Juliana Gattas, la diva del pop: "Tamizar el dolor con violines, maquillajes y videos increíbles es muy sanador"

Mientras se agotan las entradas para todas las presentaciones de Miranda!, el dúo electropop que forma desde 2001 con Ale Sergi, la cantante y compositora lanzó el primer sencillo de su disco solista. “Me permite ser un poquito más… dark”, reflexiona sobre un trabajo que promete desnudar su esencia más íntima.

La imagen es poderosa. Juliana Gattas lleva un vestido negro con brillos, un prendedor dramático en el pelo y un labial carmesí impoluto. Está maquillada y arreglada para salir —totalmente montada, como le gusta repetir—, pero suena el teléfono: un estímulo externo interrumpe los planes. Montada entonces, Juliana se tira en la cama y responde.

Así arranca el videoclip de Maquillada en la cama, puntapié inicial y primer sencillo del proyecto solista de Juliana Gattas, un disco de ocho canciones que llegará a principios de 2024. La cantante, que lleva más de veinte años al frente de Miranda! —tal vez el dúo electropop más importante de Latinoamérica—, presenta su constelación personal conformada por los brillos del pop, la materia destructiva de la soledad, el espíritu disco y el drama, siempre el drama.

El disco, producido y compuesto por el chileno Álex Anwandter, navega los estados de ánimo de una diva decadente a la que le gusta bailar y disfrutar, pero también romper, boicotear y llorar. En este mano a mano con El Planeta Urbano, Juliana Gattas cuenta qué la motivó a lanzarse como solista y habla sobre sus obsesiones pop, la complicidad que maneja con sus seguidores en Twitter y las anécdotas que la llevaron a confeccionar un álbum psicodramático y bailable.

Hay actividades que requieren una soledad “inviolable”, decía Proust: el llanto, el ensueño y la lectura. “Siempre me preguntan/ qué se siente llorar desde la cima de la felicidad/ Nadie se da cuenta/ qué tan sola puede ser la noche maquillada en la cama”, canta Juliana en el estribillo de Maquillada en la cama.

—¿Qué historia querés contar con esta canción y, por extensión, con este proyecto solista?
—El tema explora un poco la vida de esta señora o chica o diva decadente que por un lado goza, disfruta, baila, se maquilla y se monta, pero también le gusta boicotear todo, romper todo, llorar, dramatizar. Es como una especie de personaje que yo vengo coqueteando con explorar hace muchos años. Desde que cantaba jazz era muy fanática de este acento psicodramático de Billie Holiday y esas cantantes cuyas vidas eran realmente dramáticas, no había exageración ahí. Pero siempre, en todas las artes, me seduce un montón este perfil. Reúne un montón de cosas que me entretienen mucho. La música, el baile, la danza, el montarse, el maquillaje, el vestuario, la fotografía, el montar idílicamente una canción para mí es un sueño.

—El tema tiene una base disco acentuada por violines muy dramáticos. ¿En qué te inspiraste para encontrar ese sonido?
—La idea de tener muchos arreglos de violín y brass es hacer un contraste entre lo que pareciera ser un disco de electrónica —porque son todas canciones inicialmente compuestas con sintetizador o desde computadoras— y lo orgánico y clásico. En toda mi carrera nunca había grabado partes orquestales de violines para una canción y fue muy emocionante.

—Para el videoclip, dijiste que la referencia madre es una película. ¿Cuál es? A mí me hizo acordar a In Fabric (2018), una película británica sobre un vestido rojo maldito, una tienda departamental y unos maniquíes.
—¡Ay, sí! La película del vestido que sigue a la mina. La vi, me encantó. Me gusta mucho más la primera mitad, porque después es otra historia, ¿no?

—Sí, la historia se divide en las mujeres a las que persigue el vestido.
—Tal cual, tenés razón. Vi la película cuando ya estaba terminado el video, que está hecho hace casi un año. La referencia madre es Las amargas lágrimas de Petra von Kant (1972), de Fassbinder, que cuenta la vida de una diseñadora de modas que está todo el día y toda la noche encerrada en su departamento, pero full montada, maquillada, con sus propios diseños. Se la pasa llorando, contándole cosas a sus amigas, y convive con sus maniquíes y sus gustos de confección ahí en la casa. Para el final del video buscamos una referencia más pop, Mannequin (1987), una película que miraba mucho cuando era chica. Entonces, coexisten dos mundos: uno más raro y uno más pop, uno más oscuro y otro más gracioso, y nos gustó que suceda y que la diseñadora termine de alguna manera feliz, bailando con sus maniquíes que cobran vida y se emborrachan con ella.

