Rocío Guirao Díaz, la diosa irreverente
Protagoniza las campañas más osadas, estuvo en la tapa de todas las revistas y participó en los programas más populares de la televisión. Instalada en Rosario, abocada a la vida familiar y más linda que nunca, sigue generando proyectos.
Su infancia transcurrió en Martínez, en la provincia de Buenos Aires. Hija única y mimada, se apura a aclarar que eso no la convirtió en una chica malcriada. Por el contrario, es dueña de un espíritu emprendedor que no le permite quedarse quieta. Ese que la llevó a protagonizar las campañas de ropa interior más importantes del mercado; el que la animó a competir en los feroces realities de talento probándose como actriz, bailarina y cantante, y el mismo que ahora la lleva a impulsar su propio emprendimiento de indumentaria, Tanindia, una contracción de Aitana e Indio, tales los nombres de los dos hijos que tiene con el empresario Nicolás Paladini. Ella misma diseña las colecciones y selecciona con ojo atento y cosmopolita los bolsos y accesorios que acompañan sus propuestas en la boutique de la ciudad de Rosario mientras difunde las novedades a través de su cuenta de Twitter, donde tiene más de 750 mil seguidores.
“Lejos estuve de vivir en una cajita de cristal. Hice la primaria en un colegio de monjas, donde nunca me saqué un diez, pero siendo una alumna msiete puntos no tuve inconvenientes con mi familia ni con mis compañeros”, asegura la rubia, que hoy sueña con otro hijo.
–La pasarela dista mucho de la educación religiosa. ¿En algún momento dudó de sus elecciones por temor a ser la oveja negra del rebaño?
–No, porque todo sucedió a los trece años. Estaba caminando con mis amigas en esas típicas primeras salidas de nenas, cuando Karina Díaz Gaudino, booker de Elenquitos, me dio su tarjeta para empezar a trabajar en su agencia. Lo consulté con mis padres y a la semana ya estaba haciendo mi primera sesión de fotos junto a los Machado Cicala. Después estudié una tecnicatura en Hotelería pero nunca ejercí.
–¿Tenía necesidad de trabajar o comenzó por una inquietud personal?
–Un poco de las dos cosas. A mi papá le diagnosticaron una aguda insuficiencia renal cuando yo tenía catorce años, y la verdad es que en mi casa nunca sobró nada. Entendí que de mi futuro podía depender mi familia, y quise darle una mejor calidad de vida.
–Su padre debió de haber estado muy orgulloso.
–Además de mi papá, fue mi gran amigo y consejero, mi confidente. Lo admiraba mucho, era antropólogo y filósofo. Me movilizó mucho su muerte por la manera y el momento: yo estaba en Disney embarazada y con mi mamá y me hice un análisis en el que me enteré el sexo del bebé. Lo llamé para contarle que iba a ser varón y él se puso muy feliz y me contestó: “Así que me vas a dar un indio ahora”. Cuando cortó, llamó a mi tía para contarle y ahí sufrió un dolor en el pecho y murió. El viaje de regreso fue lo más triste que viví en mi vida.
–Habrá sido un momento de mucha confusión.
–Se me fue un gran amor y llegó lo más lindo de mi vida. Y lo llamé Indio por lo que me dijo mi papá en nuestra última charla. Y sí, reconozco que tuve un embarazo un poco triste… pero es la vida. Se lo extraña, claro, pero lo siento siempre presente.
–¿Por qué se fueron a vivir a Rosario?
–Mi marido es de Rosario y sabía que tarde o temprano terminaríamos viviendo allá. Hoy es nuestra base y desde donde nos movemos para todos lados. Es un lugar muy sano para los chicos y con mucha naturaleza. No estoy arrepentida en lo más mínimo; formé la familia que siempre soñé y por eso la cuido, haciendo lo que creo que es mejor.
–Protagonizó la obra Noche brillante en un teatro de Santa Fe pero renunció al programa Tu cara me suena por el viaje que implicaba.
–Sí, fue una hermosa experiencia por fuera del caos que significa tener la obligación de agotar las localidades en cada función. Lo disfruté porque estaba cerca de casa y porque amo trabajar. Pero tuve que dejar Tu cara me suena porque era agotador viajar todas las semanas y necesitaba descansar un poco.
–Son formatos televisivos que requieren mucho compromiso, en Bailando por un sueño tuvo un accidente serio.
–Sí, fue muy feo pero me sirvió para empezar a ordenar mis prioridades y parar un poco con la sobreexigencia. La verdad es que hice un mal movimiento con la cabeza, me mareé y me golpeé la nariz con la zapatilla de mi compañero, Carlos Bernal. Podría haber sido peor si, por ejemplo, caía directo al piso.
–¿Recuerda ese instante?
–Sí, me pasó de todo por la cabeza: mis hijos, mi marido, mi familia entera, el trabajo, todo. Pero me ayudó a parar un poco y a replantearme las cosas. Fue un momento de mucha actividad que terminó mal.
–¿Y cómo se manejó el vivo?
–Las cámaras me siguieron pero no me molestó, me pareció mejor, como para no sembrar ningún misterio. Es un reality y desde el momento en que firmás el contrato, sabés a qué te exponés.
–Mirando hacia atrás, ¿qué decisiones cree que fueron las más acertadas?
–Mis tapas en revista Gente fueron pasos importantes. Mis tres participaciones en Bailando por un sueño me dieron una popularidad impensada, y hacer teatro para chicos me llenó el alma. El público infantil es el más sincero y el que más te llena como profesional.
–¿Siempre fue multifacética o es la exigencia de un medio que se agota rápido?
–Me defino camaleónica, cero diva y capaz de adaptarme a cualquier nuevo desafío, ya sea bailar, cantar, actuar o ponerme las plumas para el teatro.
–¿Y cómo se siente en el rol de madre y esposa? ¿No extraña cosas de la soltería?
–De soltera extraño dormir hasta cualquier hora, levantarme tarde los domingos, desayunar y volver a la cama. También viajar sin la culpa de estar dejando a mis hijos a kilómetros de distancia pero no cambio por nada este estado; el amor de mi familia es lo que siempre soñé, y siento que el rol de mamá es el que mejor me sienta y me define.
–¿Su prioridad hoy es la familia?
–Sin duda. Mi carrera se acomoda y muta sobre el eje que marcan mis hijos y mi marido.
–¿Qué placeres comparte con ellos?
–Disfrutamos mucho de viajar, de la energía que se maneja con todos relajados y queriendo disfrutar como si fuera el último viaje. Me encanta ver los ojos de mis hijos y sus caritas cuando conocen nuevos lugares y, obvio, verlos crecer; ver cómo practica Aitana atarse los cordones o a Indio aprendiendo a hablar son momentos impagables.
–Debe de tener muchos ítems tildados con placer, ¿alguno que falte?
–Ser mamá por tercera vez sería un enorme sueño para mí.
–¿Cuestión de tiempo, no?
–Ojalá.