Paula Kohan: provocación sin culpas

Su rol de lesbiana obsesiva le trajo un Martín Fierro. Su primera participación en la pantalla chica la llevó derecho a la puerta grande. Una actriz con contenido para disfrutar.

De sólida formación teatral, su primera incursión frente a las cámaras la llevó a encontrar un mundo donde descubrió el vértigo actoral y le gustó. Es muy clara para expresarse, se nota que está muy conforme con el camino recorrido y siente gran entusiasmo por el que está por emprender.

¿Actriz revelación? Sí, un verdadero hallazgo a la hora de hablar de talento argentino. Una adquisición segura para las arcas del cine y la televisión. Es jugada y le encanta jugar. Juguemos y juguémonos con ella en esta nota.

 

–Viene del teatro, de años de estudio, según tengo entendido. Su primera aparición en televisión fue en El elegido, y eso la llevó a ganar un Martín Fierro. ¿Cómo se siente?


–Se siente como un camino inverso a lo usual, porque muchos de los actores se hacen y forman en la televisión. Los ves crecer en la televisión. A mí me hubiese encantado, pero mis padres me dijeron que si quería actuar, primero tenía que formarme y estudiar. Después tuve que aprender el oficio de nuevo frente a las cámaras, pero esto siempre sucede en todas las carreras, creo. Como vengo del conservatorio y de años de estudio de teatro, me acostumbré a una forma que no tiene nada que ver con la de la televisión o el cine. Actoralmente me sentía respaldada porque me había preparado mucho, pero técnicamente fue todo nuevo.

 

–Vuelvo al comienzo. Hizo una tira y ganó el Martín Fierro. No es algo que pase todos los días. ¿Cómo lo vive?

 

–¡Feliz! Lo vivo con mucha alegría, pero soy consciente de lo que hay detrás. Sé que fue un personaje muy jugado que requería de mucho trabajo y de tirarse a la pileta constantemente.

Pero al mismo tiempo fue un rol que me permitió jugar con muchos colores como actriz, porque el personaje transita por infinidad de situaciones que la llevan a desdoblarse más de una vez. Tuve la suerte, gracias a los autores y los productores, de poder mostrar este abanico. Fue un combo bastante fuerte, y creo que el premio viene por ahí. Viste cuando soñás algo y después sucede y decís: “¡Ojo con lo que soñás!”. Esto es así para mí. No sé si es el

Martín Fierro, es más la emoción que me genera el reconocimiento por todo lo que trabajé, y creeme que fue y es mucho.

 

–¿Cómo se siente respecto del salto al vacío?

 

–Cada vez más cómoda. Tal vez por el trabajo de terapia que estoy haciendo y por los cambios que estoy viviendo, me siento cada vez con mayor confianza para lanzarme hacia lo que me hace feliz.

Sabiendo siempre que está muy cerca la posibilidad de equivocarme, pero también con la conciencia de que si no es hoy, ¿cuándo? 

 

–¡Qué linda filosofía de vida!

 

–Y sí, porque nadie te asegura que mañana vas a estar. Es más, ¿cuánta gente de 80 años hay superviva y vibrante, y cuántos de 30 están como muertos? Por eso yo quiero vivir lo más plenamente posible. No creo en los imposibles. Creo que uno mismo es el que se limita mentalmente sobre las posibilidades en todos los aspectos de la vida. Y si uno se asimila a ese pensamiento, las cosas no suceden. Del mismo modo pasa al revés.

 

–Su personaje fue transgresor, ¿usted se siente así?

 

–Un poco, sí. Transgresora porque a veces me cuesta adaptarme a lo que la sociedad impone, pero también quiero ser yo misma sin joder a nadie. Quiero ser transgresora siempre y cuando no cruce la línea con el otro. ¿Se entiende?

 

–¿Es como transgredir hasta donde llega la libertad del otro?

 

–Exacto. Ahí es donde podés joder y eso no me parece para nada interesante. Tampoco me gusta que me invadan a mí.

