Juan Minujín: las mil vidas de un hombre simple

Tras un extenso recorrido en el circuito independiente. El actor, director y escritor Llegó al prime time para quedarse. Sorprendió en la exitosa película Dos más dos y hoy es el coéquipier de Adrián Suar en Solamente vos.

 

Está casado con una psicóloga y es padre de dos hijas: Amanda (6) y Carmela (2). Una tarde de marzo, nos recibe en su camarín de Polka, donde graba todos los días Solamente vos. Es su primera experiencia en el mundo de las tiras de televisión, y tanto el rating como las críticas acompañan el trabajo que está haciendo. La habitación es simple, no se parece a lo que el imaginario colectivo pueda fantasear: no hay estrellita con su nombre en la puerta, no está repleto de fotos ni de luces, pero tiene una cama que, asumimos, será para que pueda descansar.

 

–¿Duerme acá?

 

 

–Tengo que tener un bache muy largo para dormirme y no suele pasar. Justo hoy tengo uno y creo que me voy a ir a casa un rato porque vivo acá cerca, pero si no, en general los baches son de veinte minutos, media hora.

 

 

 

 

–Es su primera vez en una tira. ¿Cómo se lleva con el ritmo?

 

 

–Bien, ahora enganché el ritmo, lo metí en el cuerpo. Estoy más cómodo y divirtiéndome más. Al principio estaba como agotado mentalmente por la cantidad de capítulos abiertos y la cantidad de escenas por día.

 

 

–¿Cuando llegó la propuesta, dudó?

 

 

–No, no dudé ni un segundo. Me entusiasmaba mucho volver a trabajar con Adrián. Me parecía muy divertido porque la experiencia de la peli (Dos más dos) fue muy entretenida. Tenía ganas de repetir eso. Además, el personaje es buenísimo porque está metido en muchos problemas, y eso da un montón de carne para actuar. La verdad es que no dudé.

 

 

–¿Cómo es trabajar con el jefe?

 

 

–No tenés la sensación de que es el jefe, porque él no te transmite para nada eso. Tiene una cosa que maneja muy bien, te hace sentir compañero. Tenés una complicidad de actor con actor. Sí es una persona que conoce mucho el proyecto, sabe qué va a pasar después, en ese sentido enriquece mucho. Es un gran actor, muy buen comediante, tiene algunas salidas muy sorpresivas que no te esperás, y nunca tira letra.

 

 

 

“Creo que uno puede tener la mejor formación del mundo, pero si afectivamente nadie te da un abrazo, te dice que te quiere, que está bueno lo que hacés ni te valora afectivamente, no aprendés nada”.

 

 

 

–¿Disfruta más el cine, el teatro o la televisión?

 

 

–Es difícil, conozco más el teatro y el cine. Es lo que más hice, así que me siento muy cómodo ahí porque lo transité más. La tele es muy nueva, me gusta mucho, pero todavía es algo que miro y tengo un montón de cosas para explorar.

 

 

–¿No tiene el prejuicio que tienen algunos actores sobre la televisión como medio de expresión?

 

 

–No. Como medio expresivo me gustan mucho todos. En general uno como actor está mediatizado por otras manos. En el teatro yo siento que hay más autonomía. Una vez que empieza ya nadie edita, uno entra y maneja más el lenguaje, los tiempos, los volúmenes. No hay nadie que después baje el volumen, ponga una música o corte el momento. El actor decide eso. En el cine estás supermediatizado y se toma mucho tiempo, eso es bueno, se toman quince semanas para ver si una escena es más de una forma o de otra.

 

 

–Habiendo trabajado en el circuito independiente, ¿cómo fue el pase a la actuación comercial?

 

 

–En el sentido de la actuación para mí las herramientas son las mismas. Al principio por ahí sentís más presión, sentís que tenés que ser más efectivo. Pero rápidamente, tal vez porque fue con Adrián, que tiene una cosa muy lúdica en el trabajo actoral, dejás de sentir la presión de que “tiene que funcionar”. De todas maneras, le dediqué mucho tiempo extra, leo mucho los libros, los trabajo mucho. Si no entiendo la escena en el cuerpo, no la puedo actuar, vengo acá a decir letra, y eso es lo que no quiero hacer.

 

 

–¿Cómo ve el cine en la Argentina?

 

 

–Lo veo bien. Me parece que hay dos planos. Por un lado, el apoyo del Estado al cine, que me parece que es extraordinario y por momentos damos por sentado algunas cosas que pasan en muy pocos países. Tenemos una ley de cine que es muy buena, saca parte de las películas de Batman para producir películas argentinas. Después creo que hay un tema que tiene que ver con la distribución y la gestión de eso, que es más discutible. Me parece que hay un problema de exhibición, pero no es sólo en la Argentina, es general. Muchas películas no logran llegar a ningún público, ni a diez mil personas, porque en algunos casos no encuentran los canales y en otros no tienen calidad para aspirar a eso tampoco.

 

 

–En el film Vaquero, que usted escribió, actuó y dirigió, hay una mirada humorística sobre los actores. El protagonista tiene un cierto resentimiento, ¿eso pasa en la realidad?

