"Ilustro para no olvidar": el proyecto artístico que apuesta por la memoria infinita

Con tintas y acuarelas, Natalia Kerbabian dibuja casonas y edificios antiguos para registrar la arquitectura patrimonial de Buenos Aires demolida o a punto de extinguirse. La premisa es recordar de dónde venimos, porque, asegura, es un reflejo de quiénes somos.

Texto: Mercedes Ezquiaga

La rica historia patrimonial de las construcciones en Buenos Aires, con sus petits hôtels, Art Nouveau, casas Tudor, coloniales, Art Déco o casas chorizo, conforman un mosaico que habla mucho más que de una identidad local. “Cuando salimos a la calle también estamos en nuestra casa, porque nuestra ciudad es la casa grande”, dice la arquitecta Natalia Kerbabian, creadora del proyecto “Ilustro para no olvidar”, en el que registra con tinta y acuarelas la fachada de aquellas construcciones con valor patrimonial que fueron demolidas o están por serlo en las calles porteñas. Una iniciativa con la que ya lleva realizadas 115 ilustraciones y que funciona como un documento artístico de memoria.

Todo comenzó en 2022, cuando la arquitecta caminaba por Olazábal y Vidal y vio caer frente a sus ojos los ladrillos de tres casonas históricas de esa esquina de Belgrano, construidas en 1888. Ese mismo día, apenas regresó a su casa, comenzó a ilustrar.

“Cuando ves algo desmantelarse y destruirse sin ningún sentido, te impacta, te empezás a preguntar un montón de cosas, y eso lo llevás a la acción. Mi acción fue ilustrar, cuando vi demolerse la esquina de Olazábal y Vidal supe que iba a registrar de forma ilustrada toda la arquitectura identitaria que llegara a mi conocimiento”, cuenta sobre el nacimiento de este proyecto que replica de manera cotidiana en sus redes sociales, donde tiene miles de seguidores.

EL DIBUJO INDELEBLE

Para ella, es una manera de “honrar cada línea de una arquitectura que alguna vez fue parte de nuestra identidad”. Así, replica a mano alzada cada trazo demolido, cada gesto, cada inflexión que ya no está. Trabaja con tinta sobre papel y luego digitaliza sus dibujos en computadora, donde además los colorea.

Kerbabian asegura que le faltan realizar más de 500 ilustraciones de todos los barrios: “Muchos en Palermo, que está detonado, pero también en Flores, Caballito, Devoto, Villa del Parque, Mataderos. Es una forma de traerlas de vuelta, una manera de volverlas a la vida y al recuerdo”, explica. El proyecto artístico crece sin pausa en las redes sociales y caló con tanta fuerza que tomó caminos inesperados: por estos días y hasta finales de noviembre, la arquitecta exhibe en el Ministerio de Educación (Pasaje Pizzurno 935) una muestra con 40 ilustraciones de casas demolidas.

Mientras, le está dando forma a dos libros a editarse próximamente que dan cuenta de la iniciativa y, sin haberlo imaginado, la dinámica de “Ilustro para no olvidar” se replicó en los Estados Unidos, donde un inmigrante decidió ilustrar una iglesia presbiteriana a punto de demolerse en Nueva York, bajo la premisa universal de no olvidar de dónde venimos, porque “la arquitectura –dice Kerbabian– es una proyección de quiénes somos”.

–¿Qué tipo de construcciones son, principalmente, las que se están demoliendo?

–Se está demoliendo la época fundacional de Buenos Aires, la época de oro, en la que Buenos Aires era una de las potencias del mundo y tuvo una ola migratoria muy fuerte. Ahí se consolidó lo que es la cuadrícula de la ciudad porque, posindependencia, eran loteos. Con la cuadrícula se establece el frente de 8,66 metros, lo que mide un lote de frente.

Por eso cuando veo que a veces demuelen dos o tres casas consecutivas y hacen una mole, eso cambia la fisonomía de la ciudad, cambia en función de tu escala humana; y sucede, no te digo en Puerto Madero, sino en Devoto, que es un barrio. Se están demoliendo muchas casas chorizo, petit hotels, casas Tudor, que podrían ser repensadas, refuncionalizadas.

