Rafael Ferro: "Mis hijos fueron un ancla. Si no, no sé si estaría vivo"
Mientras triunfa en el teatro al frente de "El método Grönholm", el actor que construyó su carrera en el rol de villano está listo para nuevos desafíos. En esta entrevista, habla del paso del tiempo, la seducción, los vicios, los excesos, el amor, la paternidad y el sueño de interpretar a Batman.
Hay dos cosas de las que Rafael Ferro ya se aburrió. La primera, es de interpretar a personajes malos: “A veces te agotan, salvo que tengan una vuelta de rosca, pero por el tipo de cara que tengo me han llamado mucho para eso”, dice entre risas. La segunda tiene que ver con hablar siempre de los mismos temas: “El squash, De la Guarda, ahora hace muchos años me preguntan sobre lo que le pasó a Toto en 'El ángel'”, enumera, y se refiere a su pasado como deportista profesional en Alemania, así como también al icónico grupo teatral que integró a principios de los 90 y al boom que causó el primer personaje protagónico de su hijo Lorenzo en el cine.
Pero, esta vez, la charla girará en torno a nuevos proyectos. Al frente de "El método Grönholm", la obra de teatro en la que cuatro candidatos a un alto puesto ejecutivo se enfrentan en una entrevista final, será la excusa perfecta para sacarse el casete y hablar de todo: el paso del tiempo, la seducción, el amor, la paternidad y algunos desafíos pendientes (como escribir, dirigir y ponerse en la piel de Batman, por qué no) en este mano a mano con EPU.
–El método Grönholm deja en evidencia las miserias que exponen algunos con tal de conseguir un puesto de trabajo importante. Imagino que en el mundo de la actuación pasa algo parecido. ¿Cómo te llevás con esa competencia?
–En principio, el circuito de la gente que trabaja todo el tiempo es chico, y yo tuve la suerte de entrar ahí. Pero nunca terminás de entender si hay una lógica, porque tengo amigos actores que son brillantes y que laburan de cualquier otra cosa, y tengo amigos que son de madera y no paran de laburar en esto.
Es más, todo esto de la lógica se me fue más a la mierda cuando a mi hijo Toto lo llamaron para hacer "El ángel". Él ni siquiera estudiaba actuación, era su primera película y ya estaba viajando por todo el mundo, ganando premios. Yo lo que siento es que nunca tengo trabajo asegurado, es como que siempre me tengo que ganar el próximo laburo con el laburo que estoy haciendo en el momento.

–Al principio de la obra, tu personaje parece ser el más loser de todos. Vos estás con un montón de trabajo, tenés cuatro hijos con los que te llevás superbién. ¿Hay algún aspecto de tu vida en el que te sientas más loser?
–No, al revés, en todos; yo me siento re loser. Creo que si tenés dos centímetros de cabeza, te estás cuestionando las cosas todo el tiempo: como hombre, como amante, como marido, como padre; siempre estás pensando que podrías hacerlo mejor. Justo me agarrás en un momento en el que me siento re loser, porque hace rato que no tengo un vínculo duradero, no estoy ahogado en plata, es un momento para replantearse todo.
–Hablando de replantearse cosas, ¿hay algo que te quede pendiente? Sé que te gustaría escribir un libro.
–Sí, un pequeño deseo es escribir. He escrito algo, no publicado, una novela que había empezado como una idea de cortometraje y después alguien en un taller me dijo: “Esto está bueno para libro”. Ahora estoy viendo si la convierto en una obra de teatro, pero sí, es algo que está pendiente. Lo que quiero es que llegue a algún lugar. Con la edad (N. de la R.: tiene 57 años) empiezo a aprender que los sueños, los deseos, no tienen que quedar a medio camino, porque después estás muerto y no podés hacer más nada.
Me gustaría escribir y dirigir. Yo empecé a laburar muy rápido y a tener hijos, entonces la parte más hippie o independiente, la parte autogestiva, fue quedando de lado. No sé si es una excusa que me puse, pero me quedo pendiente eso: la autogestión.
–¿Sobre qué te gusta escribir?
–Me gusta mucho la novela, la poesía. A mí me tocó interpretar a personajes malos en la tele, malos de comedia, malos más dramáticos, y justo lo que escribí tiene que ver con un asesino. Digamos, hay un poco de autorreferencia por estos malos que hice, pero el protagonista del libro es un asesino que es fanático de la poesía. Es medio existencialista, entonces todo el tiempo está matando a un poeta, un poeta groso al que mata pero nunca se termina de morir, un delirio.

