Carla Bugarin: la diseñadora argentina que cambió el paradigma de la sastrería

Telas italianas, diseño sin género y un corte que es furor en las red carpets del mundo entero.


La emblemática avenida Coronel Díaz, rebosante de árboles y en constante movimiento, encuentra la calma y elegancia parisinas en una de sus esquinas, a metros de Santa Fe, en el quinto piso de un típico departamento de estilo francés. Allí nos recibe Carla Bugarin, uno de los nuevos íconos de la moda argentina, enfundada en un traje sastrero, con camisa y corbata como accesorio principal.

Carla está nerviosa, quienes la conocemos sabemos que en esta reinvención de su carrera hay mucho en juego: transitar del prêt-à-porter a la sastrería, convocar a los talentos de Florencia Tellado y Sebastián Raimondi para redoblar la apuesta y crear una colección única en el país.

Cabu Tailor Line, su nuevo lanzamiento, refleja un cambio muy claro de paradigma para la sastrería, invocando una  búsqueda en la que este mundo tan masculino y formal se convierte en lúdico y en la que todas las prendas se conjugan entre sí. La ansiedad de Carla se apacigua cuando todas las críticas a esta nueva aventura son elogiosas y positivas, y desaparece una semana después, cuando la colección entera se vende en cuestión de días. Cabu, otra vez, es un éxito. 

–Carla, ¿de qué se trata todo esto? 

–Estamos presentando la colección Cabu Tailor Line, una línea de sastrería con base masculina y corte femenino.

–¿Es difícil hacer sastrería en Buenos Aires?

–Es muy difícil por los talleres y sus tiempos, y porque no hay gente de oficio. A eso sumale el tema de los textiles, que no están entrando los que requiere una buena sastrería.

–¿Cómo es el oficio del sastrero?

–Pensá que todas estas prendas están terminadas a mano, esa es la diferencia entre el sastre y un taller masivo: la terminación. Por eso se demora mucho más la producción. Las personas que se dedican a esto son muy pocas, casi todos son hombres y gente grande, no hubo jóvenes que siguieran con el oficio, es difícil hacer sastrería en la Argentina.

–¿Por qué decidiste recuperar el espíritu de la sastrería?

–Siempre me gustó y pensé en darle una vuelta con cortes de mujer, aunque ya no hay género para la ropa. Quise indagar porque acá no veo sastrería copada con textiles buenos.

–¿Eso hace que sea inmensamente caro adquirir este tipo de prendas?

–No es barato porque las telas son caras y es un laburo que lleva tiempo, pero tampoco es carísimo. De hecho, es más barato que una marca de shopping que no es de este nivel, pero en este caso son pocas piezas, no es algo masivo.

–Son pocas piezas, pero tu público de Cabu se lanzó a comprar masivamente. ¿Cómo fue la repercusión?

–Sí, les gustó, pero tenía miedo porque me preguntaba: “¿Se verán identificadas con recursos más de hombre, como los cuellos, puños largos, la entretela?”, y la verdad es que gustó un montón. Hay que repetir molderías en diferentes textiles porque el problema es que a veces no se consiguen los mismos.

–¿Qué pensás del boom del genderless?

–Supuestamente, el genderless no se usa más porque ahora no hay género, la idea es que cada uno use lo que quiera.

–¿Hombre con pollera?

–A mí me fascina. Vos pensá que el primero acá fue Mike Amigorena, pero hace mil años, y después hubo un montón que también la usaron. A mí me encanta el hombre con falda, pero corta no, me gusta más con midi, estilo british, con borcegos o con zapatos de taco, con medias cortitas y un blazer o un trench gigante, con una gorra o una chomba, entonces cortás la formalidad de lo sastrero con algo de punto.

–¿Por dónde pasa la sensualidad en la sastrería?

–En la mujer, por ejemplo, por las pinzas en las camisas para marcar la cintura, y después con la actitud; la actitud es todo.

–¿Fue muy difícil llevar a cabo este sueño?

–Sí, lo fue, porque el director creativo, Sebastián Raimondi, es superprofesional y yo soy muy pesada. Él también, y juntos formamos todo el equipo, desde el estilista hasta elegir a la modelo y al fotógrafo. Estuvimos armando este proyecto durante siete meses.

–¿Qué papel cumple Flor Tellado en esta colección?

–Ella se encargó de crear el accesorio sastre, es una gorra pero rígida con los textiles de toda la colección, muy Sherlock Holmes.

–Hablemos un poco del estudio: estamos acá, en Coronel Díaz, cerca de Av. Santa Fe, pleno Palermo, en un piso francés, antiguo y con unas vistas espectaculares. ¿Cómo es la experiencia Cabu en este estudio?

–A mí me gusta eso, que sea privado, que las clientas vengan, miren y compren tranquilas, siempre es con cita previa por una cuestión de orden. Me gusta la intimidad de estar tranquila con la clienta.

–La última vez que te entrevisté, hace como dos años, me diste un pronóstico muy certero: “Los shoppings se están muriendo”. Y el concepto de venta de shopping en la pandemia ayudó a que mueran.

–Realmente no sabía que iba a pasar todo esto. Creo que a la gente le entró por lo online. Antes de la pandemia ya habían explotado las ventas por tiendas virtuales y ya era costumbre, y cuando apareció el covid no quedaba otra, directamente.

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