Andrea Bursten: Y todo vuelve a empezar

Modelo top de los noventa, it woman eterna y exitosa empresaria gastronómica, puso primera en su vida y se alejó de la oscuridad para vivir un presente luminoso junto a sus hijos y con la posibilidad de volver a enamorarse.

 

El tatuaje debajo de su muñeca izquierda la marca, la define y deja entrever su esencia. "Fede" es lo primero que se lee al sentarse frente a ella, para luego reparar en su mirada transparente, sus ojos a veces tristes y esa belleza que impacta. Andrea renació, se reinventó, empezó tapando agujeros, solucionando el día a día y hoy, a dos años de la desaparición física de su marido, Federico Ribero, se acerca a la plenitud. “El dolor está, va a estar siempre”, dirá durante la charla, aunque luego dejará en claro que ese no es su lugar de pertenencia, que estancarse en la tristeza nunca fue una opción, que la vida sigue. Y sigue con dos hijos, con muchos amigos y familia y con el negocio familiar como legado. Hoy, al frente de los ocho restaurantes que le dejó su marido junto a su socio Willy Reinwick y con Salvador –el nuevo boom gastronómico de Paseo Alcorta– como emprendimiento personal, Andrea es un huracán al que nada lo detiene. “Sí, me tuve que hacer cargo del negocio de mi marido. Y por suerte, porque el trabajo hace muy bien. Tener la cabeza ocupada, sentirte útil y ver que podés salir adelante te ayuda”, reflexiona.

 

 

–¿Estás completamente abocada al trabajo?

–Sí, muchísimo. Estoy al tanto de los números, me ocupo de la imagen, la comunicación, las reuniones con la gente de los shoppings, de aportar lo que sea, de estar presente en los locales. En el día hago recorridas. Hoy estuve a la mañana en Unicenter, ahora en Salvador, y seguramente a la tarde pase por el Patio Bullrich.

 

–¿Cómo es tu rutina ahora?

–Me acabo de mudar al centro, lo que me ayuda a estar cerca de casa, de los chicos y del laburo. Antes estaba en nuestra casa de Tortugas, pero necesitaba un cambio.

 

–¿Por un tema laboral o personal?

–Las dos cosas. Necesitaba estar cerca del trabajo, porque pasaba mucho tiempo arriba del auto, con horarios raros, así que no era lo ideal. Después también por un tema personal estuve barajando la idea, hasta que encontré el departamento perfecto y me mudé, hace muy poquito. Necesitaba hacer el cambio, en todo sentido. Fue decir: “Empezamos de nuevo, vamos por acá”. Y estoy contenta con eso.

 

–¿Cómo fue tu regreso al mundo laboral y social?

–Me encontré con muchos desafíos, con cambios y problemas. Pero en un punto hasta los problemas, y enfrentarte con ellos, resulta positivo para salir adelante. El movimiento, la responsabilidad y el contacto con gente ayudan a seguir adelante y conectarte con otras cosas. Si no, te quedás como estancado.

 

–¿Qué te gusta hacer fuera del trabajo?

–Me gusta mucho viajar, conocer lugares; la gastronomía en el mundo, eso me encanta. Me gusta el arte, el cine. Pero no me sobra demasiado tiempo. En gastronomía hay que trabajar mucho, así que entre eso y los chicos estoy a mil. 

 

–Pero te gusta el negocio.

–Bueno, me adapté. La verdad es que no me pregunto mucho ese tema. Es lo que me tocó hacer, es de lo que vivo, de lo que viven mis hijos. Entonces lo tomo como tal y lo respeto mucho. Siempre agradezco haber heredado este laburo y trato de cuidarlo. Es una empresa que fundó mi marido hace muchos años, así que para mí lo más importante es cuidarlo.

 

–Es interesante ver cómo no te detuviste en la tristeza y te subiste a la ola de tu vida. ¿Eso fue una decisión consciente o se fue dando?

–Se fue dando. En el momento en que mi marido falleció, no me sentía capacitada para tomar demasiadas decisiones, entonces empecé a ocuparme de la diaria, solucionar el día a día. Hoy esto, mañana lo otro, y así todo empezó a funcionar. Nos acoplamos bien con mi socio al manejo de la empresa, a la aceptación de mi imagen con la gente de los shoppings… Todo se fue dando, no lo planeé. Si me decís que tengo fuerza y que voy para adelante, te digo que sí, que siempre es así.

