Katja Martínez, la hija del rock Martinez
Tiene 19 años, es la hija mayor de Andrés Ciro y este año debutó sobre las tablas en la popular obra para adolescentes Criatura emocional. Frontal, habla de su nueva vida como actriz y cantante, la fama, la admiración por su padre y los celos de su novio.
Tras levantar intempestivamente la mano, la alumna pregunta:
–Profesor, ¿a usted le gusta Ciro y los Persas?
–Sí, aunque me cae muy mal el cantante.
–Ah, qué bueno, es mi papá...
La escena, que terminó con Katja en la oficina de la directora, refleja a grandes rasgos la despreocupada desfachatez con la que vivió durante su infancia ser “la hija de”. Y ese espíritu la acompaña al día de hoy, al café de Palermo donde llega un poco retrasada porque le robaron las llaves de su casa en el mismo barrio. Mejor dicho, las llaves de lo de su tía Dolores (sí, a la que Ciro le pedía que no llore en el famosísimo tema “Todo pasa” de Los Piojos), donde está viviendo desde que empezó a trabajar en el centro. Hasta hace apenas un año, Katja compartía techo con su hermana menor, Manuela, y con su papá, Andrés Ciro Martínez en Ciudad Jardín, Palomar. Pero todo se precipitó: casting, selección y un destino de Criatura emocional, el musical que protagoniza en la avenida Corrientes junto a un grupo de populares jóvenes actrices: Sofía Pachano, Delfina Chaves (hermana de Paula), Manuela del Campo, Martina Juncadella y Candela Vetrano. Recomendada para mayores de 13 años, la obra está escrita por Eve Ensler (Monólogos de la vagina) y pone sobre el tapete inquietantes problemáticas de las adolescentes de hoy, desde la violencia de género al aborto, pasando por el maltrato y la prostitución infantil.
–Los primeros afiches de la obra, con preguntas como “¿Qué preferís, que un novio te pegue o que nadie te invite a salir?”, provocaron un importante rechazo en el público, al punto tal que la producción decidió retirarlos. ¿Cómo viviste esa situación?
–Sinceramente, creo que no estuvo bien esa campaña. A mí de hecho no me hubiese gustado aparecer en un cartel con esa leyenda, porque leída así, fuera de contexto, la pregunta es ridícula y agresiva. En el marco de la obra todo cobra otro sentido, incluso el libro original contiene muchas encuestas reales donde, créase o no, pueden encontrarse respuestas muy preocupantes a ese tipo de interrogantes. Chicas que dicen que prefieren que le corten el brazo antes que ser gordas, una locura total.
–De todas las problemáticas que toca la obra, ¿cuál te resulta más cercana?
–Los trastornos alimenticios. No porque los haya sufrido en carne propia, sino porque varias amigas los padecieron. La dictadura de la imagen es un gran problema a nivel mundial. En la obra hablamos sobre un blog con tips de las chicas que se declaran “pro” bulimia y anorexia. ¡Y lo peor es que existe! Cuando lo vi, no lo podía creer, había consejos para vomitar, para sacarse el hambre... Me puse a llorar.
“Mi papá siempre me apoyó, él fue el que me llevó durante cinco años a mis clases de teatro y el que me inculcó el gusto por el arte y la música. Estoy muy orgullosa de ser su hija, soy toda una Electra.”
–¿Nunca tuviste complejos con tu cuerpo?
–En el colegio, y aun hoy por Twitter, me han cargado mucho por mi pera. Dicen que es igual de grande que la de mi papá, pero la verdad es que no me molesta para nada. Que se busquen otro defecto.
–Hablando de tu padre, ¿cuánto te molesta que te asocien a él?
–Nada. Mi papá es mi gran sostén. Siempre me apoyó, él fue el que me llevó durante cinco años a mis clases de teatro con Hugo Midón y el que me sugirió que no abandone este camino artístico cuando comencé a estudiar Medicina. Me inculcó, junto con mi mamá, el gusto por el arte y la música. Como verás, estoy muy orgullosa de ser su hija, soy toda una Electra (ríe). Obvio que nunca falta el que te dice “hija de” en forma despectiva, como para acusarte de acomodada, pero también estoy acostumbrada a eso. Me lo decían cuando aprobaba gimnasia, imaginate.
–¿Te encontraste con muchas de esas acusaciones en este tiempo?
–Sí, pero no tanto en el ambiente artístico como en Twitter. ¿Viste que hay una regla que dice “nunca busques tu nombre en Twitter”? Bueno, yo la rompí, y me di cuenta de que la gente es capaz de decir cosas horribles. Además, muchos asumen que tenés una vida perfecta, completamente allanada. ¡Nada que ver! En este momento, por ejemplo, estoy muy nerviosa porque realmente no sé si voy a tener trabajo después de esta obra.
–Por lo pronto, me enteré que te vas a Nueva York...
–Sí, en septiembre nos tomamos diez días de vacaciones con las chicas del elenco y se nos une además Manuela Viale. Un viaje de amigas por una ciudad que me fascina. Mejor, imposible.
–Si hace un año te encontraba y te decía que ibas a estar viviendo todo esto, lo más probable es que me tomases por loco.
–Jamás te hubiese creído. Es raro, pero en poco más de un año mi vida cambió por completo. Siento que estoy creciendo a pasos agigantados y me da un poco de vértigo. De repente me encuentro de novia, con trabajo, a punto de irme a vivir sola o a una semiconvivencia... Es un montón para cualquiera y más para mí, que en muchas cosas todavía me siento una nena. Una vez una maestra me dijo que yo no tenía un niño adentro, sino un jardín de infantes. Y hay algo de eso. Pero no me quejo, me gusta lidiar con esa dualidad.
–¿A tu novio dónde lo conociste?
–En Villa Gesell. Aunque él también había estudiado en lo de Hugo Midón, nos conocimos recién este verano en la casa de unos amigos. Se llama Gonzalo, tiene un año más que yo y estudia Ingeniería Industrial, nada que ver.
–¿Y cómo se toma tu profesión?
–Hace un trabajo enorme para bancársela porque es muy celoso. Ahora está todo bien porque en el elenco somos todas chicas, pero el día de mañana, no sé. Hace poquito me llamaron para un casting de una publicidad de chicles y no sabía cómo contárselo porque tenía que besar a un chico. Por suerte no quedé. Ojo, lo entiendo; yo también soy muy celosa y supongo que debe de ser muy difícil estar con alguien que se tiene que besar con otro en pantalla.
–Bueno, deberán trabajar mucho sobre los celos.
–Sí, totalmente.
–¿Hacés terapia?
–Sí, acabo de retomar. Es la tercera vez que voy a un psicólogo. La primera fue a los cuatro, cuando se separaron mis papás. Era un psicopedagogo, en realidad. Después volví a los 12, cuando no me animaba a dormir en otra casa que no fuera la mía, y ahora retomé cuando se juntó todo esto: terminar el colegio, arrancar con la obra, mudarme sola... Sin duda, estoy en medio de un gran cambio.
“Estoy creciendo a pasos agigantados y me da un poco de vértigo. De repente me encuentro de novia, con trabajo, a punto de irme a vivir sola o a una semiconvivencia. Es un montón para cualquiera y más para mí, que en muchas cosas todavía me siento una nena.”