 

–¿Cómo define transgresión?

 

–Es hacer lo que uno quiere, no pensar en la mirada del otro y no seguir reglas.

 

–¿Hasta dónde es capaz de romper estructuras?

 

–El límite es no lastimar al otro y vivir en armonía. Ahora, muchas veces pasa que por más que respetes al otro haciendo lo que a uno le parece, al otro no le cabe.

 

–¿Cómo sería eso?

 

–Muchas veces el otro quiere que actúes bajo sus reglas. Ahí es donde me pongo firme porque no me parece justo vivir bajo las reglas de nadie. Ni de las mías ni de las del otro. En ese momento empieza un juego de egos del que, sinceramente, no me interesa participar.

 

–¿Cree que es necesario el enfrentamiento para transgredir?

 

–Yo creo en la transgresión desde un lugar más armónico, pero como te decía antes, esto sólo es posible cuando la gente te deja ser. Si me ponen límites y barreras todo el tiempo, no puedo ser feliz. Creo que nadie puede si plantea la transgresión desde un lugar no saludable.

 

–¿Asume riesgos?

 

–Depende, hay riesgos y riesgos. Si se trata de uno donde no pongo en riesgo mi vida, voy para delante. Analizo, igual. Si en el análisis creo que puede salir bien, lo hago.

 

–¿Es más impulsiva que analítica o al revés?

 

–Te diría que siempre fui impulsiva, pero cada vez me vuelvo más analítica.

Creo que estoy creciendo. Igual, ningún extremo está bueno. Muy impulsiva es contraproducente en general, y muy analítica te llena de miedos mentales, y el miedo paraliza.

 

–¿Cómo se para frente a los cambios drásticos?

 

–Me adapto fácilmente. Me considero una persona muy positiva. Te diría que una depresión me dura menos de un día porque me aburro de estar así. Me aburro de mí misma en ese estado. Lo mismo me pasa con los cambios, si es un cambio incómodo, me adapto y sigo para delante. Me aburre la densidad y me muevo rápido de esas situaciones.

 

–¿Le gusta provocar?

 

–Sí, me gusta, es un juego super atractivo. La provocación no siempre es sexual, puede pasar por miles de formas. Es un juego al que me encanta jugar. Además es una energía que te hace sentir que estás muy vivo.

 

–Es una energía lúdica y que también está en contacto con lo más primario de nosotros como seres humanos.

 

–Es lo que te decía antes de empezar el reportaje, no puedo dejar de vernos como animales en última instancia. Tenemos esa cosa adentro, más o menos reprimida, pero está.

 

–¿Cómo sigue su carrera?

 

–Estoy con varios proyectos, uno que se llama microteatro, en el que participo como actriz y productora. Es un formato que se llevó a cabo en España con mucho éxito y que estamos adaptando acá. Son obras de 15 minutos, cinco funciones por día, cinco obras por día y una temática por mes. ¡Es un fuego! Este año se estrena una película, La vida anterior, que hice con Elena Roger, Esmeralda Mitre, Sergio Surraco y Omar Calicchio. Además, se acaba de estrenar El vagoneta, que fue un éxito web y se llevó al cine. Y tengo dos proyectos en tele y uno en cine de los que todavía no puedo hablar porque no están confirmados.

 

–¿Cree que su papel en El elegido tuvo que ver con que su carrera se catapultara de este modo?

 

–Sí. Creo que la exposición mediática que tiene la televisión, que no tienen ni el cine ni el teatro, fue determinante. Y después el papel también tiene que ver. Esta cosa camaleónica del personaje que hice pudo mostrar varias facetas actorales que seguramente contribuyeron. Yo tengo una necesidad muy grande de mostrarme multifacética, porque así me entrené.

Amo entrenar, sorprenderme y redescubrirme constantemente. Para mí la actuación es un juego y soy una nena actuando. Es el juego más divertido que jugué en mi vida, y quiero seguir haciéndolo siempre. 

 

 

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