Pasiones que matan

 

La pasión es una perturbación, una emoción desordenada que nos produce la necesidad de obtener energía de algo o de alguien, y la sociedad de consumo es la que nos lleva a que esa necesidad produzca estados de ansiedad. Los orientales no lo entienden: creen que cuando el ser humano alcanza su propio dominio y control consigue la iluminación, ese estado evolutivo que conduce a la conciencia superior, al amor real y a la conexión de la parte con el todo.

La psique humana es un sistema abierto que se moldea y configura a través de la mente, la emoción y la razón, y responde a los estímulos procedentes de los mandatos educativos y formativos de la sociedad que la moldea, esencialmente del ambiente cultural. Los procesos propios de una sociedad de consumo pueden generar comportamientos compulsivos y pasionales como consecuencia de la necesidad de pertenencia que impulsa el sistema. El profesor Knud Haakonssen es un pensador que ha definido el deseo de “concordar” como un efecto social, el de estar de acuerdo con nuestros semejantes, constituyendo la base de la sociedad y la cultura humanas. En su defecto, lleva a los hombres a dejarse influir por los sistemas culturales, propagandísticos, filosóficos, políticos, religiosos, etcétera, y al ser dirigidos por un conjunto de reglas y por otros, intentan dirigir a los demás en pos de satisfacer sus propias necesidades.
Las sociedades se han convertido en sistemas de sometimiento energético producto del déficit de los campos de energía de sus componentes. El ser social, en su alejamiento de los ritmos naturales, entra en carencias que se relacionan con estados biodinámicos deficitarios y que al originar alteración de la psique ocasionan en el individuo respuestas pasionales propias de la necesidad de fagocitar la energía que no se tiene.

 

Pasión es padecimiento

Pasión es la acción de padecer. Más allá de lo que comúnmente se cree, la pasión es una perturbación y un efecto desordenado de una emoción que nos produce la necesidad de obtener energía de algo o de alguien, y es la sociedad de consumo la que nos lleva a que dicha necesidad produzca estados de ansiedad. Es una afición vehemente que resulta de la dependencia que nos genera una necesidad surgida del llamado inconsciente del cerebro a obtener energía para apalear el déficit biodinámico en el que entra nuestro organismo. La pasión es ciega, instintiva y es producto de un desconocimiento de los efectos que producen formas desnaturalizadas de vida. Los diarios están plagados de titulares que son originados por conductas pasionales, motivadas por padecimientos que conducen a una persona a cometer una violación o un crimen cuando su impulso emocional e irracional no es correspondido. La Argentina padece a diario las consecuencias de sus propias pasiones.
Nuestra sociedad sufre de variadas carencias emocionales que se traducen en fervorosas manifestaciones populares de profundo carácter pasional. La población de un país puede verse como un entrecruzamiento de las pasiones personales de sus habitantes. El discurso y el accionar popular dejan de ser racionales y se vuelven emocionales y pasionales cuando sus habitantes padecen el déficit de la desnaturalización de los sistemas de gobierno, algo que las culturas ancestrales andinas conocían a la perfección.

Amores pasionales

El ser humano es un complejo bioenergético y, como tal, puede tener déficit en las dinámicas energéticas que alimentan el cuerpo y la psique. La esencia de la atracción es de naturaleza antagónica y en su faz más cruel, nos enseña la realidad de nuestro déficit, de nuestra necesidad y de la propia incompletud. Nos acerca al hecho de que necesitamos de algo, de alguien que nos complete y por ende a equilibrarnos con todo aquello que el otro es capaz de brindarnos. En aspectos bioenergéticos, contrariamente a lo que se cree, el deseo sexual es disparado por la necesidad por completarnos con aquello que estamos necesitando y no por la energía que creemos que nos sobra. Las culturas hindúes sabían que en la medida en que ocurra el correcto intercambio energético se empiezan a soltar los apegos, las pasiones, las conductas lujuriosas, todas las sensaciones y los engaños de la mente controlada por la necesidad de lo físico. Se establece una correcta y equilibrada relación con el pensamiento, los sentidos, las emociones y sentimientos equilibrando nuestra relación inseparable con los ritmos naturales del planeta y el orden espiritual que permite alcanzar lo trascendental para acceder a la verdadera evolución. Al unirse el cuerpo con el espíritu, se unen e integran dos realidades que parecen antagónicas para las sociedades materialistas de Occidente, a pesar que en Oriente, su fusión e integridad, son el principal objetivo para lograr la complementariedad entre el cuerpo humano individual y el universo que nos rodea y contiene. En términos tántricos, estos principios serían el Shivá (el principio masculino o materia) y el Sákti (principio femenino o energía). Según la doctrina oriental, cuando el ser humano alcanza su propio dominio y control, se conseguiría la iluminación, aquel estado evolutivo que consiste en la dominación del ego y que conduce a la conciencia superior y al amor real, no dependiente de las pasiones y apegos y se basan en la conexión de la parte con el Todo indivisible. La vida, antes de alcanzar este logro de trascendencia, es presa del sufrimiento, producto del pedido del desequilibrio físico, mental y emocional que nos ata a los instintos que responden a la falta de conexión con lo espiritual y lo supremo.

