Ricky Martin: Un padre superstar

A sus 44 años, uno de los artistas más sensuales del mundo sigue lanzando hits musicales, llenando estadios alrededor del globo y despertando un fanatismo amoroso e irrefrenable entre hombres y mujeres de todas las edades. Su mayor interés, sin embargo, es uno solo: ser el mejor papá que sus hijos puedan tener.

ricky-junio5LA SONRISA DE RICKY –inconfundible, genuina, fresca–, su mirada siempre transparente y su buen humor constante –aunque te lo encuentres cansado en un aeropuerto, haciendo las compras con sus hijos en un supermercado orgánico de Miami, harto de dar entrevistas luego de una extensa conferencia de prensa– son pequeños grandes actos que confirman su esencia: Ricky Martin, el pop star latino más importante de todos los tiempos, ese que vendió 60 millones de discos y es considerado uno de los hombres más sensuales del mundo, es, ante todo, una persona feliz. Un tipo relajado, auténtico, real.

Lejos de las divas colagenadas que no aceptan el paso del tiempo y sufren ataques de histeria como parte natural de su condición de celebridades A list, más lejos aun de los rock stars atrapados por las drogas y vidas plagadas de excesos, a sus 44 años Ricky permite que algunas arrugas se asomen al contorno de sus ojos, se ríe del paso del tiempo y cultiva un estilo de vida sano, pero sin fanatismos. Practica el yoga, la meditación y el vegetarianismo con severa disciplina, pero eso no lo convierte en un gurú distante y fanatizado con la vida zen. Porque sigue siendo un hombre con los pies sobre la tierra, un amigo divertido que va al casamiento de la actriz Eva Longoria y se pone a animar la fiesta bailando salsa y tomando mojitos en una playa mexicana como si fuera uno más. Y esto, que parece normal en cualquier ser humano, resulta extraño en alguien que ha vivido la mayor parte de sus años en el ojo público, con un tremendo éxito global y el público siempre a sus pies.

Ricky Martin no pretende ser cool, distante o mantener una pose de divo: su actitud, siempre, está marcada por la buena onda y el entusiasmo. Algunos encuentros personales con quien escribe lo demuestran. Cuando en 2004 hicimos la tapa del Vogue Latinoamérica en Miami y yo era un simple pasante de moda, él se mostraba más amable y atento a las necesidades del equipo que una “diva” de la televisión local en un estudio cualquiera de Palermo. La frase “La humildad de un grande” le sienta como anillo al dedo a Ricky, que siempre mantiene su sonrisa luminosa y no tiene problema en ponerse a charlar con un desconocido como yo: en la última edición de Art Basel Miami coincidimos en un cóctel y nos sentamos a tomar una copa y hablar de la Argentina como si fuéramos amigos o pares, cuando está clarísimo que, lamentablemente, no somos ninguna de esas dos cosas.

“Yo vivo mi vida con mucha transparencia y quiero que mis hijos vivan la suya del mismo modo, que no tengan que esconderse de nada y que puedan ser muy honestos con ellos mismos.”

EL COMING OUT

Según cuenta en varias entrevistas, Ricky siempre supo que le atraían los hombres. La presión social por ser un varón heterosexual no estuvo marcada en su caso por la crianza familiar, dado que sus padres siempre fueron abiertos con el tema, sino por su condición de megacelebridad latina que arrastra desde mediados de los noventa.

Siempre con el rótulo de galán a sus espaldas y con un sex appeal que atravesaba cualquier frontera, casi sin querer hizo de su “Livin’ la vida loca” un hitazo sensual que enloquecía a las chicas de todo el mundo. Y de sus baladas románticas, siempre dedicadas a una misteriosa mujer que lo dejaba con el corazón roto, himnos de un pobre chico que sufría desengaños amorosos. La fórmula funcionaba, y Ricky, o su entorno, no parecían dispuestos a abandonarla. Aunque se tratase de una pose comercial o de una batalla interna y personal con su sexualidad, lo cierto es que más de una vez me lo crucé en algún cine o restaurante de Miami en plan velada romántica con su novia más mediática: la presentadora mexicana Rebecca de Alba.

