Martín Rechimuzzi: "Siempre elegí estar en los márgenes"
El programa político de Mariano Grondona y el programa humorístico de Antonio Gasalla pueden resultar un matrimonio de padres disfuncionales a los ojos de un niño que se crio en los 90 viendo la televisión. Ese joven, que todos los viernes a la noche miraba junto a su abuela El palacio de la risa y cada domingo repetía la ceremonia con Hora clave, adoptó un fanatismo tan grande por el humor y la política que decidió hacer suyas estas dos esferas como forma de vida.
Hoy, Martín Rechimuzzi, egresado de la carrera de Ciencia Política de la UBA y actor de oficio, es esta mezcla fantástica que puede explorar en lo grotesco y analizar la realidad nacional en una sola cápsula de contenido viral.
–¿Qué me contestarías si te preguntara qué sos?
–Te diría que soy politólogo y actor. Pero no me considero ninguna de las dos cosas. Yo soy comediante… Bah, no sé. No sé qué carajo soy. A los 17, en ese momento de la vida en el que te obligan a decidir qué rumbo vas a tomar, fui muy expansivo y dije: “Voy a hacer las dos cosas”. Al principio parecían mundos muy alejados, pero después se fueron organizando solos.

–Siento que en el último tiempo, en muchos ámbitos, los gays corremos con cierta ventaja y ayuda del entorno. Es como que nos están dando un feriado compensatorio por todo lo mal que la pasamos.
–Eso es pura militancia política, no es un fenómeno cósmico, sino que ahí interviene el feminismo, intervienen todos los activismos LGBTIQ… Ese presente mucho más amable se debe directamente a la militancia política y al compromiso político. No se dan porque sí las cosas.
–Entonces sos un fiel creyente en la militancia frente al descreimiento de todo que a veces muchos padecemos.
–Exacto, ese nihilismo de “nada sirve, nos vamos a morir todos”, en el que yo también caigo, es un privilegio. Eso lo puedo decir yo que tengo cierta tranquilidad, pero el compromiso político, y esto lo hemos visto mucho últimamente, lleva a modificaciones concretas.
–¿Es por esto que decidiste estudiar Ciencia Política?
–Yo crecí en los 90, en un marco de apatía política absoluta, pero mi abuela hablaba mucho de política. Después, de más grande, mi generación se formó con el kirchnerismo, en un marco donde la política como herramienta se reivindicó. Pero mi abuela y sus consumos me formaron bastante: los viernes a la noche mirábamos juntos a Gasalla en El palacio de la risa y los domingos a Grondona con su programa político. Cuando miraba a Gasalla, escondido en lo de mi abuela, yo decía “quiero hacer esto”, con ese nivel de insolencia.
–Hablando de insolencia, ¿cómo lidiás vos con tu insolencia en una época tan correcta políticamente?
–Lo que pasa ahí es que te tenés que hacer cargo de lo que estás diciendo. No podés ampararte en el humor y nada más. Te tenés que hacer cargo del territorio que construís a partir del chiste, del delirio y del desquicie. En mi caso, la formación política me permitió detectar las intervenciones que puedo hacer mediante el humor.
–Y personalmente, ¿para qué te sirve el humor?
–El humor te salva mucho, el humor siempre es una respuesta a algo doloroso. Es imposible hacer humor desde la comodidad. En mi caso, las situaciones más efectivas de comicidad las tuve cuando estaba hecho verga. Estaba re mal en lo personal y después en el escenario se activaba una cosa medio de supervivencia, de efecto rebote que te hace poner muy pillo.
–¿Cómo aprovechás la comunicación directa con tu público que te facilitan las redes?
–Hoy existe una posibilidad extraordinaria gracias a la segmentación que ofrecen las redes sociales. Entonces ya no está la presión de tener una visión hegemónica y homogénea que un medio tradicional te plantea. Yo siempre pude decir todas las pelotudeces que se me ocurrieron.
–Ahora porque estás asentado, ¿pero cuando empezaste también era así?
–Siempre elegí estar en los márgenes. El mainstream de ahora es como una fantasía casi caduca que se sigue sosteniendo por los lobbies que hay alrededor de la tele. Los lobby-stars alrededor de la tele quieren sostener un tipo de comunicación que ya no existe.

–Siendo tan apasionado por la política, ¿por qué no ejercés el periodismo o “comentarismo” político?
–Lo ejerzo a través de los chistes. Mi herramienta más fértil es el chiste. Además, los periodistas políticos que admiro tienen una capacidad de memorizar cosas que yo nunca tendría. Me gusta discutir, pero no con gente tipo Baby Etchecopar, que te sume en una trampa lingüística, una cosa dialéctica de ver quién gana en el mejor efecto, pero que en realidad no conduce a nada.
–¿Le tenés miedo al ridículo?
–Sí, mucho, pero justamente como le tengo miedo, lo tengo cerca. Siempre estoy jugando al ridículo. Siento que hoy se comprendió la multiplicidad de estéticas que pueden darse en las humanidades; algunas agradan a otras personas y otras no, pero están. Después está la discusión política de qué se hace con el otro: esa es la discusión política por excelencia, de eso se trata la política. La respuesta sobre las otredades. La conquista fundamental es que no se deje de vivir de una determinada manera por un otro que te sanciona por lo que sos. Sanciones habrá siempre, pero la conquista es que cada vez menos gente continúe estructurándose por miedo a esa sanción.
–¿Adónde creés que vamos como sociedad?
–No tengo la menor idea. Nos toca vivir algo muy atípico que todavía no tiene palabras. Hay un montón de áreas que están en movimiento y no se llega a decodificar cómo se llama esto: pandemia, pospandemia, no sé. Pero no existe todavía un significante que pueda aglutinar todos los cambios que estamos viviendo.

Créditos:
Fotos: Alejandro Calderone Caviglia
Dirección de producción: Gimena Bugallo
Coordinación general: Camila Mariani
Realizador audiovisual: Chanas Scigliotti