexualidad sin perspectiva de género. Hay algo del rol del hombre que hace que, en general, a la hora de tener un encuentro sexual, los que lleven adelante la situación sean ellos. La mujer queda en un rol más pasivo, por vergüenza, por desconocimiento, por eso es más difícil que se ocupe de su propio placer en ese momento”.

En uno de los capítulos del libro Morder la manzana, titulado “Que levante la mano quien no haya fingido al menos un orgasmo”, la escritora feminista Leticia Dolera profundiza sobre esta problemática y asegura que durante muchísimo tiempo las mujeres fingieron orgasmos para mantener satisfechas a sus parejas y no herir su autoestima. Incluso, dejando de lado el placer propio. Reforzado por la falta de educación sexual y un gran desconocimiento sobre el cuerpo femenino, sus puntos de placer y forma adecuada de estimulación, el combo resulta explosivo. O todo lo contrario.

“Los varones no estamos socializados para pensar nuestros vínculos en términos de reciprocidad, y mucho menos los vínculos sexo-afectivos con mujeres cis heterosexuales. Por eso hay una desatención en ver qué es lo que les genera placer a las mujeres y eso impacta sobre la brecha orgásmica”, asegura Lucho Fabbri, consultor y educador popular en áreas de género, diversidad sexual y masculinidades. Pero no todo reside únicamente en factores de estimulación. Hay una cuestión que tiene que ver con el no consentimiento en las relaciones sexuales: estadísticamente, una mujer de cada cuatro tiene historias de abuso. Por eso, a la hora de tener un encuentro sexo-afectivo, esto impacta negativamente en el disfrute.

Para cambiar la realidad es necesario invertir tiempo y recursos en nuestra educación sexual, no sólo para prevenir abusos, embarazos y enfermedades de transmisión sexual, sino fundamentalmente para educarnos en los mecanismos del deseo, poder diversificar nuestras prácticas y conocer (de una vez por todas y para siempre) la anatomía femenina. “Una de las vías para trabajar en la democratización de los orgasmos es la educación sexual vinculada al placer, para que las mujeres se sientan habilitadas a comunicar qué les gusta y poder hacerlo sin sentir que eso amenaza los privilegios masculinos”, desarrolla Fabbri.

En este sentido, las mujeres van al frente. Sobre todo a la hora de conocer sus cuerpos e investigar qué prácticas sexuales resultan beneficiosas para ellas. Así, en el último tiempo, muchas empezaron a buscar páginas porno alternativas, feministas e independientes que rompan con las normas tradicionales de la industria y logren identificar con sus propios deseos. “El porno feminista no es porno light o rosa, es contenido en el que se ven escenas de sexo explícito entre personas, cuerpos y realidades diversas. El porno feminista no se centra únicamente en el coito y reconoce a la mujer como sujeto sexual pleno. Por eso creo que es una respuesta revolucionaria”, opina Agustina Kupsch, antropóloga social y referente del acelerador cultural Panóptico de Género.

En la misma línea, las mujeres aumentaron la compra y el consumo de juguetes sexuales. Según una encuesta que realizó Gleeden, una plataforma de encuentros extraconyugales pensada por y para mujeres, la venta en los sex shops online se incrementó un 200 por ciento desde que comenzó la cuarentena. La masturbación femenina representa el eje fundamental para alcanzar la autonomía sexual, para entonces llegar al encuentro sexual en igualdad de circunstancias. No hay calidad sin equidad. Es hora de dar vuelta la historia para alcanzar, por fin, un mundo con más y mejores orgasmos.

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