Lockdown Essentials. La muestra fotográfica online que refleja cuáles son los objetos cotidianos que nos ayudan a sobrellevar la pandemia
La diseñadora y etnógrafa argentina Paula Zuccotti, residente en Londres, imaginó un proyecto virtual que hoy se extiende por más de 50 países (la Argentina incluida) y representa en imágenes qué objetos son considerados fundamentales para tener a mano en tiempos de aislamiento e introspección. Un ejercicio de arqueología anticipada para poder descifrar, en el futuro cercano, un presente incomprensible.
De seguro alguna vez te preguntaron qué te llevarías a una isla desierta o qué salvarías de un incendio, pero, dada la situación pandémica global, ¿te pusiste a pensar qué objetos te resultan esenciales a modo personal para pasar/tener durante una cuarentena? Paula Zuccotti (@paugram) es una diseñadora, etnógrafa y artista visual argentina que vive en Londres y sí se lo preguntó. Y no sólo eso, sino que armó el proyecto Lockdown Essentials (esenciales del aislamiento), un trabajo que busca hacer arqueología futura sobre los objetos que habitan con nosotros y, además, sondear el impacto de la pandemia en el modo en que nos relacionamos con ellos.
–¿Cómo y por qué empezó el proyecto?
–Comenzó a partir de la necesidad de documentar el cambio de hábitos, la nueva forma de vivir y todo lo que atravesamos durante la cuarentena. En mi trabajo siempre cuento historias con objetos y pongo mucha importancia en su rol en nuestros hábitos cotidianos. En Every Thing We Touch, un libro que publiqué en 2015 con Penguin Random House, intento contar historias de gente alrededor del mundo; un día en su vida mostrando todos los objetos que tocan desde que se levantan hasta que se van a dormir.
Son fotos de todos sus elementos, un promedio de 180 cosas, más o menos. Lo importante era saber cuánto podríamos aprender o deducir sobre una persona si nos dejamos llevar simplemente por los objetos de uso diario; y desde ese proyecto surge el concepto de arqueología del futuro. Ahí es cuando me nació la idea de empezar a documentar nuestra vida cotidiana y crear una cápsula de tiempo de cómo vivimos, porque, por ejemplo, si miro las fotos que tomé en 2013, veo que tienen objetos que son obsoletos y que ya casi ni usamos (despertador, dinero en efectivo, CD, etcétera).
Cuando surgieron el covid-19 y la cuarentena me empecé a dar cuenta desde mi experiencia personal cómo a mí me habían cambiado de repente mis objetos de uso diario y cómo eso también representaba mis nuevas prioridades, necesidades tanto funcionales como emocionales y nuevos valores, miedos y esperanzas.

–¿Por qué hablamos de “esenciales”?
–Esenciales son los objetos que te están ayudando a sobrevivir ahora. No el cepillo de dientes, que es esencial siempre. Ese era el criterio de las fotografías. Lo esencial era tomar conciencia y pensar en el cambio. Cuando posteé la mía en mi cuenta de Instagram explicando que lo esencial era tomar conciencia y pensar en el cambio, también invitaba a los participantes a tomar este tipo de conciencia y de verdad ver cómo el cambio de vida se había reflejado en los objetos. Al reflexionar sobre el cambio de vida también sos más consciente de las cosas que necesitás.
–¿Cuáles fueron las primeras cosas que notaste de ese cambio de vida?
–Por ejemplo, se empezó a ver otras cosas mucho más hogareñas que tomaron presencia, artículos de limpieza, los huevos, las harinas, las cosas de jardín, las semillas para plantar, todo lo que tuvo que ver con la rutina de hacer kéfir, de cuidar las plantas, de escuchar música en vinilo porque tenés tiempo de hacerlo, etcétera. Todas cosas que empezaban a reflejar ese cambio. Hice una prueba, tomé una fotografía y dije: “Bueno, elijo las quince cosas que son esenciales para mí en este momento”.