Resulta comprensible que Ricky estuviera presionado, perdido,abatido por la situación. Así lo recuerda hoy: “Estaba muy enojado. Solía ver a un hombre gay y pensar: ‘Yo no soy así, yo no quiero ser así, ese no soy yo’. Estaba avergonzado”. Así estuvo, dando a entender pero no diciendo, evitando hablar de su vida privada como hacen muchos animadores de la televisión local para no perder audiencia, no dividir al público, no armar lío mediático. Hasta que un día, en marzo de 2010, decidió patear el tablero y sentar un precedente, salir del clóset de manera clara y dar un ejemplo a millones de jóvenes gays en todo el mundo que podían sentirse humillados por su elección sexual. El riesgo, en una sociedad conservadora como la latina, era inmenso. ¿Iban las fans a enojarse o sentirse desilusionadas? ¿Iban las marcas o sponsors a dejar de apoyar su carrera? ¿Iban las grandes compañías discográficas a dejarlo de lado? ¿Iban sus hijos, en ese entonces de dos años, a hacerle algún reprochen en el futuro?

Todo lo contrario. Todo lo contrario de cada uno de los puntos que acabamos de enumerar, empezando por sus hijos, que fueron quienes lo incentivaron a aplicar en su vida una ley de honestidad total y brutal. “No quería que ellos crecieran en un hogar rodeados de mentiras, o pensando que había algo de malo en ser gay. No quería que sintieran que eso era algo que debía ser ocultado”, explica hoy.

En cuanto a las fans y el éxito de su carrera, Ricky sentó precedentes históricos: contra todo pronóstico, el galán latino vio incrementada su popularidad, las monstruosas ventas de sus sencillos continuaron en pie y muchas mujeres, en un acto de necedad que hasta puede resultar tierno, lo amaron todavía más, lo desearon con una pasión aún más histérica que cuando tenía que caretear su homosexualidad, y hasta el día de hoy confiesan que darían todo por una noche de amor con él, como si el pequeño gran detalle de que a Ricky le gustan los hombres guapos y fuertes no fuera más que eso, un detalle.

SER PADRE HOY

Volviendo a sus hijos, Matteo y Valentino, de siete años de edad, la figura de Ricky Martin como padre viene a redefinir desde el mainstream más inocente, aceptado y popular, la imagen de un padre gay soltero que, como cualquier otro, ama a sus hijos por sobre todas las cosas y los cuida más que nada en el mundo.

Haciendo referencia a la pregunta más difícil que alguna vez le han hecho sus herederos, Ricky cuenta una anécdota conmovedora. “Papá, ¿yo estaba en tu barriguita?”, le dijo Matteo, así, de la nada. Él, entre emocionado y asustado, respondió: “Tú estabas en mi corazón y todavía estás en mí ahí. Había una mujer que adoro con todo mi corazón que me ayudó a traerte a este mundo. Ella me prestó su vientre para que pudieras venir, y cuando naciste ella te puso en mis brazos”. Matteo, como si nada, le respondió: “Ah, OK”, y siguió jugando.

La decisión de exponerlos y exponerse a su lado no es casual, es parte de la honestidad con la que está decidido a criarlos. “Ellos hacen preguntas, y yo siempre les contesto con la verdad. Mi legado será la honestidad, es lo más importante”, explica. “Yo vivo mi vida con mucha transparencia y quiero que mis hijos vivan su vida también con mucha transparencia, que no tengan que esconderse de nada y que puedan ser muy honestos con ellos, con sus amigos, con su gente, y que vuelen. Yo quiero que vuelen y sean felices.”

El año pasado, Ricky Martin conmovió a sus fans con una emotiva carta para sus hijos. “Desde el primer momento que los tuve en mis brazos les he dicho lo increíblemente agradecido, honrado y bendecido que me siento de ser su padre. Pero creo que nunca les he dicho cómo cambiaron mi vida”, escribió.

La magia de ser padre, esa maravilla que todo el que la experimenta asegura que te cambia la vida, vino a revolucionar la existencia de uno de los hombres más famosos del planeta, que a partir del nacimiento de sus hijos sintió la necesidad de mostrarse más real, estar para ellos pase lo que pase y exponer algunas partes de su vida privada para dar un ejemplo, dejando bien en claro que no hay nada que ocultar.

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