Belleza americana
Una singular y desgarradora historia de amor y un brutal asesino en serie con sed de venganza, dos relatos que se sumergen en el complejo entramado de las relaciones humanas.
Tanto se ha escrito sobre el amor y, sin embargo, todavía funciona. Sobre todo, si Alfred Hayes está detrás de la historia. Escritor y guionista de Hollywood, que tuvo su momento de gloria en la década del 50, logra que personajes simples, sin mayores atributos que su soledad, conmuevan en una historia romántica que en realidad no tiene tanto amor y que, por eso mismo, se vuelve inolvidable.
Él tiene más de cuarenta años y varios desengaños en su haber. Ella tiene poco más de veinte, un hijo al cuidado de sus padres y está cansada. Se sabe demasiado bella para seguir soltera y aún no haber logrado cazar (y casar) a un buen partido. Hayes la describe así: “Por ser hermosa, ella esperaba las recompensas que trae la belleza, por lo menos algunas: no se era hermosa en vano en un mundo que insistía en que lo más importante para una chica era ser hermosa”. Por eso, él, que no era rico, era para ella apenas un recreo donde jugar hasta encontrar a alguien mejor. Un “amigo con derechos” que irremediablemente iba a perderlos cuando lograra dar con quien finalmente le garantizara una vida de privilegios. Y mientras se encuentran sin promesas, con alegría, buen sexo y tardes enteras dedicadas a no hacer nada, ella sale una noche con amigos y recibe un extraño ofrecimiento. Los enamorados fue publicada en 1953 y plantea la idea que luego popularizaría en los 90 la película Propuesta indecente (basada en la novela de Jack Engelhard de 1988) en la que Robert Redford le propone a Demi Moore pagarle un millón de dólares sólo por pasar una noche con ella.
Acá la plata es menos, la chica estrictamente no está casada y aunque lo comenta con su amante y en principo lo descarta, con el paso de los días la oferta le parece cada vez más tentadora. Dice Hayes: “¿Qué incidente que implique adulación, incluso de naturaleza dudosa, se cierra para una mujer alguna vez?”. Claro que cree que podría hacerlo sin que nada cambie, pero todo cambia. Y Hayes aprovecha el doble discurso y esa moral lábil de sus protagonistas para plantear una historia desgarradora, no porque el desengaño no fuera esperado, sino precisamente porque lo era.
LA MUERTE LE SIENTA BIEN
¿Cuánta belleza puede encerrar el crimen? En El nombre del juego es muerte , mucha. Quizás, demasiada. Su autor, Dan J. Marlowe (nacido en Massachusetts en 1914 y fallecido en 1986), supo que a veces alcanza con un muerto, un asesino, un detective. Pero que otras, es mejor si los muertos son muchos, si se acumulan, si no paran. Roy Martin es un asesino despiadado, incontinente, que lleva la idea de venganza a otro nivel.
Es el motor más importante de su vida, lo único que lo mantiene en pie. Para ello tiene dos virtudes: jamás olvida y sabe esperar. La novela alterna el relato de su adolescencia con los días posteriores al robo de un banco en el que algo salió mal. Y ahí comienza una suerte de road novel que frena cuando se instala con otra identidad en un pueblo a la espera de poder descifrar quiénes lo traicionaron, seguro de que finalmente logrará dar con su botín (no sin antes ajustar más de una cuenta). Alabada por Stephen King como “lo más negro de la novela negra”, El nombre del juego es muerte está sembrada de pistas que, a la manera del policial clásico, hacen que el lector siga la acción con la misma información que tiene el protagonista, que, sin serlo, hace las veces de detective. Martin es un personaje complejo, que ama a los animales al punto de arriesgar su propia vida (y de cobrarse la de otros) por ellos, alguien que de joven tuvo talento para el estudio pero que decidió torcer el rumbo cuando comprendió que en un mundo corrupto lo más adecuado era convertirse en ladrón. Un hombre apasionado por las carreras de caballos, con problemas de impotencia, al que lo excitan las armas. Un antihéroe insensible y amoral que va dejando un cadáver en cada página, y que apenas se detiene a pensar en las consecuencias. Una novela ideal para ser llevada al cine por Tarantino, por la brutalidad de los crímenes y la impasibilidad de quienes los cometen y esas atmósferas de pueblo norteamericano en las que una cotidianeidad en apariencia chata puede esconder las peores crueldades.