Fernán Mirás: "Siempre pensé que arrimarse un poco a la muerte la aliviana"
En un 2023 repleto de trabajo, el gran actor argentino habla de todo: los 30 años de Tango feroz, el estreno de su última película como director y una nueva temporada al frente de Art, la obra de teatro que lo subió al escenario para demostrar que, ahora sí, no le tiene miedo a la muerte.
Las entrevistas pautadas en junkets de prensa suelen tener normas fijas imposibles de romper. Casi siempre, el entrevistado se sienta en una habitación con un tiempo acotado, solo suficiente para charlar sobre su último proyecto artístico y bajo las indicaciones de no salirse demasiado del libreto. Pero Fernán Mirás cambia las reglas del juego.
Sentado en La Mansión del hotel Four Seasons, el actor saluda con una sonrisa a cada uno de los periodistas, posa para alguna foto y se dispone a escuchar lo que cada uno tiene para preguntar.
“No hay ningún apuro”, me dice cuando llego en representación de El Planeta Urbano. Lo mismo que Ricardo Darín y Germán Palacios (esta vez, en el rol de directores) le dijeron a él cuando en 2022 retomó las funciones de Art, el éxito que sacude las noches del Multitabarís con las actuaciones de Fernán, Pablo Echarri y Mike Amigorena. “Ellos sabían que tenía que volver a laburar y me cuidaron de manera conmovedora. Me decían: ‘Fernán, si la obra dura más, hacelo más despacio, tomate tu tiempo’. Y enseguida salió bien, pero sentir el respaldo de ellos fue fundamental”, recuerda sobre su vuelta al teatro después de sufrir una aneurisma cerebral y afrontar una dura operación que incluyó la colocación de un stent. Y vaya si la vuelta fue completa, que este año comenzó la tercera temporada al frente de la obra.

Una vez más, Fernán se pone en la piel de Iván, un hombre que se embarca en una discusión junto a sus dos mejores amigos porque uno de ellos decide comprar un cuadro blanco a un precio muy elevado. “Dentro del teatro comercial es difícil encontrar una comedia que trate de un modo tan profundo la amistad”, resume sobre el clásico de Yasmina Reza que se estrenó en 1998 y sigue igual de vigente.
A lo largo de esta charla (que inesperadamente se extendió media hora y culminó con su fila de entrevistas pactadas), Fernán hablará de este tema y de tantos otros, como el estreno de su segundo trabajo cinematográfico como director, sus conclusiones sobre la muerte (“es más gracioso el miedo que tenemos que el hecho de morirse en sí”, dirá) y los 30 años de Tango feroz, la película que lo catapultó a la fama y lo definió como lo que realmente es: un actorazo.
–Alguna vez dijiste que la repetición en el teatro puede volverse muy tediosa, porque el guion es el mismo todas las noches. Más allá de que es un oficio hermoso, ¿cómo le encontrás la vuelta?
–Yo creo que depende de que tu naturaleza encuentre algo interesante en el teatro, y a veces no sucede. Hay actores muy buenos a los que el teatro no les gusta y te lo dicen, o les gusta pero les resulta tedioso; y hay actores que le encuentran un placer a esa repetición, porque logran que parezca la primera vez.
El trabajo del actor tiene que ver con hacer como que te olvidás de todo lo que sabés. Vos estás ensayando una escena en una película, y cuando se filma, tenés que abrir la puerta y sorprenderte de algo que acabás de repetir como un idiota veinte veces (se ríe). Entonces, gran parte del laburo tiene que ver con ese ejercicio. El teatro es como volver a sorprenderte de algo todas las noches, es ir a la pesca todas las noches.

–Después del episodio de salud que tuviste en 2021, los médicos te recomendaron ir regulando la cantidad de trabajo. En su momento, ¿cuánto tuvo que ver el apoyo de tus compañeros, Mike y Pablo, en la decisión de volver al teatro?
–La primera vuelta, un montón. Además, a veces hacía algo distinto en la escena y se asustaban, pensaban que me estaba pasando algo (se ríe). Fue re importante, y además fue re importante para mí volver a hacer la obra.
Yo tenía que dirigir una película y el médico me lo prohibió, y cuando llegó el momento de volver a hacer Art, me dijo: “Bueno, probá. Como es algo que ya venís haciendo, podés ir regulando”. Fue una experiencia rarísima, porque yo me sentía rarísimo todavía, y genial a la vez.
–¿Por qué rarísimo?
–Y… yo estaba con estados anímicos muy raros, y con miedo de volver a subirme al escenario. Quedé muy sensible, así que casi que era Grecia Colmenares todas las noches. Les decía a los chicos: “Podría llorar el doble en todas las escenas”; había quedado muy vulnerable.
–Recién hablabas de tu última película como director. Casi muerta, que tiene fecha de estreno para abril, es una comedia que se ríe de nuestro miedo a la muerte. ¿Llegaste a alguna conclusión después de lo que te pasó?
–Al tiempo de recuperarme volví a leer el guion y me di cuenta de que estaba bien lo que había escrito, dije: “Che, está bien contar esto sobre la muerte, sobre lo inevitable”.
Fue re interesante, porque cuando escribís un guion te la pasás pensando en cosas sobre ese tema, y yo estuve investigando sobre la muerte durante dos años. Cuando empezaron los ensayos, me di cuenta de que tenía el tema muy cerca, pero no cambié cosas, sino que las entendí más.

