Karina El Azem, la artista del crimen ornamentado
Gracias a un gran talento y a una sólida trayectoria, la mujer de Roberto Pettinato pisa fuerte en el ambiente del arte. En esta entrevista, describe su vida y obra y responde como crea: sin temor a jugar con fuego.
La fragilidad de Karina probablemente sea el lugar más común en el perfil de la blanquísima y delgada artista plástica. Su noviazgo con Roberto Pettinato solía ser el otro, pero el día de hoy los encuentra a la cabeza de una sólida familia que completan Lorenzo, de 4 años, y Esmeralda, de 2. Para contrarrestar, sus credenciales son rotundas: egresada de la Escuela Nacional de Bellas Artes, fue becada por las fundaciones Antorchas, Pollock- Krasner y por el Programa Internacional de Artistas de la Nación; fue residente en las clínicas de arte Braziers (Oxford), Art/OMi (Nueva York) y Wasla (Egipto) y expuso en las principales galerías del país y en importantes ferias y bienales de diferentes partes del mundo. El año pasado, tras cuatro años sin hacer exhibiciones, realizó la titánica muestra “Una certeza persiste” en el Centro Cultural Recoleta.
–¿Cómo fue el retorno al trabajo después del paréntesis por la maternidad?
–Muy gratificante, especialmente porque comprobé que todo puede coexistir. Ser madre me cambió la manera de trabajar en eso de aprovechar mejor los tiempos cortos, se desarrolla un sentido práctico, por suerte.
–¿Y eso se aplica incluso a las artes?
–Sí. Igual admiro a las ejecutivas, hay una parte de mí en la que digo “¡Qué bárbaras!”. Esas mujeres están todo el tiempo tomando decisiones, con mucha presión, en un entorno que no les da respiro, que no les permite ni siquiera expresar la preocupación por la tos de sus hijos, por ejemplo. Yo puedo manejar mis horarios, y así y todo, por momentos me abrumo. Pero también me doy cuenta de que antes era muy obsesiva a un punto de detalle en el que luego ni yo notaba la diferencia (...)