 

 

–Sí, yo creo que sí, a mí cada tanto me pasa. No de resentimiento, pero es una profesión donde está todo muy expuesto, todo el mundo opina y todo el mundo sabe a quién le va mejor, a quién le va peor, quién tuvo el mejor año, quién explotó, es lo que circula. Hay un lugar donde los actores realmente están a merced de que otros los deseen, que otros los convoquen. El actor solo en principio está un poco perdido, un poco entrampado en ese círculo. Es una profesión que despierta muchos celos, mucha envidia y mucha insatisfacción en general. Casi todos los actores están queriendo hacer algo más que lo que están haciendo, por lo menos en la Argentina. De todas maneras, es una mirada con mucho cariño y humor.

 

 

–¿La inestabilidad en el trabajo del actor angustia?

 

 

–Sí, me parece que con el tiempo si te dedicás muchos años profesionalmente a actuar ya empezás a ver cómo es el ritmo. Es una profesión con mucha fluctuación: el trabajo, la popularidad, la plata, cuando uno entiende eso es más tranquilo. A la distancia lo ve. Si ves períodos de cinco años te tranquilizás, si ves períodos de un mes y justo ese mes estás en una situación de laburo más complicada es más desesperante, pero son ciclos que fluctúan.

 

 

–El último año tuvo un boom de exposición, ¿cómo se llevó con eso?

 

 

–Bien, porque en general eran todos trabajos que me gustaban mucho. Les dediqué mucho tiempo. Sentía que todas eran oportunidades muy nuevas, sobre todo Dos más dos y Tiempos compulsivos. También hice un trabajo en Teatro la Plaza, el videoclip de Calle 13. Fue un año de mucha apertura expresiva hacia otros campos. A mí me gusta expandir mucho el trabajo.

 

 

–¿No lo asustó volverse masivo?

 

 

–No en cuanto a mi trabajo. En cuanto a mi vida, por momentos, más ahora con la tira. Supongo que es una cuestión de adaptarse. Si me dieras la varita mágica yo preferiría que el trabajo se expanda lo máximo posible, porque me gusta mucho que el trabajo sea popular, y yo ser totalmente anónimo.

 

 

–¿Su ambición nunca pasó por ser famoso?

 

 

–No, en lo más mínimo. Pasaba por una necesidad expresiva. A mí me gusta el reconocimiento profesional y, en general, en la calle se da con mucho cariño y está buenísimo. Cuando veo esos escritores que venden millones de libros y van por la calle y nadie sabe ni quiénes son, me parece interesante. Es más interesante que la exposición de un actor, que tiene que estar bien y la cara dice todo.

 

 

–¿Se alegraría si sus hijas eligieran esta misma profesión, o prefiere que hagan algo más fácil?

 

 

–Más fácil no. Por un lado me alegraría, me parece que la actuación tiene algo muy lindo, que es que en general hacés lo que te gusta. Los actores cuando están trabajando tienen ganas de trabajar. Hay muchos abogados a los que tal vez no les pasa, por ahí es un prejuicio. Por otro lado sí, creo que se puede sufrir mucho para llegar a profesionalizarse en la actuación. Lo que sí trataría es de correrme a un costado, como para poder facilitar lo que les pueda facilitar, pero no complicarles nada. Me parece que hay veces en que las imágenes paternas pueden complicar más de lo que ayudan.

 

 

–¿Sus hijas miran la tira?

 

 

–Sí, la miramos juntos, se divierten. La más chica entiende mucho más de lo que me imaginaba. Ayer estaba con mi papá mirando el programa y ella le contaba: “A él le dicen Félix y al otro le dicen Juan, y ellos dos son...”. Es un nivel de abstracción tal vez demasiado grande, pero entiende. Yo le expliqué que es como un teatro, como un juego, porque al principio me preguntaba por qué se pelean o por qué me gritaban. A la otra le encanta, se divierte. Viene acá, está en el camarín, juega a la compu, lo tiene naturalizado.

 

–Es el trabajo de papá.

 

 

–Sí, y sabe que es el trabajo de papá en la tele ahora. Que no es que uno por ser actor es así siempre y uno camina por la calle y le piden sacarse una foto porque es actor.

 

 

“Con Adrián Suar no tenés la sensación de que es eljefe, porque él no te transmite para nada eso. Tiene una cosa que maneja muy bien, te hace sentir compañero. Tenés una complicidad de actor con actor".

 

 

–Usted no viene de una familia de actores, ¿qué pasó cuando decidió dedicarse al teatro?

 

 

–No, mi mamá es socióloga y mi papá es matemático. Se fue dando, no es que dije “yo quiero ser actor”. De hecho terminé el secundario y empecé el CBC, pero le dedicaba muchas más horas a la actuación. En un momento empecé a entrenar todos los días y ahí es como que a mi papá y a  mi mamá les pareció bien y dijeron: “Bueno, si no vas a estudiar en la facultad hacelo   fondo, dedicale muchas horas”. Siempre me dieron mucha confianza y me criaron pensando en que lo que tenés que hacer es lo que te gusta y si sos bueno en eso te va a ir bien.

 

 

 

 

 

 

–¿A quién siente que le tiene que agradecer hoy?

 

 

–Mucho a mis papás, sobre todo porque me dieron una base afectiva muy buena. Creo que uno puede tener la mejor formación del mundo, pero si afectivamente nadie te da un abrazo, te dice que te quiere, que está bueno lo que hacés ni te valora afectivamente, no aprendés nada. Así vayas al mejor colegio y al mejor lugar. En ese sentido, mis viejos me dieron una cosa afectiva muy buena y de mucha confianza para que si yo quería ser eso, me dedicara a estar cerca de mi deseo. “Si deseás eso, metete a fondo”.

 

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