—Un contraste, como los violines y la electrónica.
—Sí, supongo que sí. También me gusta mucho ir mezclando referencias de décadas, que no estén tan marcadas como vintage específicamente sino que se aprovechen de todo lo que a una le gusta de diferentes épocas e ir saltando entre ellas.

Maquillada en la cama habla de la soledad desde el drama, pero también desde el alivio. Primero cantás “Nadie se da cuenta de qué tan sola puede ser la noche maquillada en la cama”, y después: “Me hace tan bien pensar que mañana ya no vas a estar desnudo en mi cama”.
—Es un poco contradictoria, como lo somos todos, en verdad. Y casi siempre la percepción que tengo de la soledad tiene esa contradicción y esa dicotomía de sentirte muy sola, llorar, atravesar el dolor y el vacío y después sentir un poco de placer, ¿no? “Ah, bueno, listo, miro la serie que quiero”, es un poco mi manera de vivirlo. “Ay, qué bueno, la cama toda para mí” o “qué tristeza, me canceló” y después decís “bueno, buenísimo, se me abrió esta oportunidad de estar conmigo misma o de estar con otra persona”. Tiene una contradicción intrínseca la soledad y el desmontar esta presión que ya no existe del mandato de tener que estar con alguien sí o sí. Quería explorar las sensaciones que nos da tener diferentes vínculos, estar sola, no estar sola…

—Hay un público muy variado pero también muy específico que espera tu disco solista. En la comunidad LGBT de Twitter te llaman, sin exagerar, la Jessie Ware o la Kylie Minogue argentina. ¿Sos consciente de eso? ¿Para quiénes escribís este disco?
—Soy superconsciente porque soy muy internauta y me la paso en Twitter. Leo todos los mensajes y contesto un montón, no me sale el misterio y la distancia. Y ahora más que nunca porque tengo una excusa: tengo que ver las repercusiones, ver qué se espera de mí, qué armo, qué no armo, si me retiro o no me retiro. Pero estas últimas semanas desde que salió la canción estoy volando de felicidad: yo sabía que está buenísima, pero un poco me había olvidado de lo mucho que me representan las dos cosas, la canción y el video, y el vértigo que me da que la gente entienda de qué va todo. Y todas esas cosas que mencionás, las comparaciones o que te digan “madre”, me hacen sentir que se entendió aún más de lo que yo esperaba. Entienden todo. Entienden la estética, por dónde va el tema del llanto, el psicodrama, las contradicciones, el exorcismo en la discoteca.

—Hay algo muy recurrente ahí.
—Es una constante en mi música y en todo lo que hago. Siempre está y lo considero sumamente sanador para mí. El humor también lo encuentro así, cuando una puede hacer chistes sobre una cosa dolorosa o patética que le pasó, enseguida se desbloquea el dolor y se convierte en algo pintoresco, en algo que tenés para contar, y la gente se empieza a reír. Entonces, esto también me pasa con la música: tamizar el dolor con violines, maquillajes, videos increíbles y cosas interesantes es muy sanador. Sin que me haya pasado algo traumático ni nada, ¿no?, pero la vida a veces duele un poco.

—¿Y te gustan puntualmente estas artistas que aparecen en comparación? Jessie Ware, Caroline Polachek, Roísín Murphy…
—¡Me encanta! Todas hermanas. Caroline, Jessie. A Roísín Murphy yo le diría mother is mothering en todos sus posteos porque la amo desde hace años, hice viajes para verla en vivo. Somos todos lo mismo, yo soy adoradora de Madonna en todas sus épocas, hago lo que hago porque la vi a Madonna, porque me gusta Erasure y Pet Shop Boys. Sabemos de lo que hablamos y no hace falta ni decirlo, pero también es divertido y reconfortante saber que estamos en la misma. Es un poco eso: la confirmación de que entran en el mood en el que estaba yo cuando hice el disco.