–La protagonista va a ser nada más y nada menos que Natalia Oreiro, en la piel de una mujer a quien le pronostican un mes de vida.
–Sí, Nati veía que su personaje hacía ciertas cosas y me preguntaba: “¿Y por qué hace esto?”. Y yo le decía: “Porque es lo que hacés si te estás por morir” (se ríe). Eran cosas que yo había hecho, pero las había escrito antes. No sé, pensás mucho en tus hijos, por ejemplo. Fue más fácil porque sentía que entendía más a los personajes. Esa situación de que los amigos se postergan porque están siempre pendientes, y a la vez vos sentís que les das un poco de impresión, porque los asustás, sos una persona que asusta.
–Como cuando hacías algo diferente en escena y Pablo y Mike te miraban raro.
–Tal cual.
–En la última entrevista con El Planeta Urbano dijiste que una de tus grandes angustias era el miedo a la muerte. Fue en 2013 eso.
–Hace años que siento que ese tema está, y siempre pensé que arrimarse un poco a la muerte la aliviana. Pensemos un rato en eso, total falta.
–Es como el gran tabú de la sociedad.
–Sí, y además es un tema del cual no se sabe nada. Entonces, me gusta que la película se ría de eso. Dos de los amigos tienen las maneras más absurdas de reaccionar ante la muerte. El personaje de Paola Barrientos decide hacer todo lo que tiene pendiente en la vida, y vos decís “no sé si era tan importante hacer parapente”; y al personaje de Ariel Staltari le agarra un rollo con ser padre, entonces busca madres de cualquier manera.
De algún modo, el proceso que viví me hizo sentir que había que hacer eso con la película, tocar el tema y reírse. Es más gracioso el miedo que tenemos que el hecho de morirse en sí. De hecho, cuando estaba internado hice los mejores chistes.

“Yo estudiaba Bellas Artes y quería ser pintor desde los 11 años, y cuando hice Tango feroz dejé la plástica. Esa película fue un encuentro vocacional para mí, decidí que iba a ser actor en ese momento.”
–Algo que cambió desde ese momento es que dejaste de fumar. ¿Te costó?
–No, se hizo solo, hacía diez años que estaba intentando y no encontraba el momento. Esta vez, encontré la excusa y fue como si me lo hubieran extirpado, salí del hospital y nunca más fumé. Supongo que el cagazo me acomodó alguna neurona.
–¿Algo más cambió en tu vida?
–Algunas prioridades quedaron reordenadas de otro modo y las reviso más seguido. Pasa que cuando te ponés bien, volvés a preocuparte por las mismas boludeces, y es lógico, eso quiere decir que estás vivo (se ríe).
–Ya que estamos haciendo balances: este año se cumplen 30 años de Tango feroz. ¿Qué recordás de ese momento?
–Yo estudiaba Bellas Artes y quería ser pintor desde los 11 años, tenía mi vocación re definida, pintaba y dibujaba todo el día. Y cuando hice esa película dejé la plástica. Tango feroz fue un encuentro vocacional para mí, fue una oportunidad y un reto muy grande, estaba cagado en las patas. Entonces, yo lo relaciono con que decidí que iba a ser actor en ese momento; y después, encima, fue un éxito que cambió mucho mi carrera. Salté muchos casilleros de golpe y dije: “Cagué, ahora no me va a pasar nada más, ya me pasó todo a los 17 y a los 18 años”.
–¿Qué fue lo más loco que te pasó en tu carrera? Hasta Robert De Niro y Christopher Walken te vieron actuar.
–Supongo que esa fue la más rara. Hay algo que todavía me hace acordar a cuando empecé a actuar: hacía un personaje que tenía su propio cuarto y me habían pedido que llevara cosas de mi cuarto personal. Yo había llevado unas esculturas, porque mi maestro era escultor, y era como estar en mi casa y compartir mi cuarto con la gente.
Para mí hay una especie de ritual, se supone que yo estoy actuando algo que nos pertenece a todos y por eso lo estamos compartiendo, a ver si podemos pensar en ese tema. Y muchas veces se me han cruzado algunos pensamientos muy fuertes.

–¿Cómo cuáles?
–Estar en el escenario con un personaje que habla de la muerte y sentir que todos los espectadores en 50 años van a estar muertos y yo también. Casi siempre ocurre hacia el final de la obra, que hay como un clímax, y de golpe aparecen pensamientos que nos hermanan a todos. Sentir compasión por las cosas que nos duelen, las cosas que padecemos como humanidad, es como estar hermanados en el dolor. Casi que para eso hago teatro.
–Es un gran final para esta charla. Gracias, Fernán.
–De nada, son 20 pesos (se ríe).
Fotos: Gabriel Machado
Agradecimientos: Four Seasons Hotel Buenos Aires, Gabriel Oliveri