Mónica Heller, la artista argentina que expone en la Bienal de Venecia: "Me interesa cuestionar lo que la realidad dice ser"
Bajo el lema Il latte dei sogni –La leche de los sueños, título tomado de un libro de la surrealista Leonora Carrington–, la 59ª Bienal de Arte de Venecia que se celebra hasta el 27 de noviembre reúne obras de 213 artistas de 58 países. Allí expone con gran repercusión Mónica Heller, que representa oficialmente a Argentina en el centro histórico de Venecia.
La exposición de Heller se compone de quince módulos audiovisuales formados por pantallas de proyección y displays LED de diferentes tamaños y formatos. Con un sistema de sonido envolvente, se proyectan en acción los diferentes personajes creados por la artista que se construyen, deconstruyen y reconstruyen en breves pero infinitos bucles.
Trabajó con maquetas digitales para adaptar su proyecto al antiguo astillero donde Argentina tiene su pabellón. Un inmenso espacio rectangular de 500 metros cuadrados, donde se montaron pantallas de 4 metros por 3 que reproducen desde una córnea de un ojo que se mueve sin cesar a una mujer que se amamanta a sí misma. Todas figuras modeladas en 3D.

–¿Cómo fue hacer realidad tu muestra en la Biennale con la que representás a Argentina?
–Arrancamos con la producción de la obra con el curador, Alejo Ponce de León, en cuanto me comunicaron que el proyecto había sido seleccionado, en diciembre pasado. Fue un verano muy intenso de muchísimo trabajo. El montaje arrancó en los primeros días de abril.
El proyecto no habría sido posible sin la colaboración de un gran equipo de trabajo, entre quienes están Agustina Vizcarra, la productora; Joaquín Gutiérrez Hadid, que hizo el diseño sonoro y el mastering in situ; Lola Granillo con contribuciones en folley; Marcelo Galindo y el colectivo Geometría Pueblo Nuevo (Paula Castro, Cotelito, Ariel Cusnir, Clara Esborraz, Constanza Giuliani, María Guerrieri y Mariana López) . Todos ellos junto a Pablo Katchadjian y Bárbara Wapnarsky, escribieron y dibujaron “Sed de Éxito” una novela visual inédita que acompaña el catálogo y que presentamos en sala. Job Salorio y Bruno Fernández diseñaron estos dos catálogos. En fin, un montón de gente y un montón de gente más.
La repercusión
–¿Cuál fue la repercusión que tuvo hasta ahora ‘El origen de la substancia importará la importancia del origen’ en la muestra más importante del mundo?
–La repercusión está siendo muy buena. Tuve muy buenas devoluciones de colegas, profesionales del arte y del público general. Por el trabajo que implica y por los intercambios que permite, está siendo una experiencia de mucho aprendizaje. A la gente le llama la atención bastante el clima de luces y sonidos que hay en la sala, es un rasgo muy particular del pabellón cuando se lo compara con otros pabellones nacionales. El corto animado de la paloma también es un punto fuerte de atracción para el público. Con relación a lo local, este año el equipo de arteBA viajó a la inauguración por primera vez, fue una presencia de corte más institucional si se quiere.
Se acercaron mucho a lo que estuvimos haciendo y vamos a tratar de darle una continuidad en Argentina. Es importante que pasen estas cosas, y ojalá que en los próximos años podamos contribuir a generar colectivamente una imagen más concreta de qué es la Bienal y qué función puede cumplir para las y los artistas y también para el contexto artístico nacional. La Bienal, y nuestro pabellón, siguen abiertos hasta finales de Noviembre, con lo cual todavía hay mucho tiempo para que sea visitado y para que la obra siga construyendo su relación con el público.

"Vivimos atravesadas por la tecnología"
–Contanos sobre tu inspiración para versar sobre el impacto de la tecnología en tu videoinstalación, que combina realidad virtual y surrealismo.
–Diría que en mi caso, como en el de muchas otras personas, el tema de la tecnología se me presenta de una doble manera. Por un lado, como problemática general de nuestra época es un interrogante que me interpela. En este sentido, diría que con mi obra no intento fijar posición ni ilustrar una tesis sobre cuál debería ser la relación que tenemos que mantener con la tecnología. Vivimos atravesadas por la tecnología y sus efectos, dentro de un proceso que es muy rápido y muy cambiante. Un proceso que parece imparable y universal pero ante el cual cada quien va descubriendo y redefiniendo sus roles.
Por otro lado, la tecnología también es, de un modo mucho más inmediato, uno de los medios en los cuales trabajo. Quiero decir, lo que se entiende por tecnología en un sentido general, porque cualquier disciplina tiene sus tecnologías, cualquier lenguaje las tiene también. Pero es común que se hable de “la tecnología” para referirse a los circuitos integrados, las pantallas, internet, etc. La producción y la circulación de los imaginarios actuales están muy mediadas por este tipo de herramientas y plataformas.
Mi obra se inserta dentro de esa dinámica como una operación personal y activa, tanto a partir de las herramientas como del tipo de imágenes y narrativas que construyo con ellas. Mi abordaje de estos lenguajes tiene mucho de autodidacta, una apropiación para conseguir un resultado, y se ha dado siempre sin abandonar otros medios y tecnologías más tradicionales para las artes visuales, como el dibujo y la pintura.

