Leonardo Sbaraglia: "La Argentina es donde más me gusta trabajar; es mi lugar, mi identidad"
Después de competir por el Oscar con "Relatos salvajes", fue descubierto por Pedro Almodóvar y su proyección internacional creció a niveles desorbitantes. Sin embargo, siente que la Argentina es su lugar en el mundo y, también, la tierra de sus sueños: “Me encantaría trabajar con Lucrecia Martel”, revela.
Cualquier persona que haya visto Titanic o Tiburón sabe que hay que mantenerse alejado de las embarcaciones marítimas. Algo que parecen desconocer los intrépidos viajeros de Asfixiados, la comedia argentina recientemente estrenada en cines protagonizada por Leonardo Sbaraglia, Julieta Díaz, Marco Antonio Caponi y Zoe Hochbaum, que narra la historia de un matrimonio en crisis.
El film sirve como una excusa entrañable para retomar el diálogo entre Sbaraglia y El Planeta Urbano. Hay que aprovechar los momentos de charla y mate con el actor que brilló en Intacto, Relatos salvajes, Dolor y gloria, El otro hermano y El gerente, entre otros títulos; un hombre al que casi siempre se lo encuentra trabajando.
Para este año, tiene pendiente estrenar en Netflix la séptima temporada de Élite, producciones cinematográficas nacionales como Blondi, dirigida por su amiga Dolores Fonzi, y Puan, retrato del mundo universitario. Como si fuera poco, también veremos en Netflix su participación en A ciegas, película en la que comparte elenco con figuras como el español Mario Casas.
Luego de más de tres décadas de presencia constante en cine, teatro y televisión, Leonardo Sbaraglia no necesita presentación. A prender el grabador, entonces, y empezar a desentrañar el universo escondido detrás de una de las sonrisas más inconfundibles del país.

–No muchos saben que tu nombre completo es Leonardo Máximo Sbaraglia. ¿Llamarse Máximo es un imperativo para ser el mejor en lo tuyo?
–Y, desgraciadamente, en algún lugar, un poquito de eso debe de resonar. Leonardo también es un nombre fuerte, y Sbaraglia en italiano significa “alcanzar una posición”; o sea, es llegar a la máxima meta de Leonardo (se ríe). Es un poco hinchabolas y yo siempre he sido un tipo muy autoexigente. Es un aprendizaje de toda la vida, cada quien tiene el suyo.
–¿Eso te hace de naturaleza competitiva?
–No, para nada. Y si lo soy, no sé si estoy tan de acuerdo (se ríe). La competitividad me puede salir jugando al T.E.G., por ejemplo, en eso sí me pongo insoportable. Pero en el laburo estoy lejos de eso, ahí creo todo lo contrario: solo se puede trabajar en equipo.
Creo que la competitividad muchas veces nace de un lado más inseguro y vulnerable, que no siempre se asume, y provoca en ciertas personas la necesidad de asumir el rol de ganador para salir de ese vacío. Y, a la vez, hay un sistema que todo el tiempo nos lleva a eso. En el espectáculo teatral que hacemos, El territorio del poder, la gran pregunta tiene que ver con cómo se sigue en este mundo, de qué manera desobedecer esos mandatos de mierda que heredamos.

–Dentro de poco te vamos a ver en la séptima temporada de Élite. ¿Qué te motivó del proyecto? ¿Netflix, lo económico, España?
–Ni Netflix, ni lo económico, ni España. La verdad, motiva el hecho de que me hayan ofrecido hacer algo realmente bueno, en una serie que tiene cien millones de espectadores. Yo tenía mis reservas, vi la sexta temporada, parte de la quinta, y te digo, ¡me cerraron el culo! A mí y probablemente a mucha gente, porque está muy bien hecha. Son envidiables las escenas que hicimos y el personaje que me tocó interpretar. Alguien que no voy a nombrar dijo: “Sbaraglia habrá aceptado por dinero o por popularidad”. Y eso delata un prejuicio enorme; primero, porque no vio lo que estamos haciendo, no tiene idea y probablemente nunca haya visto la serie. Es muy fácil opinar, usar el pico desde la mediocridad.
–Julieta Díaz y vos ya habían interpretado a Ada Falcón y Francisco Canaro en "Lo que el tiempo nos dejó". ¿Asfixiados fue el reencuentro?
–Sí, una experiencia interesante porque, hace años, el director Luciano Podcaminsky me había ofrecido su primer guion, y aunque no pude hacerlo, quedamos en contacto. Cuando se empezó a armar este proyecto, a mí se me complicaba participar; llamaron a otro actor que no cerró y ahí Julieta insistió conmigo porque ya había pasado un tiempo.
Leí el guion y sentí que había personajes para contar una historia, así que nos pusimos a laburar y logramos hacer esta película. Fuimos creando, sugiriendo algunos cambios que fueron bien recibidos. Lo único que no logramos sacar fue la tormenta (N. de la R.: se refiere a una escena en la que una tormenta los desestabiliza durante un paseo en velero). Le decíamos al director: “¿Hacen falta todos estos efectos especiales por una puta tormenta?” (se ríe). Vos viste lo difícil que fue eso.

