Sofía Gala Castiglione, la muchacha punk: "A mí la fama y el prestigio no me interesan"
Jean Cocteau, la cultura de la cancelación, el amor romántico y la inteligencia artificial. Posicionada desde siempre en los márgenes de una industria que juzga peligrosamente volcada al entretenimiento y cada vez más lejos del arte, la actriz profundiza sobre la búsqueda de sentido y alienta la resistencia: “Hay que salir de las reglas generales, ¡basta de ser tan vagos!”.
“No insistí, entonces no sabía –sigo sin saber– como puede alguien imponer su voluntad a una muchacha punk.” Parece que Fogwill lo hubiera escrito pensando en ella. Sofía Gala Castiglione protagoniza en el teatro Caras y Caretas una nueva versión de "Los padres terribles", de Jean Cocteau, dirigida por Daniel Veronese, junto a Luis Ziembrowski, Ana Katz, Ana Garibaldi y Max Suen. Una comedia negrísima, incómoda y feroz.
También codirigió "Fobia" junto a su amigo César González, una película autogestionada, contracultural, casi guerrillera, filmada con celulares, que agotó todas sus funciones en el Centro Cultural Kirchner (CCK).
“No es verdad eso de que sin determinados elementos es imposible hacer nada porque en la industria todo es gigante. Escucho a gente que sabe de cine diciendo ‘esto está bien o mal filmado’. ¿Hay algo que elimine más el concepto de arte que eso?”, se pregunta desde el teléfono. Sofía Gala Castiglione, actriz generacional, Alanís, heredera del reino, caminante del lado más salvaje y de las verdades más simples, muchacha punk.

–Cocteau está más presente que nunca: se estrena esta puesta de "Los padres terribles", dirigida por Veronese, y hace un par de años Almodóvar hizo un corto sobre "La voz humana" con Tilda Swinton. ¿Necesitamos volver al pasado para reencontrarnos con la provocación?
–Creo que estamos transitando un momento muy superficial, una era del like, donde a la mayoría de la gente le interesa más agradar que provocar, y para mí la esencia del artista es no ser conformista. A mí lo que me llama la atención del arte en todo su espectro, desde lo literario hasta lo cinematográfico o lo musical, es cuando veo o escucho algo y esa cosa me modifica. Creo que cada vez hay menos de eso.
Todo se está transformando en entretenimiento, y no está mal, pero ya casi no existe lo otro. Igual siempre sigue habiendo una especie de resistencia, como hubo en todas las épocas trágicas de la cultura y de la sociedad; personas que buscan y necesitan cosas que las trasciendan, que las conmuevan. Creo que empiezan a aparecer de nuevo estas propuestas. Porque una vez que la regla es la complacencia y eso va insertándose en todo, provocás un miedo, una parálisis para sentir. Si todo es políticamente correcto y decís “qué bien esto”, cuando te pegan una patada cultural en la cabeza no te la bancás.

–En lo social, y por supuesto en lo cultural, estamos atravesando un período muy conservador, ¿hay un peligro ahí?
–Es que lo conservador en la cultura es superpeligroso, porque ese conservadurismo se instala a partir de la corrección. Y ahí está la trampa, porque todos estamos de acuerdo en que los pedófilos son una mierda, en que no da violar gente ni bastardear a una mujer, pero el arte es otra cosa, no tiene las mismas reglas porque parte de su objetivo es criticar mostrando, hablar de lo que molesta, poder sumergirnos en cosas que no son reales.
Las ficciones existen para que uno pueda hacerse preguntas; si ya no te cuestionás con el arte, ¿cuál es el objetivo? Si todo lo que ves es lo que tiene que decirse sin que nadie se ofenda, ¿cuál es el sentido? ¿Por qué los artistas no quieren que se enojen con ellos, por qué no quieren molestar más ni provocar, y solo ser queridos? Me vuelve loca eso.
–"Los padres terribles" maneja una ambigüedad moral que está en las antípodas del dedo en alto. ¿Cuesta explorar esos dobleces?
–Todo lo que tenga que ver con el deber ser me parece absolutamente arbitrario, porque en realidad varía de persona en persona. Lo que está buenísimo de Los padres terribles es que muestra una situación tradicional, como la de una familia, y qué se desata con la entrada de una persona ajena a ella, con todos los dilemas morales, mostrándotela con naturalidad, y eso es lo mejor. Porque generalmente cualquier cosa que se escape de los límites de lo correcto viene reforzada como una crítica, y en realidad lo interesante es, justamente, la ambigüedad.