Se está demoliendo arquitectura en muy buen estado que encierra relatos, formas de construir, oficios, materiales nobles, irrecuperables, usos y costumbres, tradiciones, ¡todo! Destruir un edificio patrimonial, identitario, para construir otro edificio bordea lo absurdo y lo violento.

PATRIMONIO AMENAZADO

–¿A qué atribuís esta serie de demoliciones?

–Hay temáticas en paralelo que convergen en lo que hoy sucede. Cambió el Código de Edificación, pero además hay una liberación de protecciones que antes sucedían, entonces son dos acciones paralelas que van en detrimento directo de la preservación del patrimonio, que es identidad y cultura.

Además, hay un desvalor histórico respecto de lo que pudimos construir: siempre lo de afuera estaba mejor, lo europeo era original y lo nuestro, una copia. Y acá hubo una reunión de culturas que generó una gema propia única, una mixtura inigualable de arquitecturas que dialogan en armonía y que trazan una especie de poesía en la calle. En una cuadra, tal vez, tenés cuatro estilos diferentes, pero están en armonía entre sí. Esa pérdida de foco de valor se fue gestando en el tiempo en Buenos Aires. Y ya hubo demoliciones en otras épocas, ese patrón destructivo tiene historia acá. Son decisiones políticas y educacionales.

Y el mercantilismo: la industria del desarrollo inmobiliario propone un estatus de vida exitosa cuando vos podés comprarte un monoambiente en el piso 30 y tener, dicen, tu propio cielo; no se entiende. La época fundacional de Buenos Aires es lo antiguo y ahí también podemos hablar de cómo se valora la vejez. Salen mil temas de acá. Se hace foco en cierto estatus de lo nuevo, que no tiene historia. Y eso es no conocer la casa grande, como le digo yo, porque cuando salís a la calle igual estás en tu casa.

–¿Qué puede pasar si continúa esta oleada de demoliciones?

–Para mí una ciudad con su patrimonio destruido es un no-lugar. Una ciudad sin identidad no tiene alma, no tiene registro de raíces, no entiende quién es, porque no sabe quién fue. Se siente un desánimo. “Solastalgia” es la palabra que traía la escritora Gabriela Massuh, es la incomodidad constante, es el dolor de no saber bien quién sos. Como ciudad, somos un poco inconscientes de lo que portamos en herencia.

–¿El proyecto se nutre mucho de la interacción en redes sociales?

–El proyecto “es” con la sociedad, el proyecto es en red, sino no tiene ningún sentido. Se retroalimenta constantemente. Me mandan por e-mail, Whatsapp, Instagram, Twitter, por donde se te ocurra, datos, memorias, escritos, un montón de relatos de personas, fotos. Hasta me han llegado diapositivas del Abasto demolido. Todo esto planeo llevarlo a muestras. Lo tengo que bajar, documentar y mostrarlo. Es un registro que hace la ciudadanía.

–¿Estás preparando un proyecto editorial?

–Hay dos libros en marcha porque uno es compartido y más bien educativo, que trae cuestiones peculiares de Buenos Aires, narra historias y huellas de tiempos pasados. Y otro específico de “Ilustro para no olvidar”, con todo lo que sucede después de que yo subo una ilustración: memorias ciudadanas, historias, perlitas. Es más como un catálogo del proyecto.

–¿Concebís al proyecto como un work in progress? ¿O como algo que podrían continuar otras personas?

–Es nuestro. Yo solo toqué el botón sensible porque para mí es una forma de manifestación. De hecho, hice un registro en mi página (nataliakerbabian.com) donde está el paso a paso para quien lo quiera tomar, en cualquier territorio. Es un método. Yo soy una más en todo esto. El aporte de “Ilustro para no olvidar” es cultural y sensible, va con la memoria y la identidad. Conociendo lo que habitamos tenemos posibilidades de tomar otras decisiones en el futuro. Yo solo toqué una fibra sensible en los demás.

Fotos: Alejandro Calderone Caviglia

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