–¿Sacaste alguna conclusión en esta arqueología de los objetos a través de distintas realidades, geografías y culturas?
–La primera impresión que me dio el proyecto cuando iba juntando y encontrando fotos de diferentes países fue que había mucha similitud. Los aparatos y dispositivos electrónicos, como computadoras y auriculares, por ejemplo, dominaban todas las fotos por una cuestión obvia: el trabajo y la educación.
Todo pasó por esos dispositivos, se digitalizaron todos los aspectos, entonces no es sorpresa que aparezcan en todos lados, desde Buenos Aires y Santa Fe hasta Washington y Nairobi. En muchos países de África también se transforman en esenciales objetos para atender misa y cuestiones religiosas y hasta espirituales (biblias, agua florida, tambores chamánicos, referencias a deidades locales, etcétera).
La aparición repetitiva de los auriculares, un objeto tan simple, nos habla muchísimo de la necesidad de privacidad de muchas personas para poder comunicarse al mismo tiempo de tener que conseguir refugio o necesidad de intimidad en el hogar. Después, entender las cosas más de sabor local, por ejemplo, todos tenemos nuestra forma de bebida que nos da confort, sea el mate, el café, el matcha. Cambian los objetos, pero la necesidad siempre es la misma en las anotaciones y las acotaciones de las fotos: es lo que lo que me hace sentir bien, lo que me mantiene despierto, lo que me da confort.
–Las fotos operan como perfecta cápsula del tiempo, congelando un momento, un estado de ánimo, un rol de los objetos.
–Creo que eso es lo más rico; en las fotos podés ver esa universalidad de cómo a todos, si bien cada uno lo vivió de una manera diferente, nos agarró en el mismo mes, y cada uno se quedó donde estaba parado. Es como el baile de las sillas cuando paran la música y te quedaste donde estabas. Bien o mal, pero ahí te encontrabas. Entonces las fotos hablan de situaciones de gente que o perdió el trabajo, o se está separando, o está pasando un hermoso momento en familia.

–¿Por qué la elección de quince objetos?
–Pensé quince, diez, cinco, hice una prueba y me pareció que quince era el número ideal que llegaba a contar una historia, sin llegar a ser totalmente amplio. Este número permite una narrativa personal para entender también que quizás una computadora no es sólo una computadora, sino el elemento que te permite conectarte con tu familia, entonces ahí toma otro valor, porque estamos viendo los objetos desde la perspectiva del usuario y con su narrativa.
Un caso muy particular que está reflejado en el sitio es un chico que fotografió una campana de metal que usaban en Portland para salir todos los días a celebrar a los trabajadores esenciales.
–¿Viendo las fotos te dieron ganas de estar en algún otro lugar del mundo durante la cuarentena? O, mejor dicho, si hubieras podido elegir, ¿qué lugar hubieras elegido?
–No, porque estaba en mi casa en Londres con mi familia, mi marido y mis dos hijos. Me sentí muy privilegiada de estar con ellos y estar a gusto. Y de estar en un ambiente donde hicimos desde el hogar un buen lugar, sano y saludable. Sí, quizá, viendo fotos argentinas me dieron también mucha nostalgia, pero no por las cosas sino por las descripciones de situaciones bien argentas, objetos bien típicos de allá, como los juegos de mates.
–Siendo que durante la pandemia nos volcamos hacia adentro, con nuestros hogares como refugio y reflejo de nosotros mismos, ¿cuál te parece que es el rol y el valor de los objetos cotidianos que nos rodean?
–Los objetos que la gente eligió para contar su historia pandémica tienen mucho que ver con sensaciones y sentimientos personales. En veinte años de etnógrafa y como diseñadora industrial, y en el pronóstico de tendencias, vengo siguiendo cómo la gente se relaciona con sus objetos cotidianos y te puedo decir que la importancia de las marcas no es tanta, que ni son parte de la conversación, y es muy refrescante ver que no tienen ese lugar.
Todas las cosas que las personas resaltan tienen que ver con sensaciones del confort, como aquella manta re calentita o el par de medias favorito, en vez de decirte, no sé, la cartera de Gucci.