El poder del surrealismo
–Has dicho que tu trabajo se puede vincular a cierto espíritu que tuvo el surrealismo original, ¿qué es lo que creés que viene a romper tu expresión?
–El surrealismo es una de las líneas de fuerza que definió Cecilia Alemani, la curadora de esta edición de la Bienal, para su proyecto curatorial. En lo personal, antes que una posible relación con cierta iconografía visual del surrealismo, me interesa pensar qué puede tener la producción artística contemporánea en común con la de aquellas y aquellos artistas de hace un siglo atrás que, como nosotras actualmente, vivieron un mundo atravesado por profundas transformaciones y crisis existenciales.
Aquel surrealismo histórico, como el trabajo de muchas y muchos artistas actuales, enfrenta esas condiciones produciendo imaginarios que buscan ampliar las posibilidades de percepción y creatividad. En este sentido, diría que lo que me interesa del surrealismo es esa búsqueda por expandir y cuestionar lo que la realidad dice ser y, con ello, lo que podemos hacer con ella.

–En la Biennale hay una representación mayoritaria de arte hecho por mujeres, ¿cómo creés que impacta a nivel social esa decisión tan importante en la curaduría?
–No puedo afirmar cuál puede ser el impacto a nivel social pero para la historización del arte este tipo de acciones son muy importantes. Permiten visibilizar y poner en valor obras, trayectorias y artistas que por lo general son postergadas. A partir de ahí se vuelve posible contar desde otras perspectivas la historia, ampliar el archivo y complejizar los marcos interpretativos con los que narramos el pasado y el presente del arte.
No estoy segura, pero diría que casi el 90% de la obra exhibida en Venecia está hecha por mujeres, tanto en los pabellones nacionales como en la muestra curada por Cecilia Alemani. Hay muchas piezas históricas increíbles, algunas más conocidas y otras menos vistas. Se mezclan con obras contemporáneas. Hay un trabajo curatorial de señalar la persistencia en esas imaginaciones más allá de las jerarquías que imponen la historia o el mercado.

Arte argentino en la Bienal
–¿Qué te pareció la obra de Gabriel Chaile, a quien Costantini le compró todas las piezas exhibidas, y cómo creés que repercute esa transacción en función de la visibilidad del arte local?
–Gabriel Chaile está trabajando en una obra muy sólida y personal, que sigue creciendo y desarrollándose con el paso de los años. Las cinco esculturas que está mostrando ocupan un lugar central dentro de la muestra curada por Alemani. Tienen bastante protagonismo, no sólo por la escala que manejan sino porque conviven con mucha obra de pared, cosa que automáticamente resalta su fisicalidad y la manera que afectan el espacio.
Creo que todo lo que ayude a ampliar la visibilidad y las posibilidades para los y las artistas argentinas sirve, y mucho. Cuantos más artistas podamos tener participando en instancias internacionales como la Bienal, más posibilidades hay para que se conozca el trabajo que se hace en nuestro país. De ese modo, más posibilidades va a haber para que otras y otros colegas muestren su trabajo a públicos más amplios. Para que esto siga pasando es fundamental contar con el apoyo de las y los coleccionistas y de las instituciones -privadas y estatales- dentro de Argentina. Si no, a veces pareciera que todo depende del azar.

–¿Cuál es tu lectura sobre el panorama del arte argentino en el mundo y qué políticas creés que hacen falta para fortalecerlo?
–El arte en nuestro país está conformado por una comunidad muy amplia y súper activa. A pesar de las distancias con los centros del arte contemporáneo -que no son solo físicas y geográficas-, produce obras en diálogo permanente con el mundo. Me parece muy importante valorar eso y sobre todo la riqueza de los vínculos de trabajo y personales que se construyen dentro del arte. Ahí es donde quizá nos distinguimos de otros lugares donde hay mercados más desarrollados y paisajes institucionales más articulados.
El arte contemporáneo de mediados de los 2000 hacía creer que cada artista podía estar en la suya. Sin embargo, los condicionamientos socioeconómicos de los últimos años de a poco nos obligaron a volver a buscar soluciones colectivas. Argentina es un ámbito donde surgen procesos colaborativos, caracterizados por la necesidad, obvio, pero también por la creatividad y la alegría de compartir. El libro que hicimos para la muestra junto a Geometría Pueblo Nuevo es una prueba de esto. Personalmente, y más allá de la satisfacción y responsabilidad de haber sido elegida, valoro mucho que la convocatoria para elegir el proyecto que representaría al país en la Biennale fuera abierta.
Creo que es una oportunidad para que todas y todos los artistas puedan presentarse. En líneas generales, me parece que todas las políticas que puedan implementarse para potenciar el trabajo de las y los artistas, favorecer su producción y exhibición y también impulsar nuevas líneas de trabajo colectivas, pueden tener muy buenos resultados.