 

El apego al sexo como dependencia

El adicto al sexo es comparable a un alcohólico, quien necesita de la frecuencia que le aporta la bebida para estabilizar su déficit. Cuanto mayor sea el déficit, mas seguido necesitará concretar el llamado desenfrenado del deseo. La mente funciona como una alarma que invade el pensamiento, priorizando el deseo y despertando la pasión como señal de lo intenso del propio déficit biodinámico. El pasional es como un vampiro energético que requiere la energía de sus conquistas como trofeo a su constante desequilibrio y dependencia del prójimo para sustentar su propia existencia. Primero debemos entender el principio de la naturaleza bioenergética, para después poder explicar lo pasional, en términos hormonales y de bioquímica corporal. Cuando la ruptura de las relaciones se lleva a cabo, puede significar que alguien que era completado frecuencialmente por su pareja, sufra la interrupción de su bienestar y equilibrio psicofísico. El apego y dependencia a su pareja pueden conducir al desmoronamiento de quien sufre el abandono sentimental. Nuestro cerebro recordará a la pareja que nos abandonó y que nos completaba, de la misma manera que la necesidad nos hace pensar en un chocolate cuando el déficit de serotonina y azúcar nos indique que entramos en estados de ansiedad, intranquilidad, nerviosismo que nos conducen a comportamientos y reacciones ligados a la agresividad.

Lo que debemos entender para lograr una relación duradera es que el amor verdadero trasciende lo pasional hacia el amor real y equilibrado. El proceso del verdadero amor es reparar las causas del linaje del otro, las herencias que los padres le heredan a sus hijos como parte de sus propias deudas físicas, psíquicas y emocionales. Procedemos de linajes impuros, llenos de déficit e impurezas que requieren el entrecruzamiento con otros linajes familiares para su purificación y que permitan la materialización del destino y la felicidad duradera. El amor es reparador, y el sexo en amor nunca es tomar del otro lo que uno no es capaz de dar por carecer de este. Ser un tigre en la alcoba, no es sinónimo de ser un Romeo del amor.

 

La Ley de Biodinámica: emoción y recepción energética

Todo está unido y todo está conectado. Esta realidad requiere que exista un flujo estable y equilibrado de energía. En un sistema ideal, el ser humano debe recibir y emitir energía, preservando lo que necesita para su estabilidad psicofísica. Cuando esta dinámica se interrumpe, comienzan a desestabilizarse el organismo y sus funciones vitales. El déficit de energía faltante no es percibido por el conciente, pero existe una mecánica natural que nos despierta el deseo y la necesidad de obtener aquello que necesito y no poseo. El deseo pasional por sexo, el antojo por comer desenfrenadamente, la necesidad de ir a un ecosistema natural y equilibrado, etcétera, representan las formas inconscientes y habituales de obtener energía de otras fuentes. Estos mecanismos de transferencia nos ayudan a obtener energía y en casos extremos nos conducen a fagocitarla de forma crítica y extrema.

Energías que inconscientemente detectamos y que potencialmente nos empujan a hacer lo inimaginable por conseguir y alcanzar conquistar la fuente que posee lo que despertó nuestros deseos. El budismo nos presenta la idea del deseo como causa del sufrimiento, como elemento que nos anuda y nos mantiene en los circuitos de dependencia, que echan a andar los mecanismos del apego, la manipulación y todas las consecuencias que estas actitudes de vida conllevan. Desear algo es tender a conquistar aquello que nos hace falta, una sensación más bien de que necesitamos de otra persona para lograr estabilizar nuestras frecuencias y necesidades en déficit. El amor pasional nos hace dependientes y en casos extremos es motivo de celos, de actitudes controladoras y de apego obsesivo. Los amores pasionales son la principal causa de homicidios. Las dependencias energéticas se producen entre parejas, padres e hijos, amigos, socios y hasta en la necesidad de concurrencia a eventos multitudinarios que sobrepasan el atractivo del espectáculo, porque el verdadero motivo inconsciente es la necesidad de fagocitar la energía liberada masivamente por la concurrencia. ¿No lo cree así? Empiece por considerarlo, en los años 80 el gobierno de la desaparecida Urss encargó a la Academia de Ciencias de Rusia que estudiara la naturaleza bioenergética del ser humano y cómo la misma influye en el comportamiento y convivencia sociales. ¿El objetivo? Lograr construir una sociedad libre de adicciones, crímenes pasionales, dependencias, con índices de inteligencia y de desarrollo humano basados en la integridad bioenergética de los componentes de la sociedad. No hay peor esclavitud que la dependencia vital de energía para la subsistencia. Nadie logrará la libertad si su existencia depende de la providencia de lo terrenal. O nos elevamos a niveles superiores y espirituales, o nos degradaremos en la desconexión con lo divino, atados y condenados al mundo de la materia que depende de energía para sustentarse. No existe la materia tal, sólo es energía esperando por la evolución de la conciencia, para que la devuelva a su estado espiritual.

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