–Yo tengo una visión muy cinéfila y eso a veces se combina con lo trágico. Veo la playa y pienso en Tiburón, por ejemplo. Acostumbrado a una vida más urbana, ¿vos cómo te llevás con el mar?
–En Asfixiados todo el tiempo sentís una amenaza, como en Tiburón; hay un clima raro y termina ocurriendo algo grave, lógicamente. Esa tormenta está puesta desde un lugar casi teatral, poético, ahí queda suspendido el verosímil. Con respecto al mar, yo justamente no tuve problemas, Zoe tampoco. El resto de los embarcados, que no voy a dar nombres (se ríe), sufrieron inconvenientes.
–En 2019 concretaste trabajos internacionales muy importantes, como "La red avispa", de Olivier Assayas, y "Dolor y gloria", de Almodóvar. En ese momento pensé que ibas a convertirte en alguien inaccesible para el cine nacional, pero seguiste trabajando un montón acá. ¿Fue una elección a conciencia?
–Ese año también hice Errante corazón, una película argentina que estaba para romperla, destinada a hacerse grande a través de los festivales internacionales, pero el mundo se paró para todos con la pandemia. Obviamente, está buenísimo que te llamen de afuera, y que te convoque Almodóvar, ¡ni hablar! Pero la Argentina es donde más me gusta trabajar, es mi lugar, mi identidad. ¿Sabés con quien me gustaría trabajar también? Con Rodrigo Sorogoyen, grandísimo director de Antidisturbios, la mejor serie que he visto en castellano. Él es un genio.

–¿Y acá quien te gustaría que te dirigiera?
–Me encantaría laburar con Lucrecia Martel, es un sueño que tengo. Acabo de terminar Puan, con Benjamín Naishtat y María Alché, a ellos los admiro mucho y creo que va a ser un peliculón. También trabajé y seguiré haciéndolo con Ariel Winograd, con el cual ya tenemos una linda relación, una complicidad. Él me da todo el espacio creativo, y además su cine no solo busca humor sino también complejidad.
–Siguiendo con nombres importantes en tu carrera, Héctor Alterio volvió a Buenos Aires para estrenar una obra en el teatro Astros. Con él trabajaste más de una vez, ¿qué recuerdos tenés?
–Héctor es un gran actor y un gran tipo. Te diría que no lo conocí tanto trabajando, porque es un profesional muy reservado cuando labura, pero he vivido situaciones hermosas con él. Te cuento una: cuando estábamos filmando Caballos salvajes había que esperar, porque en esa época capaz tardaban tres horas en poner la luz, así que teníamos tiempo hasta de mirar una película entre plano y plano. En el set había una combi con una videocasetera, y yo no había visto nunca La tregua, película protagonizada por él. Puse el video y le dije a Héctor: “¿Querés venir que está La tregua?”. Y me contestó: “Pero no, ¡dejate de joder!” (se ríe). Pero cada tanto aparecía y pispeaba un poquito, tenía esos anteojos negros que usaba en Caballos… En un momento, lo miro de reojo y por debajo de los lentes se le estaban cayendo las lágrimas. Es un recuerdo precioso, que no me lo voy a olvidar más.
Después, cuando me instalé en España con mi familia, él nos vino a buscar con su mujer y nos llevó a comer, a pasear, nos dio la bienvenida; me incorporó a su familia y lo sentí como un gran gesto, había mucho amor en eso.

–Sos muy joven todavía, pero si en unos años te propusieran hacer el papel de Alterio en la remake de "Caballos salvajes", ¿aceptarías?
–Obvio, pero pará un poco que me faltan veinte añitos, hablemos cuando cumpla setenta (se ríe). Héctor ya era calvo de joven, en la película tenía sesenta y pico pero daba mayor. Yo voy a hacerlo más como un Luppi, ¡canoso y con bigotes!
–Szifron está con la película de "Los Simuladores". ¿Iniciamos negociaciones para tu incorporación?
–Me encantaría que me llame para hacer algo. Él sabe cuánto me gustaría, nos entendimos muy bien en Relatos salvajes y fue hermoso, así que estarán Peretti, Seefeld, Fiore y D’Elia, y después andá a saber. Mirá, yo intuyo que nos va a llamar a todos para hacer algo chiquito.
Fotos: Alejandro Calderone Caviglia