–En todas las épocas, los vínculos pueden ser leídos desde distintos ángulos. ¿La dependencia del amor es una forma de esclavitud?
–Creo que estaría bueno desprogramar los mandatos que tenemos alrededor del amor, en todos los vínculos, no solamente en lo sexo-afectivo sino también con las amistades. El amor, tal como está planteado, no sé si tiene que ver con la esclavitud pero sí con la posesión, con el ego.
Te lo digo ahora y a esta edad, porque yo he sido megaposesiva y he vivido gran parte de la vida en la creencia del amor romántico. No hablo solo de la crianza de mi madre sino de las películas que vi, de lo que te aporta la cultura, porque esas programaciones son totalmente inconscientes. Creo que no estamos educados para amar bien.
–¿Por qué pensás que pasa eso?
–Las etiquetas vienen con reglas que uno tiene que acatar o romper; para mí eso ya es un condicionamiento. Creo que la verdadera libertad del amor se dará cuando seamos capaces de poner nuestras propias reglas con cada ser que nos crucemos.
El trabajo más importante respecto al amor, por lo menos para mí, es lograr empezar a desactivar etiquetas. Internamente no es tan fácil, porque estás eligiendo categorías desde que naciste; si sos hombre o mujer, gay o heterosexual, si tenés amigos y cuantos, si te vas a casar… Y también los mandatos sobre cómo debés sentirte si sos mujer o sos hombre, la noción de familia, los celos… Tengo ganas de vivir más porque me parece que eso no es libertad.

–¿Cuesta desapegarse de algunas categorizaciones porque tranquilizan?
–Nos programaron con eso. La idea de que uno se completa con el otro también me parece espantosa; uno tiene que estar completo desde cero y ser feliz con su soledad y su individualidad. A partir de ahí podés encontrar vínculos que se eleven con vos. Hay que construir, salir de las reglas generales, ¡basta de ser tan vagos!
Toda esta cultura del confort y la digitalidad es terrible; solo falta un robot que dentro de poco nos venga a limpiar el culo. Estamos creando las máquinas que van a reemplazarnos, pareciera que el proceso natural del hombre, en vez de evolucionar, es crear seres que nos reemplacen. Yo no quiero sumarme a esa vagancia, quiero tomarme el tiempo de crear una relación real y profunda.
–Como actriz, siempre jugaste de líbero, desapegada de las categorías sobre lo comercial, lo indie, el cheque o el prestigio, ¿cómo lo lograste?
–Yo hago lo que tengo ganas y lo que me hace sentir bien. Y, por supuesto, a veces hago cosas para trabajar porque laburo de lo que amo y ojalá siempre pudiera estar haciendo el papel de mi vida, pero no es así, y eso con el tiempo lo aprendí. Nunca fui una persona de planear mi carrera, tampoco tengo grupo de amigos del medio. ¿Viste que pasa mucho eso de creer que todos los actores, solo por el hecho de serlo, tienen que ser amigos? Tampoco soy enemiga, pero me muevo por otro lado porque siempre me sentí una outsider, y en mi grupo de amigos son todos outsiders como yo (risas).

Con mi carrera hago lo que sale, y no me interesa eso de planear con inteligencia comercial, porque lo industrial o lo indie también son etiquetas que me parecen una garcha. Me he aburrido como un hongo en el San Martín y en el Cervantes y me he divertido mirando cosas comerciales, no es que algo te da fama y otra cosa prestigio. A mí la fama y el prestigio no me interesan ni creo que esas categorías sean reales, hay cosas extraordinarias en todos lados.
Justamente, no planeo mi carrera así porque no me interesa ser una actriz independiente e intelectual o popular y famosa. Todo eso me parece una tontería. Soy mucho más simple: mi mayor meta es sentirme lo mejor posible. ¿Viste que cuando sos pendeja los viejos te dicen “la felicidad está en las cosas simples”? ¿Sabés qué? Es cierto. Me imagino estando cada vez mejor, autoboicoteándome cada vez menos, compartiendo con la gente que amo, escuchando música, viviendo de lo quiero, cocinando, criando a mis hijos… Hay algo de lo simple que me parece muy verdadero.
Fotos: Guido Adler
Dirección de producción: Gimena Bugallo
Producción y estilismo: Camila Mariani
Make up: @macu.atauri
Pelo: @avhairstyle
Filmmaker: Chanas Scigliotti
Agradecimientos: @brunogiordano_official