—Las letras las compuso Álex Anwandter, pero hablan de tu álter ego. ¿Cómo fue ese trabajo en conjunto?
—Básicamente, la idea de hacer este experimento —escribir canciones acerca de las cosas que yo le contaba como amiga— fue de Álex. De repente estábamos charlando y le decía este tipo de frases tan icónicas, como “maquillada en la cama”. Maquillada en la cama es una constante en mi vida y se da de miles de maneras. A veces me maquillo mucho antes y tengo que esperar que sea la hora del show, entonces estoy maquillada en la cama; o vuelvo medio pasada del boliche y no me dan ganas de desmaquillarme; o me monto, me maquillo y se me van las ganas de salir entonces me meto en la cama. Es una muletilla que yo mencionaba siempre y estaba en nuestros chats y conversaciones, entonces fue una idea de él hacer canciones así, confeccionadas a medida.

—¿Cómo fue el ida y vuelta?
—Fue todo muy consultado, pero nos parecía que era un experimento interesante y diferente. Soy muy fan de Álex Anwandter y quería cantar sus canciones, que son un poco perfectas, pero que hablen de mí. Y todo, o casi todo, fue a distancia. En los tiempos libres de su carrera y de la mía nos juntábamos a concretar, grabar demos, las cuerdas y demás. El resto del proceso de creación del disco fue en llamadas, en FaceTime, por chat, por mails o a partir de muchas frases sueltas de cosas que me pasaban. Imágenes, canciones, como un Pinterest total de mi vida.

—¿Qué te permite este proyecto solista que no te permite Miranda!, tu dúo electropop con Ale Sergi?
—Me permite ser un poquito más… dark (piensa). Si bien es muy divertido y es muy de discoteca y glamour, tiene unos tonos más oscuros que en Miranda! siento que no están. También hay menos gente involucrada, entonces no consulto, decido yo todo (risas).

—Taylor Swift dice que las mujeres tienen que reinventarse artísticamente más que los varones porque si no es así se quedan sin trabajo. ¿Estás de acuerdo?
—Respeto mucho lo que dice, la banco un montón, pero supongo que está hablando de un plano muy macro de la industria que no repercute en mí. Yo no me siento para nada presionada y, por sobre todas las cosas, estoy en una banda con un varón en la que siempre sentí una libertad total y una cosa medio sin género desde los comienzos. Jamás me doy cuenta de que soy una chica en la banda hasta que un periodista me pregunta qué se siente ser una mujer en la banda. No me importa, Ale y yo queríamos tener una banda de pop electrónico porque nos volvían locos los mismos artistas y queríamos entrar a las fiestas donde íbamos a bailar y tener un ratito de escenario. Era ese instinto primitivo, no hay tanto cráneo, filosofía o política detrás.

—¿Tiene nombre el disco?
—Sí.

—¿Me lo podés decir?
—No sé si me conviene. ¿Me conviene?

“¿Me conviene?”, repite, pero esta vez se lo pregunta a Juana, su hija, que está en su casa, del otro lado de la pantalla y fuera de campo. La respuesta, aparentemente, es negativa. “No, perdón, no me conviene”, me dice Juliana.

—¿Y el nombre del próximo sencillo?
—Si alguien es medio follower mío, es algo que digo mucho y que me saco muchas fotos y lo pongo como hashtag… Tiene mucho que ver con el baño, cambio la cama por el baño. Ése es el título de una canción y es el próximo.

—¿Qué lugar ocupa este proyecto en tu calendario para los próximos meses?
—Es lo que tengo ganas de seguir haciendo, porque el disco ya está hecho, pero le dedico muchas horas del día a pensar qué voy a hacer a nivel videos y demás. Ahora que entiendo que hay gente a la que le gustó lo que hago, empecé a visualizar una idea de show y coreos, bailarines… Estoy, recién ahora, materializando las cosas.

—Última pregunta: ¿qué se siente llorar desde la cima de la felicidad?
—Es muy hermoso (risas).

Entrevista: Joel Álvarez
Fotos: Aitor Fernández
Agradecimientos: Sony Music Argentina

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