Edgardo Giménez: "El arte es para comunicar alegría"
Texto: Mercedes Ezquiaga
La imaginación, la fantasía y el humor han caracterizado desde siempre la obra del multifacético artista, diseñador y referente del arte pop Edgardo Giménez (Santa Fe, 1942), surgido del mítico Instituto Di Tella en los 60, reconocido por trabajar en los más disímiles soportes: desde su famosa intervención en la vía pública de 1965 (¿Por qué son tan geniales?, junto a Dalila Puzzovio y Charlie Squirru), donde se animó a promocionarse a sí mismo en un afiche publicitario, así como por haber instalado una gigantografía de Moria Casán en el museo MAR de Mar del Plata, en 2010.
Su más reciente obra, donde continúa indagando en los más variados formatos, se conforma nada menos que de 1.942 imágenes de “monas” (bautizadas como “Fancy Monas”) coloridas, alegres, irreverentes, con sombreros raros y camisas de colores, inspiradas en 200 piezas de su archivo personal, creadas en formato NFT y presentadas en la feria arteba 2023.
Cada mirada, sonrisa, peinado, accesorio, vestido y rasgo que hace única a cada Fancy Mona es una referencia histórica, resultado de un extenso relevamiento documental en torno a la producción del artista.

Su irrupción en el universo digital, de la mano de la compañía tecnológica Artbag y su galería MC, es una invitación a sumergirse en las monerías de sus protagonistas, nacidas en los 60, plasmadas en esculturas, pinturas y diseños, y retomadas ahora para el mundo digital.
“El arte es para comunicar, en mi caso, para comunicar alegría”, dice a El Planeta Urbano Edgardo Giménez, el artista de la risa permanente y del buen humor, que se ha abrazado a un estilo artístico apto para todo público, como es el movimiento pop.
Los NFT, presentados por primera vez en Buenos Aires, coinciden además con la inauguración en el Malba de la muestra antológica "No habrá ninguno igual", en la que recorre más de 60 años de producción a través de 80 obras e instalaciones seleccionadas que se combinan en un paraíso pop y de exuberante color, sin perder de vista su infalible sentido del humor: esculturas de conejos que nadan en una taza de té (inspiradas en Alicia en el país de las maravillas), pinturas de animales como panteras, conejos, gatos y ñandúes, despampanantes escenografías realizadas para películas de los 60 y 70, imágenes de nubes o de arcoíris. Allí, dice el artista, “la gente se siente transportada a otra dimensión”.
COMO LAS MONAS
–Estás lanzando las Fancy Monas por primera vez en Buenos Aires. ¿Cómo tomaste la idea de transformar tus obras al formato digital?
–Me gustó la idea porque es un medio distinto. Todas las cosas que se te ocurren y que le significan a la gente algo me interesan muchísimo, porque el arte es para comunicar, en mi caso, para comunicar alegría. El mundo está muy complicado, no solamente acá en nuestro país, sino en todos lados, y hay que tratar de generar otro tipo de cosas, que la gente vea que hay que hay otras posibilidades también para poder convivir de una manera más feliz. Yo pienso que nunca ha sido tan necesario el humor como en estos momentos.
–Además, tu obra en este nuevo formato digital convoca a un público de todas las edades.
–Hace rato que pasa eso. Los chicos jóvenes se hacen tatuajes en los brazos y en las piernas con mis obras. Cuando expuse en lo de la galerista Florencia Braga Menéndez ya le mandaban mensajes diciendo “lo bien que nos sentimos con lo que hace Edgardo”. Me sorprendió que lo que yo hago generara eso.

–¿Por qué elegiste las monas para la serie de NFT?
–Bueno, las monas siempre me interesaron. De chico me crié viendo Tarzán y la mona Chita, y todo ese mundo de fantasía. Realmente parece que se alojaron bastante firme, porque es una recurrencia mía todo el tiempo. Me encanta trabajar con las monerías que hacen las monas. Yo viví en Santa Fe hasta los 7 años y había un día a la semana que el cine costaba 80 centavos y que podías ver tres películas, entonces ese día iba para ver todo el día las tres películas, una detrás de la otra, y eso fue genial.
De hecho, hice una instalación homenaje a "Tarzán y la fuente mágica", no te podés dar una idea de lo que me impactó esa película. Hollywood me marcó. Disney también me marcó muchísimo, ese mundo tan genial donde los animales hablaban. Eso influyó en mis ganas de que todo fuera mágico, en mis ganas de crear una fantasía deslumbrante como lo hizo Hollywood.
–Comenzaste en el mundo del diseño, ¿en el arte siempre fuiste autodidacta?
–Yo no soy un tipo que pinta, o que hace esculturas, o que hace arquitectura. Yo voy haciendo todo eso todo el tiempo. Tengo un gran poder de imaginación. De las cosas que hago, no he hecho ningún curso, no tengo diploma de nada, sino que tengo un talento personal y una gran facilidad para imaginar.
Cuando Jorge Romero Brest [director del Di Tella] me encargó una casa, “La casa azul”, en City Bell, yo nunca había hecho una; cuando hice las escenografías para las películas de Héctor Olivera nunca había hecho una escenografía; todas esas cosas me estimulaban bastante porque, de hecho, me daba cuenta de que las cosas gustaban, y a mí siempre me gustó gustar.
DE UNA FERRETERÍA AL DI TELLA
–Hay una anécdota de cuando eras chico e hiciste una vidriera para un comercio de tu barrio. ¿Es así?
–Claro, yo vivía en Caballito. En Puan y Directorio había una ferretería y cuando el ferretero descubrió que yo tenía facilidad para imaginar y para hacer cosas, me encargó una vidriera sobre insecticidas, entonces al día siguiente pasaban las doñas para hacer sus compras y entraban porque les había impactado muchísimo la vidriera.
Yo estaba encantado, era como si me hubiera ganado la Beca Guggenheim, porque las doñas me tocaban la cabeza y me decían que “qué hermoso” eso que había hecho. Ahí descubrí que me gustaba gustar.

–Sin embargo, en los 60 cuando comenzaste a mostrar tus obras, era un escándalo…
–Claro, por supuesto. Yo no soy producto de una libertad total. Soy producto de una represión total, que fue toda la década del 60. Vos pensá que te metían preso por tener el pelo largo, por tener una camisa festiva. A mis 17 años venía un patrullero a la puerta del Di Tella y te llevaban para averiguación de antecedentes, solo por estar ahí parado. Pero el destino quiso que yo me dedicara a esto y que resultara en una cosa exitosa.
–Esa época coincide con un hito en tu carrera, que fue exponer en un cartel publicitario tu foto, junto a otros dos artistas, al lado de la frase: “¿Por qué son tan geniales?”, ¿cómo surgió?
–Yo trabajaba en publicidades y descubrí que todas las cosas que se promocionaban en afiches, en la vía pública, después se vendían barbaridades. Y me dije: “Y si esto lo llevamos al arte, ¿qué puede pasar?”. Se me ocurrió meter el arte en los medios. Fue una experiencia importante. Nadie había hecho algo similar antes, no digo en la Argentina, ¡nadie en el mundo!
Por eso todos los libros que hablan del arte argentino incluyen una reproducción de aquel cartel, que estuvo 90 días en la vía pública. Siempre me ha gustado experimentar. Pienso que todas las cosas que se te ocurren tienen que estar exhibidas, el arte no tiene barreras y tiene la posibilidad de llegar a mucha más gente.
Fotos: gentileza Grupo Mass