Scarlett Johansson, la rosa Escalarta de Manhattan
Para algunos es la actriz más bella del momento, para otros no es tan linda pero sí la más talentosa. Lo cierto es que trabaja sin parar y se la disputan los grandes directores, para quienes se convirtió en una especie de musa.
La nena quería ser actriz y nadie le pareció raro: Melanie, la madre, es productora de cine, y Ejner, el abuelo, había sido guionista y director. La vocación, sin embargo, nació porque admiraba a un amigo de Adrian, uno de sus hermanos mayores, un chico que hacía comerciales y de vez en cuando actuaba en teatro. La llevaron a la oficina del agente que le manejaba la carrera y salieron con la cola entre las patas: la rechazaron. Era chiquita, rubia, con cachetes, una preciosura, pero tenía una voz ronca, como de adulto fumador, que no servía para decir cosas como “mami, quiero más cereal”. Lloró tanto, pero tanto, que buscaron otro agente que, con reticencias, la aceptó.
También la anotaron en el Professional’s Children School, en Manhattan, donde vivían. A los ocho años, Scarlett debutó en teatro y empezó a conseguir papeles secundarios en el cine hasta alcanzar su primer rol importante, el de Amanda en Manny & Lo (...)