 

–¿Tus hijos te salvan?

–Mis hijos son re-motores, me ayudan a ponerle pilas y garra a la vida. Cuando tenés a los chicos que te necesitan no te preguntás tanto las cosas, vas directo a solucionar todo lo que sea necesario. Yo voy siempre para adelante.

 

–¿En algún momento te sentiste sola?

–(Piensa) La soledad de no tener a mi marido está presente todo el tiempo. Va a ser así siempre, y de a poquito vas aprendiendo a convivir con eso. En la intimidad no tenés a tu compañero, tu apoyo, tu columna vertebral, el padre de tus hijos… Pero bueno, a su vez estuve muy acompañada, y ese acompañamiento me ayudó a de a poquito empezar a tomar decisiones, a tomar la posta del trabajo, mudarme, los chicos, la diaria.

 

 

–¿Te molesta que el periodismo siempre te pregunte por Fede?

–Es que es parte de mi vida. No voy a negar lo que pasó y tampoco me voy a quedar toda la vida en el mismo lugar. Necesito seguir adelante.

 

–¿En qué momento de tu vida estás?

–Siento que estoy más acomodada, que crecí mucho, que esto de tener que tomar responsabilidades me ayudó.

 

–¿Qué aprendiste?

–Aprendí a escucharme más, a tomar mis propias decisiones, a no estar tan pendiente de lo que digan los demás. Ahora aprendí a tomar mis decisiones y hacerme cargo. Me veo más segura de lo que quiero y hacia donde quiero ir. 

 

–¿Te importa menos el alrededor?

–Me pasa que lo que piense el de al lado no me importa nada. El proceso de mi marido fue bastante largo, y yo ya conocía el desenlace, con lo cual la fui pasando muy mal un tiempo considerable, hasta que hay un momento en donde uno tiene que tomar la decisión de cambiar el chip y decir: “Esta es mi vida, esto es lo que me pasó, es lo que hay”. Y empezar a ver lo que hay, porque si me quedo toda la vida viendo lo que no hay y lo que me pasó, si descanso en ese lugar, me pierdo de disfrutar de lo que logré y de mis hijos. Yo necesito que mis hijos vean una madre que va para adelante, positiva. No es impostado, no es que me esté inventando un personaje. Pero también los tengo a ellos, tuve mi compañero durante casi veinte años, y eso está, es mío y va a estar para siempre. Me quedo con lo que construí con él, con haberme sentido amada y con lo que él quería para mí y para mis hijos. Eso me ayuda a seguir.

 

–¿Qué cosas disfrutás ahora?

–Disfruto de todo. De una buena charla, de ver bien a mis hijos, de que me vaya bien, de un viaje, de tomarme un buen vino sola o con una amiga… Disfruto de muchas cosas. Igual, quiero llegar a poder disfrutar de más cosas de la vida. 

  

 

 –¿Te queda algún resentimiento?

–No. A mí me tocó quedarme en este lugar, el destino quiso que fuese así. A veces pienso que daría cualquier cosa por volver a ver a Fede dos minutos, pero hay que entender que no hay vuelta atrás, que siempre queda el amor que sembraste, el amor que tuviste, tus hijos. 

 

–¿Estás para seducir a un hombre?

–(Piensa) No sé si estoy para eso. Tal vez me divierte más dejarme seducir. No estoy cerrada a conocer a alguien. Tengo 42 años y me parecería sano en algún momento rehacer mi vida, aunque no es un tema. Es algo que se va a dar en algún momento, cuando tenga que darse. No es que voy a salir a buscar un novio, eso no me pasa por ahora.

 

–Bueno, pero te vienen a buscar…

–Me llaman algunos señores, algunos chicos, un poco de todo (risas).

 

–¿Y qué te interesa más, señores o chicos?

–No sé si pasa por la edad. Querría a alguien que me guste, a alguien con quien poder proyectar. Eso.

 

 

“Si me quedo toda la vida viendo lo que no hay y lo que me pasó, si descanso en ese lugar, me pierdo de disfrutar de lo que logré y de mis hijos.”

  

 

 

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