LAURA LAPRIDA: El jardín de las delicias
Heredera de una tradición familiar vinculada al espectáculo, puede encarnar a la cándida Emilia, en Los ricos no piden permiso, como darle vida a una fogosa escena con el Chino Darín en Historia de un clan. Charla a fondo con una mujer inolvidable.
Pocos visualizaron (tal vez sólo el director Luis Ortega) que esa joven que brillaba en las series de Cris Morena, y que durante dos días a la semana hacía prácticas como radióloga en el hospital Fernández, podía dar con el physique du rôle para calentar la pantalla en Historia de un clan. Es que su rostro angelical y sus ojos profundamente claros y ambiguos la posicionan más como una doncella que como una malvada. Quien escribe vivió en directo su transformación, ya que la entrevista transcurrió mientras la maquillaban para esta producción. Su presentación, “Hola, ¿qué tal? Laura”, fue a cara lavada, mientras que su “Chau, nos vemos” fue mucho después de hacer arder la lente del fotógrafo.
Laura Laprida, hija de María Eugenia Fernández Rousse, una de las Trillizas de Oro, depende del make up y de su intención felina para convertirse en el más perverso de nuestros deseos. De día, la actriz versátil transita los pasillos de un hospital, y por las noches hasta se puede dar el gusto de bailar un reggaetón con Mick Jagger. El cielo y todos los estadios del infierno del Dante.
–Mis alegrías y mis miedos tienen que ver con mi familia y con mi pareja, no con mi trabajo. Somos miles nosotros. La vez pasada, mi abuela se sacó una selfie con todos sus bisnietos, y eran nueve. Y eso que todavía la mayoría de sus nietos, que somos diez, no tuvimos hijos. Así que imaginate lo que será en unos años. Nos juntamos todos los domingos. Mi alegría es que ellos estén bien, y mis miedos, que les pueda pasar algo. Estar en el hospital me hace ver la realidad de otra forma. Antes no quedaba en un casting y se me caía el mundo y hoy bendigo esos problemas.
De hecho, no quedaste en la película El clan y sí en la serie Historia de un clan.
–Yo no vine a esta vida a frustrarme. Claro que me amargó no quedar en la película de Trapero porque hasta llegué a filmar con Peter Lanzani. Pero esos golpes hay que tomarlos como aprendizaje, para madurar y no repetir errores. Y sí, la vida hizo que después quedara en la serie.
Con un personaje que explotó en las redes sociales con la escena de la camioneta.
–Yo siempre dije que nunca haría escenas de sexo o desnudos, pero la historia lo necesitaba, Luis Ortega es muy profesional y la verdad es que no podía negarme. Creo que lo que más calentó fue la pose: no estábamos haciendo el amor, era sexo puro. Fue gracioso porque tenía puestas tres bombachas y me llegué a probar hasta siete corpiños de la época. La escena se filmó tres veces, y lo genial de Luis es que hace que parezca un lugar vacío y en realidad estaba lleno de gente. Confié en todo lo que me propuso y resultó genial.
¿Cómo fue el domingo siguiente en la casa de tus padres con tu familia?
–El escándalo fue mediático, no familiar. Mis dos tías no lo vieron, igual. Una lo arrancó a ver y tuvo que sacarlo porque le dio impresión (sonríe). Pero ya sabían que iban a pasar esa parte y la mayoría no lo vio. Mi papá tampoco lo vio. Igual no se vio nada, pero el Chino Darín estaba en pleno auge y todo tomó otra dimensión.
¿Cómo manejás la asociación con las Trillizas de Oro?
–Es que las Trillizas de Oro son una cosa, y yo, otra. La vez pasada fuimos a un evento y me pidieron una foto con ellas y dije que no. No tengo por qué sacarme una foto con mi mamá y mis tías para una revista. La vez pasada subí una foto a Instagram con mi mamá por el Día de la Madre y la mayoría se sorprendió. Nunca se me abrieron más puertas por ser “hija de”, me parece que, al contrario, te juzgan si saben.
¿Por qué seguís trabajando como radióloga?
–Porque muchas veces la consecuencia de que algo no suceda es que se te abren puertas impensadas. Y cuando no quedé en El clan me puse a estudiar Radiología, profesión que realmente disfruto y quiero. Actualmente, estoy como voluntaria en el hospital Fernández.
¿Te reconocen los pacientes?
–Algunos sí y hasta me piden una foto, pero los médicos y enfermeros no tienen idea, y creeme que lo celebro. Soy una más, y te diría que de las menos importantes, mientras que a la noche voy a un evento y me tratan como a una reina. Unir esos dos mundos a mí me equilibra, me hace saber dónde estoy parada, aunque no critico a quienes solo vuelan por los aires.
De las placas a bailar con Jagger… para unos pocos.
–Lo trato de tomar naturalmente. Para esa fiesta en la casa de Marcela Tinayre, a la que iban los Rolling Stones, fui con mi círculo más íntimo y pintó bailar reggaetón con Mick Jagger, me hizo dar vueltas y yo a él (risas). Un divague. ¡Yo bailando con Jagger! Después se dijo de todo, no me importa, en el momento no tome dimension.
Dijeron que estuvieron juntos.
–(Seria) No, no pasó nada. Nunca estuve sola con ninguno de ellos, porque también bailé con Ron Wood (risas). Después de eso nos invitaron a ver el show y fui con mis hermanos y sus parejas.
¿Qué postura tenés con los excesos?
–Nunca me interesó nada de eso; paso de las drogas, del alcohol, de los extremos, de las propuestas que nunca llegan. Eugenio, mi pareja, es muy centrado y me ayuda. No me meto en problemas, no doy a entender situaciones que no son. Evito estar en los lugares donde se puede malinterpretar.
“Las Trillizas de Oro son una cosa, y yo, otra. Nunca se me abrieron más puertas por ser ‘hija de’, me parece que, al contrario, te juzgan si saben.
¿Cómo se conocieron?
–Él tiene una empresa que hace muebles a medida y yo ya lo conocía porque frecuentaba los lugares adonde yo iba: fiestas, casamientos, etcétera. Y lo tenía como un bombonazo. A principios de este año se me ocurrió renovar toda mi casa y sabía que él podía ayudarme con algunos muebles. Excusas, claramente (risas). Vino a mi casa con una libretita pedorra y el metro, un martes a las ocho de la noche. Tardó dos minutos en hacer todo, sacó un tema de conversación y nos pusimos a charlar. Lo invité con una cerveza, a las dos horas nos fuimos a cenar y desde ahí empezamos a salir. La biblioteca no me la cobró, por suerte (sonríe).
¿Es celoso?
–Por suerte no. Los hombres celosos me aburren, tampoco el otro extremo, pero sí un equilibrio. Mis escenas de besos con Nicolás Riera en Los ricos no piden permiso, por ejemplo, no las ve. Yo sí soy un poquito celosa pero porque es un bombonazo. Imagino que a cualquier mujer le gustaría que le vaya a medir un mueble (risas).
Styling: Gimena Bugallo Raponi
Make up: Ale Regueira para Spa Belgrano Susana Noguera
Pelo: Gabo Escobar para Juan Olivera Estudio
Agradecimientos: Complot, Ginebra, Allô Martínez, L’Hotel Palermo