ENTRE LOS SUEÑOS Y LA PATERNIDAD
–¿Qué personaje soñás con hacer?
–Muchos. Es una boludez, pero yo soy muy fanático de Batman y me hubiera encantado hacer algo con él: un Batman ya acabado, tercermundista.
–Una comedia de Batman.
–Exacto, diálogos con el Guasón, ponele, pero argento, un Batman ya hecho mierda (se ríe).
–Llega la parte de la nota en la que voy a aburrirte, porque quiero hablar de tu hijo Toto.
–No, mis hijos nunca me aburren (se ríe).
–Me acuerdo de la explosión cuando protagonizó "El ángel". ¿Te dio cierto vértigo, al principio, que experimentara la fama?
–A mí lo primero que me generó fue sorpresa, no podía creerlo. No la vi venir, Toto no estudiaba teatro y tampoco era un pibe al que miraba y decía: “Este va a ser actor”. Fue una sorpresa, aún hoy es una sorpresa. Pero cuando estaba a punto de estrenarse la película y vi toda la ciudad empapelada con la cara de Toto, ahí me dio un poco de miedo. En ese momento se te va de las manos el cuidado, la megaexposición.
Por suerte, el chabón es megainteligente, muy tranquilo y, de hecho, no está enfermo por seguir actuando. Hace música, le gusta más eso, y está rechazando muchos laburos de afuera. Si se hubiera subido a esa, se podría haber pegado un palo horrible. Viste cómo son los medios: te pueden hacer mierda, pasás a ser propiedad de todo el mundo, entonces todo el mundo piensa que puede opinar, matarte; más ahora con las redes.
–Recién decías que le gusta más la música. “Choqué el auto e papá” (sic), su primera canción, estuvo basada en una anécdota real. ¿Cómo fue?
–Él estaba aprendiendo a manejar; un día le presté mi auto, llegó a las cinco de la mañana y me dijo: “Pa, te lo hice mierda”. Obviamente, le pregunté si estaba bien, me dijo que sí y seguí durmiendo. Lo lindo es que justo era el Día del Padre, entonces me escribió una carta que decía: “Feliz Día del Padre, pa. Perdón, te hice mierda el auto en tu día, pero acá te dejo todos mis ahorros para que lo arregles”, y cuando me desperté vi que me había dejado todos sus ahorros en dólares.
Lo que me gustó siempre, como símbolo, es pensar que gracias a ese accidente por ahí nació una carrera, porque su primer tema se llamó “Choqué el auto e papá”. Uno no sabe muy bien por dónde vienen las cosas, y que le pusiera ese nombre a la canción fue genial. De hecho, durante mucho tiempo no quise arreglar el auto porque lo quería dejar como obra, como algo de museo.
–Aquí nació la carrera musical de Toto.
–Tal cual (se ríe).

EL DESVÍO Y SU VUELTA
–Siempre decís que fuiste una persona muy viciosa en tu vida y que tus hijos te salvaron. ¿En qué sentido?
–Sí, cuando jugaba al squash profesionalmente y vivía en Alemania, yo era muy fanático de la noche y de todo lo que conlleva: los vicios, el alcohol, mucha joda. Me fui aplacando con el nacimiento de mis hijos, empecé a bajar para hacerme responsable. Ellos fueron un ancla. Si no, no sé si estaría vivo.
–¿Queda algo de todo eso?
–El vicioso queda siempre, pero con otras cosas. Después me pasé a algo más “espiritual”, entonces empecé a probar plantas, ayahuasca, peyote, y como buen ex adicto, también te hacés adicto a eso. Se supone que es más sano. Ahora estoy con aceite de cannabis, también con microdosis de hongos, pero esto es bueno, muy terapéutico, no es químico.
Aunque me doy cuenta de que queda algo, porque me dicen “tomate una microdosis” y, bueno, me tomo dos (se ríe). Soy como adicto a estados. Creo que todos somos un poco así, pero yo lo reconozco en mí.
–¿Hablás de esto con tus hijos?
–Sí, no solo lo hablo con ellos sino que también se los recomendaría. Las microdosis de hongos se las recomendaría a todo el mundo, porque no es que salís a flashearla; son algo suave, sirven para la ansiedad, depresión, concentración, alegría; es algo que recomiendo, y las gotas de cannabis también. Todo en su justa medida, obvio.
Fotos: Alejandro Calderone